JUAN BAUTISTA
Tercer domingo de adviento
Llega el Mensajero: Jesucristo. Es el ungido por el Espíritu Santo. Él es el Esposo que ha sido enviado a dar la Buena Noticia a los que sufren, a nosotros que tenemos los corazones desgarrados por la falta de comprensión y por tantos otros sufrimientos. El viene a proclamar el año de gracia, de perdón, de misericordia. Esta buena noticia nos debe llevar a la alegría que no cabe en el corazón. La navidad no es una fiesta pagana donde hay bailes, tragos y otras cosas sino la fiesta de Jesús que viene. Esta noticia nos alegra. ¿Qué significa esto? ¿Podemos celebrar algo si no es a Jesucristo? Muchos ni participan en la misa de Navidad, ni se reconcilian con los demás, ni arreglan sus situaciones matrimoniales. Dejan que todo pase y el pecado sigue reinando. Navidad sin el cambio de vida, sin Jesucristo, no es nada. Jesús es el único regalo de Dios. Pensamos en regalos de juguetes, de ropa, de muñecos y tantas cosas. Los comercios buscan sus compras, ganar dinero. ¡Felices nosotros si pensamos en Jesús y lo recibimos!
Lectura del profeta Isaías 61,1-2,10-11
1 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar una buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la libertad, 2 para proclamar el año de gracia del Señor.
10 Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona o novia que se adorna con sus joyas.
11 Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace germinar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y su fama frente a todos los pueblos
Proclamamos el salmo: Lucas 1,46-48, 49-50, 53-54
El canto de la alegría de María cuando va a la casa de Isabel y santifican a Isabel y al hijo: Juan Bautista. María se alegra y nosotros nos alegramos porque Dios ha mirado la humillación de su sierva.
Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador.
Mi alma canta la grandeza del Señor, 47 mi espíritu festeja a Dios mi salvador, 48 porque se ha fijado en la humillación de su esclava
Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador.
y en adelante me felicitarán todas las generaciones. 49 Porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí, su nombre es santo. 50 Su misericordia con sus fieles se extiende de generación en generación.
Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador.
53 colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos. 54 Socorre a Israel, su siervo, recordando la lealtad, 55 prometida a nuestros antepasados.
Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador.
San Pablo nos invita nuevamente a la alegría, a la acción de gracias que es la misa. Estamos llamados a escuchar la voz del Espíritu que habla en nuestro corazón y dejarnos llevar por este Espíritu para ser fieles a Dios. María se dejó llevar por el Espíritu y concibió por obra de este mismo Espíritu nada menos que al Hijo de Dios y Ella se llenó de alegría que comunica a su prima Isabel y a Juan Bautista. Con María podemos vivir esperando la llegada del Jesucristo y dejando que Él nos llene del Espíritu Santo.
Lectura de la primera Tesalonicenses 5, 16-24
16 Estén siempre alegres, 17 oren sin cesar, 18 den gracias por todo. Eso es lo que quiere Dios de ustedes como cristianos. 19 No apaguen el fuego del espíritu, 20 no desprecien la profecía, 21 examínenlo todo y quédense con lo bueno, 22 eviten toda forma de mal. 23 El Dios de la paz los santifique completamente; los conserve íntegros en espíritu, alma y cuerpo, e irreprochables para cuando venga nuestro Señor Jesucristo. 24 El que los llamó es fiel y lo cumplirá.
Ante el anuncio de la llegada del Salvador, nuestro corazón debe llenarse de alegría y comunicarla a otras personas. La Virgen, con el niño en su vientre, va donde su prima Isabel y solo su presencia contagia a Isabel y al hijo de esta que salta en su vientre y quedan ambos llenos del Espíritu para realizar la misión a la que Dios los llama: preparar el corazón de la gente para que reciba a Jesús. En esta lectura veremos cuál es la Misión de Juan: ser testigo de la luz para que alumbre a todos los hombres.
Proclamación del evangelio de san Juan 1, 6-8, 19-28
6 —Apareció un hombre enviado por Dios, llamado Juan, 7 que vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creyeran por medio de él. 8 Él no era la luz, sino un testigo de la luz.
19 Éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos [le] enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle quién era. 20 Él confesó y no negó; confesó que no era el Mesías. 21 Le preguntaron: —Entonces, ¿eres Elías? Respondió: —No lo soy. — ¿Eres el profeta? Respondió: —No. 22 Le dijeron: — ¿Quién eres? Tenemos que llevar una respuesta a quienes nos enviaron; ¿qué dices de ti? 23 Respondió: —Yo soy la voz del que grita en el desierto: Enderecen el camino del Señor, según dice el profeta Isaías.
24 Algunos de los enviados eran fariseos 25 y volvieron a preguntarle: —Si no eres el Mesías ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas? 26 Juan les respondió: —Yo bautizo con agua. Entre ustedes hay alguien a quien no conocen, 27 que viene detrás de mí; y [yo] no soy digno de soltarle la correa de su sandalia. 28 Esto sucedía en Betania, junto al Jordán, donde Juan bautizaba.
Se nos presenta a Juan Bautista como un simple hombre. Ante el cuestionamiento de los judíos, responde con sinceridad y humildad: no soy el Mesías, no soy Elías, no soy el profeta. Soy el enviado por Dios para dar testimonio de la luz y de la vida para que nosotros pudiéramos creer en Jesús, el Mesías y tener luz, claridad en nuestra vida y al mismo tiempo vida, amor. Juan bautiza a la gente para que se arrepientan de sus pecados y arrepentidos tengan los ojos abiertos para creer en Jesús y acogerlo. Mientras dejemos que el pecado dirija nuestra vida nunca seremos capaces de conocer a Jesús y entregarnos a Él. Vivimos en un mundo donde prescindimos de Jesús y lo vemos a Jesús como un pasado que ya no nos sirve. Sin embargo si quitamos a Jesús de nuestra vida personal, matrimonial, de trabajo, todo se hace en nosotros un revuelto. Hoy nos escandalizamos, con mucha razón, de los asesinatos de mujeres pero también de hombres y queremos buscar algún camino para salir de este enredo. No se logra con la cárcel, ni con los consejitos. Solo cuando nos abramos a Jesús, sentiremos la fuerza de la verdad, del amor, de la vida y los esposos podrán vivir en armonía, aprender a callar, ser fieles y así ayudarse y corregirse con amor y nos entendemos. Podremos salir de esta pandemia y lograr que se pueda trabajar y superar estos problemas pero no seremos capaces de entendernos en el pecado porque el demonio sigue engañándonos.
Juan es simplemente una voz como lo había anunciado el Profeta Isaías: Una voz en el desierto que anuncia la llegada del Mesías pero que no se impone. Podemos rechazarla. De hecho muchos han dejado a Jesucristo y lo rechazan: fuera de mi vida. Pero Dios tiene misericordia para el pecador y nos habla a través de la Iglesia para que abramos nuestro corazón a creer en Jesús. Desgraciadamente muchos no conocen esa voz, no la aceptan porque el pecado es más fuerte ni dejan que el Espíritu Santo les cambie el corazón. ¿Conozco yo la voz del enviado de Dios? ¿Estoy dispuesto a seguir a Jesús? ¿Quiere que me cambie mi vida?
Juan Bautista es la voz al otro lado del rio Jordán por donde los israelitas pasaron a la tierra. ¿Quieres pasar a la Tierra Prometida, al Reino de Dios? Este reinado viene a nosotros con la persona de Jesús. Jesús nos quiere regalar el don del Espíritu Santo para transformarnos. Pero debemos aprender a estar en el silencio porque allí es donde se oye la voz de Jesucristo.
Por eso este tiempo es un tiempo de penitencia, de negar nuestros caprichos, de vaciar nuestro corazón para dejar sitio a Jesús. ¿Estamos dedicando algún tiempo a rezar, a leer la Palabra de Dios? Estos días empieza la novena de navidad. Esta novena nos debe llevar a escuchar la palabra, a rezar, a dar tiempo a Jesús. Esta novena la hacemos con la Virgen que nos trae a Jesús. Vivamos en recogimiento, en oración para aguardar a Jesús. El Rosario, que forma parte de la novena, nos ayuda a estar con María, esperando a Jesús.
Para la oración de los fieles
-Para que en este adviento sigamos alimentando nuestra esperanza, profundizándola y compartiéndola, roguemos al Señor
-Por todos los que en estos días cercanos a la navidad se sienten tristes o nostálgicos, lejos de sus familias, en soledad... para que la potencia de su amor supere todas esas distancias y les haga sentirse en comunión universal...
-Para que nos preparemos a la celebración de la navidad con realismo tratando de hacer que "efectivamente nazca Jesús" a nuestro alrededor...
-Para que la lejanía en que hoy día se ubica la utopía que todos los soñadores buscamos, no nos conduzca a la resignación o al fatalismo, sino que quede superada en la constancia, en la fe sin claudicaciones, en la resistencia y el esfuerzo por acercar una y otra vez la utopía del Reino...
-Para que en estas vísperas de navidad la austeridad de Juan Bautista, el precursor, nos recuerde que la sobriedad en el gasto motivada por el deseo de compartir con los más necesitados...
-Para que en Navidad y en todos los tiempos la Iglesia sea, como Jesús, Buena Noticia para los pobres, para todos los hombres y mujeres necesitados de amor y de justicia…
Oración comunitaria
Oh Dios y Padre-Madre de nuestro Señor Jesucristo: al acercarse las entrañables fiestas de la navidad te pedimos que hagas aflorar en nuestras vidas lo mejor de nuestro propio corazón, para que podamos compartir con los hermanos que nos rodean tu ternura, tu mismo amor, del que nos has hecho partícipes. Haz que lo vivamos como lo vivió Jesús, nuestro hermano, que contigo vive y reina, y con nosotros vive y camina, por los siglos de los siglos. Amén.
P. Vicente Pérez.
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