Año de gracia. ADVIENTO

 

 Reflexión. Primer domingo de Adviento.

 

Con este domingo empezamos el nuevo año litúrgico en que nos disponemos a celebrar nuevamente los misterios de Jesucristo, del Padre que nos lo manda y con el Espíritu Santo lleva a cabo la obra de nuestra salvación. Por eso la Iglesia nos invita a acoger este misterio, dejándonos conducir por Jesucristo al Padre con la ayuda del Espíritu Santo.

Por eso en estos días debemos decir continuamente la oración: Ven, Señor, Jesús, no tardes. Acoger a Jesucristo como la Virgen lo acogió en sus entrañas y celebrar con Ella la presencia de Jesús en medio de nosotros: Dios con nosotros. En Navidad entramos en este misterio y no nos dejaos llevar por las luces, las fiestas sino entramos en el misterio de Jesús.

Se habla de tres venidas. La primera que tiene sus raíces en el Antiguo Testamento donde se anuncia y se ruega que Dios mande un Salvador y anuncia que nacerá de una Virgen. ¡Ojalá se abran los cielos y broten al Salvador! También nosotros nos reunimos para pedir ese mismo Salvador nacido de la Virgen. Adviento celebra la venida en carne de Jesucristo.

Una Segunda venida de Jesús cuando le pedimos a Jesús que venga a nosotros y Él viene cuando menos lo esperamos. Una iluminación en la oración, en la escucha de la Palabra, en la recepción de los sacramentos. Es un encuentro que lleva a cambiar nuestra vida. Así le pasó a san Pablo camino de Damasco, a san Pedro cuando va en casa del centurión Cornelio. Llegó el Señor y su vida se transformó. El Salvador está ya en medio de nosotros.

Una tercer venida cuando venga Jesús a llevarnos el día de nuestra muerte o en la resurrección. Dios nos llevará con Él si le hemos sido fieles. Acojamos y esperamos a Jesús. Preparémonos a su venida. Todas estas venidas están en función de la última para llevarnos al cielo. Adviento es espera, vigilancia.

 

Lectura de Isaías 63, 16-17 y 64, 1, 3-8

 

16 Tú, Señor,  eres nuestro padre; tu Nombre de siempre es Nuestro Redentor.

17 Señor, ¿por qué nos extravías lejos de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te respete?

Vuélvete, por amor a tus siervos, a las tribus que te pertenecen.

18¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes 1 con tu presencia. Bajaste y los montes se derritieron en tu presencia.

3 Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios fuera de ti que hiciera tanto por el que espera en él. 4 Sales al encuentro del que practica gozosamente la justicia y tiene presentes tus caminos.

Estabas enojado, y nosotros fracasamos: aparta nuestras culpas y seremos salvos. 5 Todos estábamos contaminados, nuestra justicia era un trapo sucio; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. 6 Nadie invocaba tu Nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; porque nos ocultabas tu rostro y nos entregabas al poder de nuestra culpa.

7 Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: todos somos obra de tu mano. 8 No te irrites tanto, Señor, no recuerdes siempre nuestra culpa: mira que somos tu pueblo. ¡Palabra de Dios!

El pueblo de Israel está en el destierro de Babilonia y es consciente de que son sus pecados los que le tienen allí. Ahora reconoce que Dios es nuestro Padre, nuestro Redentor y le pedimos que vuelva a nosotros sus ojos, que abra los cielos, que venga a nosotros.

El Señor baja a nosotros cuando se hace hombre como nosotros y sale a nuestro encuentro. Navidad es esta primera venida en que Dios se hace hombre, para tomar nuestros pecados y redimirnos. Estamos manchados por el pecado; Somos impuros, nuestra honradez es un paño manchado. Nuestras culpas nos arrebatan. Llega este tiempo de adviento y nos pone la esperanza en Jesús para que reconozcamos nuestros pecados, nos arrepintamos y sintamos la fuerza del amor de Dios en nosotros. Hay que aferrarse a Jesús y no soltarlo. Encontré el amor de mi vida y no lo suelto porque lo necesito. Por eso este tiempo es un tiempo de gracia para buscar, encontrar a Jesús y su misericordia porque sentimos  su necesidad. 

 

 

Salmo 79,2-3, 15-16, 18-19

 

Señor, Dios nuestro, restáuranos,  que brille tu rostro y nos salve

2 Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño,

entronizado sobre querubines, resplandece  Despierta tu poder y ven en nuestro auxilio.

Señor, Dios nuestro, restáuranos.  que brille tu rostro y nos salve

15 Dios Todopoderoso, vuélvete, mira desde el cielo, fíjate,

e inspecciona esta viña: 16 cuida lo que tu diestra trasplantó, el esqueje que hiciste vigoroso.

Señor, Dios nuestro, restáuranos,  que brille tu rostro y nos salve

18 Que tu mano proteja a tu elegido, al hombre que hiciste vigoroso.

19 Y nunca nos alejaremos de ti; danos vida e invocaremos tu Nombre.

Señor, Dios nuestro, restáuranos,  que brille tu rostro y nos salve

 

 

Escuchemos a san Pablo en los Corintios 1, 3-9

 

Hermanos: 3 Gracia y paz a ustedes de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con vosotros.

4 Siempre doy gracias a mi Dios por ustedes, por la gracia que Dios les ha dado en Cristo Jesús.

5 En efecto, por él han recibido todas las riquezas, las de la palabra y las del conocimiento. 6 El testimonio sobre Cristo se ha confirmado en ustedes, 7 por eso mientras aguardan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don espiritual. 8 Él los mantendrá firmes hasta el final para que en el día de nuestro Señor Jesucristo sean irreprochables. 9 Porque Dios es fiel y Él los llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo Señor nuestro. ¡Palabra de Dios!.

San Pablo escribe a los cristianos de Corinto que él ha evangelizado y da gracias a Dios por los dones que han recibido de Él. Así pueden anunciar a Jesucristo con gozo y alegría para que otros se conviertan. Sienten la necesidad de convertirse, de anunciar a otros el evangelio porque esperamos  a la última venida de Cristo cuando venga a juzgarnos y Jesús no nos condenará sino que nos llamará a entrar en su Reino. Dios quiere ser fiel a nosotros dándonos sus dones para que vivamos una vida santa. Aprovechemos ese tiempo de gracia y dejemos que Jesucristo entre en nuestro corazón, nos llene de sus dones de amor y nos prepare al encuentro con Él en el día de nuestra muerte. Aguardemos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él nos mantendrá firmes hasta el final. 

 

Escuchemos el evangelio de San Marcos 13, 33-37

 

En aquel tempo dejo Jesús a sus discípulos: 33 ¡Estén atentos y despiertos, porque no conocen el día ni la hora! 34 Será como un hombre que se va de su casa y se la encarga a sus sirvientes, distribuye las tareas, y al portero le encarga que vigile.

35 Así pues, estén atentos porque no saben cuándo va a llegar el dueño de casa, si al anochecer o a medianoche o al canto del gallo o de mañana; 36 que, al llegar de repente, no los sorprenda dormidos. 37 Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡Estén atentos! ¡Palabra del Señor!

Jesús nos habla del final del mundo cuando nosotros tendremos que comparecer ante el Juez, Jesucristo, que nos amó hasta dar la vida por nosotros. No sabemos cuándo será eso. Sólo Dios lo sabe. Nosotros, mientras tanto, debemos vigilar, esperar, estar atentos porque no sabemos cuándo será. Si ahora Cristo nos ofrece un tiempo de espera es para que nos preparemos a este encuentro con el Señor. ¡Ay de nosotros si nos dormimos y nos despreocupamos! Nos dormimos cuando dejamos que el pecado se adueñe de nuestra vida y nos da lo mismo pecar o no hacerlo. Ahora es un tiempo de gracia para entrar en conversión, buscando a Dios, dejando el pecado, arreglando nuestra vida para que el Señor nos encuentre con el corazón limpio. 

 

Por eso el Señor nos hace experimentar un deseo de Jesús, de navidad que es Jesús para arrepentirnos. Nos da a todos nosotros un momento de gracia para que descubramos a Jesús. ¡Qué gracia tan grande recibir los sacramentos, escuchar su Palabra, vivir dentro de la comunidad cristiana cada domingo sobre todo! Nos preparamos a recibir a Jesús si examinamos nuestra conciencia y al ver nuestros pecados, nos arrepentimos sinceramente con dolor, nos confesamos y luchamos contra el mal. Si hemos hecho daño a alguien, nos reconciliamos, pedimos perdón. Participamos en la Eucaristía, recibimos a Jesús, dialogamos con él y le contamos nuestras maldades y le damos gracias por lo bueno que Él ha permitido que hagamos. Adviento es acoger esa palabra de Jesús, leerla pensando qué es lo que me dice a mi vida. Así nos purificamos de nuestras maldades y Navidad será el encuentro con Dios para no alejarnos y sentiremos a Jesús que se hace presente a nosotros y navidad será navidad, no folclore.


 

Para la oración de los fieles 

 

·        Por la Iglesia, para que dé testimonio de la Salvación del Evangelio y anime con su esperanza a todas las personas. Oremos.

 

·        Por todas las situaciones de injusticia, explotación y violencia en que viven muchas personas en el Hogar, para que confrontemos con ellas nuestra esperanza y nos agarremos a Jesucristo. Oremos.

 

·        Por todas las personas de buena voluntad, por los sencillos, por los hijos de las familias, para que nunca caigan en la trampa de dejarse convencer por los llevan la maldad en sus corazones. Oremos.

 

·        Por todos los que nos preparamos a celebrar la Navidad, para que la preparemos sobre todo en la transformación de nuestro corazón y nuestra vida. Oremos.

 

Por los obreros y campesinos, por los emigrantes, para que dejen de ser las víctimas del progreso y el bienestar de los países ricos y poderosos. Oremos.

 

·        Por todos nosotros, para que respondamos a la llamada a estar vigilantes, para bien morir y bien vivir. Oremos.

 

Oración comunitaria

 

Oh Misterio inefable de Navidad que sustentas el ser y la vida, acoge nuestro deseo de caminar la vida confiados en la bondad de Jesucristo y su Madre santísima u manifestemos al mundo a Jesucristo que vive y reina. Amén.

 

 

P. Vicente Pérez.

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