JESÚS RECHAZADO EN SU TIERRA
Domingo 14 del tiempo ordinario.
Lectura del profeta Ezequiel 2, 2-55
2 En aquellos días el espíritu entró en mí mientras me hablaba, me puso en pie, y oí que me decía: 3 «Hijo de hombre, yo te envío
a los hijos de Israel, un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Ellos y sus padres me han ofendido hasta el día de hoy. 4 También los hijos tienen dura la cerviz y el corazón obstinado; a ellos te envío para que les digas: “Esto dice el Señor”. 5 Te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, reconocerán que hubo un profeta en medio de ellos.
Salmo Responsorial 122.1-4
R/. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.
A
ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo.
Como están
los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores.
R/. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.
Como
están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
así
están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro,
esperando
su misericordia.
R/. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.
Misericordia,
Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios;
nuestra
alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos,
del
desprecio de los orgullosos.
R/. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.
El pueblo de Israel se había caído en por la idolatría, dando culto a los dioses falsos. Esto es un gran pecado. Dios, sin embargo, tiene misericordia y manda al profeta Ezequiel, a un pueblo duro de corazón, que no le escuchará. Estamos en la época en que Israel va a ser llevado al destierro para que tome conciencia de su pecado. Allá en el destierro de Babilonia tendrá que sufrir. A través de este sufrimiento recapacitará y volverá a Dios.
Ezequiel, se pone en pie en señal de disponibilidad para ir a Babilonia y predicar a los israelitas. Sabe que va a ser rechazado y tendrá que sufrir mucho, cumpliendo la misión que Dios le ha encomendado. Los israelitas se darán cuenta que Dios les ha mandado un profeta porque los ama, aunque ellos sean duros de corazón y no quieran escuchar.
Dios nos manda también a nosotros mensajeros en su nombre. Deben anunciar a este pueblo la Palabra de Dios, aunque la gente no quiera oírla. El pecado endurece nuestra inteligencia y no queremos escuchar la voz de Dios ni obedecer sus mandamientos, hasta somos capaces de dudar de la existencia de Dios. Pero esos mensajeros de Dios, son signos de que Dios sigue amando a este mundo, también a nosotros y les da una palabra de salvación para que no se aparten de Dios ni sigan los mandados del mundo.
Proclamación del evangelio según san Marcos 16,1-6
Mc 6 1 En aquel tiempo Jesus saliendo de allí se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos. 2 Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? 3 ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?». Y se escandalizaban a cuenta de él. 4 Les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». 5 No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. 6 Y se admiraba de su falta de fe.
El Evangelio según san Marcos 6,1-6 nos presenta a Jesús que ha predicado en distintos lugares la llegada del reino y la conversión a Dios y, conforme a la fe de la gente, ha curado a muchas personas. Jesús vuelve a Nazaret donde se había criado toda su vida. Llega el día sábado, día sagrado para los judíos y va a la sinagoga. Allí el jefe de la sinagoga le invita a predicar y ante esta predicación muchos quedan escandalizados. Han visto a Jesús toda la vida en Nazaret, trabajando como carpintero. Conocen a su madre, a sus familiares. Ninguna cosa extraordinaria han visto en Él. Ahora viene después haber estado predicando.
Lee un texto del profeta Isaías en que anuncia que los pobres son evangelizados, los leprosos son curados, los ciegos ven y dichosos quien no se escandalice de él. No anuncia juicios ni condenas para nadie sino la llegada del año de la gracia, del perdón de Dios.Todo esto choca con la mentalidad de la gente. ¿De dónde viene esta sabiduría, estos milagros? ¿No es uno de nosotros? ¿Dónde ha estudiado? Sólo ven en Jesús uno de ellos y no pueden percibir el misterio de su vida como enviado de Dios para salvar a los hombres. No perciben el amor de Dios en sus vidas. Lo desprecian, no quieren creer en El. Hasta quieren apedrearlo y botarlo por una quebrada. Quisieran verle hacer algún milagro como novelería, pero Jesús sabe discernir y no consiente. No tienen fe en Jesús para penetrar en su misterio y no pudo hacer milagros por su falta de fe. Es que la fe es un don de Dios. Juan 6, 36 Pero ya les he dicho: ustedes [me] han visto y sin embargo no creen. 37 Los que el Padre me ha confiado vendrán a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera; 38 porque no bajé del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Jesús viene también a nosotros. Viene en la persona de sus mensajeros, pero también nosotros podemos quedarnos en el semblante exterior y no penetramos en la persona de Jesús porque no leemos la Palabra de Dios, porque no rezamos ni tenemos un dialogo con él en la oración. Vamos a la Iglesia y si el sacerdote nos observa alguna cosa que no nos agrada, lo criticamos. Si nos denuncia algunos pecados, dejamos de ir a la Iglesia y buscamos razonamientos para obrar de esta manera, dejando a un lado la Palabra de Dios que nos ha dejado en la Biblia, abandonamos la fe. El pecado no nos deja escuchar ni creer la palabra que nos da la Iglesia. Luchemos contra el pecado y dejemos que la mente esté limpia. Veremos a Dios, a Jesucristo en su misterio.
A veces vamos a bautizar a los hijos como una costumbre, para hacer una fiesta, para decir que hemos cumplido con la voluntad de la iglesia, pero no nos convertimos. Somos duros porque no queremos dejar el pecado. Bautizamos, mandamos a los hijos al catecismo para hacer la primera comunión o la confirmación, pero no enseñamos a los hijos el camino de Dios ni en la Palabra ni en los hechos y si nos molestan mucho, dejamos de mandar al catecismo a los hijos. No tenemos fe ni queremos obedecer a Jesús. A Jesús y a sus mensajeros debemos acogerlos con fe, sin críticas. Hay que recibir la Palabra de Dios con alegría que viene del Espíritu, dejándose iluminar por Él. I Tesalonicenses 1, 6 Y ustedes siguieron nuestro ejemplo y el del Señor, recibiendo el mensaje con el gozo del Espíritu Santo en medio de graves dificultades. 9 Ellos mismos, cuentan cómo ustedes me han recibido y cómo, dejando los ídolos, se convirtieron a Dios para servir al Dios vivo y verdadero Jesús, que nos libra de la condena futura.
Un profeta solo es despreciado en su tierra, entre los suyos, es la palabra de Jesús. ¿Sientes que has despreciado a la Iglesia de Jesús, a sus ministros, al mismo Jesús a quien olvidas cuando no te interesa?
Estaba sorprendido de su falta de fe. Quizás Jesús está sorprendido de tu falta de fe, de tu repuesta a Dios. Ponte ante Dios, examina tú vida, ¿cómo es mi fe, estoy seguro de Jesús y procuro conocerle mejor, obedecerle en todo lo que me diga su Palabra? ¿Me siento miembro vivo de la Iglesia?
Lectura de la segunda carta de san Pablo a los corintios 12, 7-10
7 Por la grandeza de las revelaciones, y para que no me engría, se me ha dado una espina en la carne: un emisario de Satanás que me abofetea, para que no me engría. 8 Por ello, tres veces le he pedido al Señor que lo apartase de mí y me ha respondido: 9 «Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad». Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo. 10 Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
San Pablo en su II corintos 12, 7-10 nos recuerda los dones que ha recibido de Dios en algunas visiones. Esto le podía llevar a enorgullecerse, sentirse superior a los demás y despreciarlos. Dios le quiere curar esta soberbia con algunas cruces para humillarlo y no se engría. Serán enfermedades, persecuciones, humillaciones. Le pidió a Dios que le librara de estos sufrimientos, pero Dios le contestó que podía aguantar todo esto agarrándose a Dios todos los días. Mi gracia te basta y su fuerza está en la debilidad y siente que la gracia de Jesús está con Él.
Dios permite dolores, humillaciones, pobreza y una serie de cruces que nos acompañan todos los días de nuestra vida porque esto es la sabiduría de Dios y la fuerza de Dios como el mismo Pablo nos dice (I Corintios 1, 18-25)
El mundo alaba el orgullo, el afán de dinero, la fuerza, el poder. Dios pone como sabiduría la humildad, la entrega serena a los demás y a veces el Señor nos manda enfermedades, humillaciones. Todo esto nos estabiliza y nos hace más mansos, capaces de descubrir a Dios y ser más buenos con los demás, más compasivos, más dóciles. Así aprendemos a estimar también a los demás sin juzgarlos ni criticarlos. Aceptemos la historia de nuestra vida que Dios nos manda.
P. Vicente Pérez.
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