DIOS UNO Y TRINO
Reflexión.
En este domingo continuamos el tiempo ordinario del año litúrgico en el que celebramos los misterios de la vida pública de Jesús. Una parte se da después de navidad y llega hasta la cuaresma en que se interrumpe hasta terminar el tiempo pascual.
La primera fiesta es la celebración de este Dios que es uno y al mismo tiempo Trino. Vamos a dejarnos llevar por las lecturas que la Iglesia nos presenta para esta fiesta en este año “B”.
Lectura del libro del Deuteronomio 4, 32-34.39-40.-
Habló Moisés al pueblo y dijo 32 Pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra; pregunta desde un extremo al otro del cielo, ¿sucedió jamás algo tan grande como esto o se oyó cosa semejante? 33 ¿Escuchó algún pueblo, como tú has escuchado, la voz de Dios, hablando desde el fuego, y ha sobrevivido? 34 ¿Intentó jamás algún dios venir a escogerse una nación entre las otras mediante pruebas, signos, prodigios y guerra y con mano fuerte y brazo poderoso, con terribles portentos, como todo lo que hizo el Señor, vuestro Dios, con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos?
39 Así pues, reconoce hoy, y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro. 40 Observa los mandatos y preceptos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos, después de ti, y se prolonguen tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre».
Respondemos con el salmo 32,4-6,9.18-19.20 y22
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor.
4 Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
5 él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor.
6 La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
porque él lo dijo, y existió;
él lo mandó y todo fue creado.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor.
18 Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
19 para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor.
20 Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
22 Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor.
Lectura de la carta a los Romanos 8, 14-17
14 Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. 15 Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!». 16 Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; 17 y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.
Proclamación del evangelio de san Mateo 28, 16-.20
16 Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. 17 Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. 18 Acercándose a ellos, Jesús les dijo*: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. 19 Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».
La humanidad se había separado de Dios y había perdido el sentido de la unicidad de Dios. Cada pueblo creía en diversos dioses que ellos mismos fabricaban según sus antojos. Dios tuvo misericordia y empezó llamando a Abraham para darle la fe en Dios y Él creyó en el único Dios verdadero y como prueba salió de su tierra dejándose llevar por Dios a la tierra que le iba a dar y no solo, sino que le dio un hijo a un viejo que vivía con una mujer de muchos años y de la muerte Dios sacó la vida. Lo que era imposible paras los hombres, fue posible para Dios. La fe es creer que Dios ‘puede sacar la vida, el amor, la alegría donde hay muerte, odios. Dios es único.
Los descendientes de Abraham van a Egipto en busca de comida, pero quedan esclavizados y Dios se hace presente porque tiene misericordia y lo que era imposible para ellos, Dios se lo dio. Les sacó de la esclavitud de Egipto, les hico pasar el mar rojo, les dio el maná en el desierto y así el pueblo pudo afianzar su fe en él. Lo veía cercano, les dio leyes sabias para conducirse en la vida. Se hizo presente en la montaña del Sinaí en medio de truenos, relámpagos para indicarnos que no hay otro dios. Había visto hechos, palabras y por eso creía en Dios. Dios se manifiesta en los acontecimientos de nuestra vida.
Por eso Dios nos dice que es el único que no tendremos otros dioses que le suplanten a Él. ¿Cuáles pueden ser esos dioses que suplantan a Dios? El afán del dinero, el sexo, la droga, la superstición, el deseo del poder. Son cosas o personas que te impiden adorar a Dios y te quitan tu dignidad humana, la fraternidad entre unos y otros, destruyen tu vida matrimonial, tu respeto a los demás. Quien cree en Dios, acepta a los demás como hermanos y los ama.
Deuteronomio 7, 6 Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios; él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad.7 »Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió no fue por ser ustedes más numerosos que los demás, porque son el pueblo más pequeño, 8 sino que por puro amor a ustedes, por mantener el juramento que había hecho a sus padres, los sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y los rescató de la esclavitud, del dominio del faraón, rey de Egipto. 9 Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios, un Dios fiel: a los que aman y guardan sus preceptos, les mantiene su alianza y su favor por mil generaciones.
Llegó la plenitud de los tiempos y Dios mandó a su Hijo único, nacido de María la Virgen por obra del Espíritu Santo para hacerse hombre como nosotros sin dejar su condición divina. El Hijo de María es Hijo de Dios Padre y todo por obra del Espíritu Santo. Así tenemos la revelación de las tres divinas personas. Así nosotros veremos a Dios que entrega a su Hijo para hacerse hombre, el Hijo que se entrega a sí mismo y todo bajo la acción del Espíritu Santo. La entrega que hace Dios-Padre de su Hijo es la muestra del amor que nos tiene a nosotros, pero también al Hijo y al Espíritu. Dios se nos revela para estar con nosotros, para salvarnos. El Hijo se hace obediente al Padre hasta la muerte bajo la inspiración del Espíritu Santo (Hebreos 9, 14) Así nosotros podemos ver que la obra de nuestra salvación es obra de las tres divinas personas que colabora cada una de ellas para el bien de toda la humanidad. Las tres personas se aman y nos aman.
Nosotros participamos en este misterio de nuestra salvación mediante los sacramentos. Somos bautizados en el nombre el Padre y del Hijo y del Espíritu santo. (Mt 28, 16). Así nos inmergimos en el agua, signo de muerte y vida que simbolizan el misterio de la muerte y resurrección de Jesús, el Hijo eterno del Padre. El Hijo toma sobre él nuestros pecados que los lleva a la cruz en un acto de amor y entrega; por eso despojados de nuestros pecados, nos revestimos de Cristo y, bajo la acción del Espíritu Santo empezamos a ser Hijos del Padre, Hermanos del Hijo y templos del Espíritu Santo. Todo este misterio no se realiza sino bajo la acción del Espíritu santo que pone en nosotros el espíritu de Hijos para poder llamar al Padre: Abba, papito, con amor, ternura, sabiendo que somos herederos de su Gracia. Esta realidad bien vivida, nos da la esperanza de que esteremos para siempre con Dios-Padre, lo aclamaremos y alabaremos bajo la acción del Espíritu santo con Jesús (Romanos 8, 14-17). Ahora estamos llamados a relacionarnos con el Padre para hacer lo que Él quiera de nosotros, hacer su voluntad. Ahora estamos llamados a seguir a Jesús, segunda persona para llevar la misma vida de Jesús. Estamos llamados a escuchar las inspiraciones del Espíritu santo. Así seremos Hijos en el Hijos y herederos de su gloria.
Demos
gracias a Dios que nos ha revelado este misterio de la Santísima
Trinidad para esperar vivir dentro de este amor por toda la
eternidad. Por eso digamos con fervor el Gloria al Padre, el credo de
nuestra fe trinitaria y la alabanza del Gloria en la misa.
P. Vicente Pérez.
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