SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

 

Domingo de la misericordia

Este Domingo segundo de pascua está dedicado a Jesús de la misericordia. Hace unos 80 años Jesús se apareció a santa Faustina para indicarle que se debía celebrar esta fiesta y el Papa San Juan Pablo II la instituyó para todo la Iglesia y Jesús de la misericordia vino a llevarse al Papa para estar en la casa del Padre el año 2005. Jesús es el misericordioso que ha dejado en sus manos y pies las señales de sus clavos y al mismo tempo en su costado para indicarnos que el amor que le llevó a dar la vida por todos, sigue presente en Jesús para siempre y por eso nosotros podemos acudir al corazón misericordioso de Jesús para que restaure nuestra vida según Dios.

Lectura de los Hechos de los apóstoles 4, 32-35

32 El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común. 33 Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado. 34 Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido 35 y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba.

Respondemos con el salmo 117, 2-4,15,22-24

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:

eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:

eterna es su misericordia.

Digan los que temen al Señor:

eterna es su misericordia.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia

«La diestra del Señor es poderosa,

la diestra del Señor es excelsa».

No he de morir, viviré

para contar las hazañas del Señor.

Me castigó, me castigó el Señor,

pero no me entregó a la muerte.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia

La piedra que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente.

Este es el día que hizo el Señor:

sea nuestra alegría y nuestro gozo-

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia


Los apóstoles han recibido al Espíritu Santo y ellos, libres de dinero, con una fe experimentada en Jesús resucitado, dan testimonio de Jesús aun con la cárcel porque Jesús es el único Salvador de los hombres. Esto provocaba la conversión de la gente y sentían que el dinero no lo es todo. Sabían compartir lo que tenían entre unos y otros y nadie pasaba necesidad. Reinaba el amor, no la codicia y el engaño. Jesús nos enseña a compartir lo que tengamos con otras personas y sentiremos que se da la comprensión, la unidad entre nosotros.

Lectura de la Primera carta de san Juan 5, 1-6

1 Jn5 1 Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama al que da el ser ama también al que ha nacido de él. 2 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. 3 Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, 4 pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. 5 ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? 6 Este es el que vino por el agua y la sangre: Jesucristo. No solo en el agua, sino en el agua y en la sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

Se nos habla del don de la fe que nos salva y nos hace nacer de Dios. Se nos habla del don del amor hacia Dios y por eso mismo amamos al que ha nacido de Dios. Jesús, pero también a nuestros hermanos cristianos que han nacido de Dios. La prueba de que amamos a Dios y a los hermanos es que cumplimos los mandamientos de Dios, que Jesús nos da cumplidos cuando nos manda al Espíritu Santo. Quien ha nacido de Dios vence al mundo perverso de pecado. No se deja engañar por los ataques del demonio y de sus secuaces que nos quieren llevar por el camino contrario a Dios. Ponemos nuestra fe, esperanza, amor en Dios que nos salva y nos llena de dones y entonces tenemos la fuerza para resistir al demonio. Por eso debemos alimentar nuestra fe con la lectura de la Palabra reflexionada como lo hacía la Virgen que la guardaba y la meditaba en su corazón. Con esa fe descubriremos a Dios y nos entregaremos a Él y así quien cree en Jesús, se entrega a El, ama al Padre y ama a los nacidos de Dios y siente la alegría de su salvación.

Proclamación del evangelio de san Juan 20, 19-31.

19 Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». 20 Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21 Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 22 Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; 23 a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

  24 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25 Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». 26 A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». 27 Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». 28 Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». 29 Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

30 Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. 31 Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Comienza situándonos a todos en el primer día de la semana, que años más tarde se llamaría día del Señor, es decir, Domingo. Es el día en que la comunidad cristiana se reúne para recibir a Jesús resucitado. No hay Domingo sin asamblea y no hay asamblea sin eucaristía, decían los primeros cristianos.

Pero en este primer día los apóstoles estaban con miedo aunque habían oído hablar de Jesucristo resucitado. Tenían miedo a los judíos. Es también nuestra situación cuando no hay la presencia y la experiencia de Jesús resucitado en medio de nosotros. Tenemos miedo a la pobreza, a la falta de trabajo, a las humillaciones, a las enfermedades, a la muerte y esto nos encoge el corazón, pero llega Jesús y todo el miedo desaparece. Jesús se pone en medio de nosotros. Él es la fuente de la paz, nos da la paz, la fuente de la unidad y del entendimiento entre nosotros, es la fuente de la esperanza porque con Él se aleja todo tipo de adversidades. Con Él todo lo podemos porque es poderoso, porque es compasivo, misericordioso.

Hoy domingo nos reunimos en la Iglesia y allá en medio de nosotros con vestidos de blanco, signo de su resurrección, nos da la victoria sobre todas las dificultades. Si abrimos los ojos nos damos cuenta que Jesús está en su Palabra anunciada, en su Cuerpo y Sangre derramada por nosotros y todos estamos llamados a vivir la alegría de la presencia resucitada de Jesús. Nos enseña las manos, los pies, el costado con sus llagas para decirnos que Él nos amará siempre y podemos estar seguros con Él.

Ser cristiano es ser llamado a la misión que Jesús ha cumplido en su vida terrena, siendo enviado por el Padre y ahora nos toca a nosotros. Nos da su Espíritu santo para que nosotros vivamos como Jesús, lo anunciemos y sentiremos la fuerza. No pensemos que la misión es obra de curas y monjas. Todos los cristianos estamos llamados a continuar la misión de Jesús y dar testimonio de Él. Los padres darán testimonio ante sus hijos. Los trabajadores en su puesto de trabajo. Los maestros en su campo educativo y no tengamos miedo de sufrir por Jesús pues el Espíritu Santo mandado por el Padre y el Hijo, nos acompaña siempre.

Uno de los apóstoles, Tomás no estaba con ellos y cuando le dicen que han visto al Señor no lo cree a menos que no ponga sus dedos en las llagas. Al Domingo siguiente Jesús se hace presente entre los apóstoles. Cada domingo Jesús tiene una cita con nosotros para darnos su Palabra y su Eucaristía. Jesús es bueno y cuando tenemos crisis como Tomas se acerca con bondad para iluminarnos a nosotros. Le mostró sus llagas y es entonces cuando debemos profesar nuestra fe: Señor mío y Dios mío. Reconocer que Jesús es Dios, es el Señor que ha resucitado en su humanidad para que no volvamos a dudar de Él. Cristiano es aquel que profesa su fe en Jesús y se apoya en Él y siente que el que cree que Jesús es el Mesías, y Señor, se salva. Si alguien no quiere creer, es libre, pero nosotros estamos seguros de Jesús y lo decimos donde quiere que estemos. Si no hemos visto o tocado físicamente a Jesús, podemos haber experimentado en nuestro corazón su presencia, su poder, su fuerza de manera que estamos seguros de Él y podemos anunciarlo. ¡Cuántos cristianos han dado la vida por Jesús! ¡Cuántos cristianos ante las burlas y risas de los no creyentes, no se han avergonzado! ¡Cuántos cristianos por Jesucristo han estado dispuestos a perderlo todo por Jesús! Aclamemos a Jesús resucitado como nuestro Señor.

Oraciones de los fieles:

A cada invocación oremos diciendo: Por la Resurrección de tu Hijo, escúchanos Padre.

  1. Por todo el pueblo cristiano, convocado en el día del Señor, Pascua de la semana: para que manifieste la presencia de Cristo resucitado con la alegría de vivir en un mismo lugar y con el mismo corazón. Roguemos al Señor.

  2. Por nuestra comunidad: para que crezca, junto a los recién bautizados, como una verdadera familia de Dios, asidua en la escucha de la Palabra, perseverante en la oración, testigo en la caridad fraterna. Roguemos al Señor.

  3. Por todos los que viven la experiencia del dolor: para que no se dejen vencer por el desánimo, sino que, por la fuerza de la fe y la solidaridad de los hermanos, sientan que el Señor está cerca de cada uno de ellos.  Roguemos al Señor.

  4. Por el cristiano que duda, por el incrédulo que quisiera creer y por todos los que buscan con amor la verdad: para que, iluminados por la gracia pascual, reconozcan que no hay otro, fuera de Cristo que pueda salvarnos.  Roguemos al Señor.

  5. Por todos los aquí presentes: para que nos dejemos evangelizar con un corazón dócil y seamos resonancia viva de la Palabra que nos salva.  Roguemos al Señor.

Exhortación final

Señor Jesús, aunque no te vemos con estos ojos de carne, Nuestra ardiente profesión de fe es hoy la del apóstol Tomás, primeramente, incrédulo y después creyente ejemplar: ¡Creemos en ti, Señor nuestro y Dios nuestro.



P. Vicente Pérez.

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