Todos los santos

 


Reflexión. Todos los Santos.

1º de noviembre.

Por nuestra fe nosotros sabemos que hay tres fases de la Iglesia. La Iglesia terrestre en que nos debemos preparar en santidad y dentro de la comunidad cristiana, para la iglesia celeste. Tenemos después la Iglesia purgante en que debemos purificarnos de nuestros pecados antes de entrar en la Gloria del cielo. Es el día de difuntos en que nosotros debemos invocar la misericordia de Dios sobre nuestros hermanos para que sean purificados de todo lo malo que hayan hecho. No olvidemos de rezar por ellos, ofrecer la santa Misa y alguna obra de misericordia. Y por fin la Iglesia celeste cuando Dios nos lleve junto a Él y ya no existirá llanto ni dolor sino que todos gozaremos de Dios.
 
Hoy nos hemos reunido para festejar a Dios que por su gran bondad nos ha limpiado de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un reino eterno y lleno de amor. Bendecimos hoy a esta muchedumbre de todas las naciones que está ante el trono de Dios y alimentaremos nuestra esperanza en Dios que un día nos llevará con El.

Primera lectura del Libro del Apocalipsis 7, 2-4, 9-14.

Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello de Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: No dañéis a la tierra ni al mar, ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios.
Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel. Después vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: ¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!
Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes, cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo: Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Y uno de los ancianos me dijo: Esos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de ¿dónde han venido?
Yo le respondí: Señor mío, tú lo sabrás.
Él me respondió:
Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero.
 
El Libro del apocalipsis nos presenta al apóstol san Juan ante los bienaventurados del cielo en un día domingo. Es una muchedumbre enorme de toda raza, pueblo o nación que están ante el Trono de Dios y aclaman al Señor y al Cordero Jesús que está vestido con una túnica blanca de sumo sacerdote que ha vencido la muerte y el pecado. Se postran ante el misterio de Dios y lo adoran, lo aclaman porque con la Sangre del Cordero hemos sido librados de nuestros pecados y hemos sido transformados en un reino de Dios. Ahora están vestidos con túnicas blancas porque participan de Jesús resucitado como nosotros cuando fuimos bautizados. La túnica Blanca es señal que participamos de la victoria de Jesús en su resurrección.
 
Nos dice que eran 144.000 pero este número es solo simbólico. El número 12 significaba tanto como "totalidad" de Israel y de la humanidad. El número 1.000 "muchedumbre". Israel es el pueblo de Dios. Suponiendo que cada tribu fuera una "muchedumbre" (=1.000), la "totalidad (=12) de cada tribu sería 12.000 miembros y la "totalidad" de Israel (con sus 12 tribus) sería 144.000 miembros. De ahí que este número signifique simplemente la totalidad de los elegidos, porque después se nos dice que eran una multitud que nadie podría contar de todas las naciones.
 
Estamos marcados porque pertenecemos a Dios y al Cordero. Nosotros debemos cantar el honor, la Gloria por los silos de los siglos- Este cantico solo pueden cantarlo los redimidos del Señor, sólo ellos lo entienden. Sólo ellos gozan con el Señor.
 
Por eso es la fiesta de los que ya han sido salvados y están ante el trono de Dios y nos da la esperanza a nosotros de que también seremos introducidos en la Gloria de Dios para siempre. Ellos interceden ante Dios por todos nosotros y por eso debemos exponerles nuestras dificultades para que ellos las presenten ante Dios.

SALMO RESPONSORIAL Salmo 23, 1-2, 3-4ab, 5-6.

R. Éstos son los que buscan al Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena el orbe y todos sus habitantes: Él la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos.
R. Éstos son los que buscan al Señor.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón.
R. Éstos son los que buscan al Señor.
Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación
Este es el grupo que busca al Señor
Que viene a tu presencia, Dis de Jacob.

SEGUNDA LECTURA.

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-3.

Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a Él.
Queridos: ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es.
Todo el que tiene esta esperanza en Él, se hace puro como puro es Él.
 
Ya desde ahora somos hijos de Dios y lo somos de verdad. Por eso como Hijos estamos llamados a llamar a Dios: Padre porque estaremos para siempre con Dios y nadie nos podrá separar de Él. Ya desde ahora lo somos aunque aparezca como oculto pero un día se manifestará claramente que somos hijos de Dios y por eso herederos de Él. Por eso estaremos en nuestra casa que pues es la casa de los hijos y nadie nos echará de ella y viviremos para siempre con Dios.

E V A N G E L I O.

Proclamación del Evangelio según san Mateo 5, 1-12a.

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos; y Él se pudo a hablar enseñándolos:
Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos los sufridos,
porque ellos heredarán la Tierra.
Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Dichosos los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
 
¿Quiénes son los santos? Los que han elegido a Dios como a nuestro Padre. Se han dado cuenta que la felicidad no está en los criterios del mundo sino en Dios.
 
Santos los que han elegido ser pobres y no poner nuestro corazón en las riquezas de este mundo, los que han elegido ser humildes y sencillos sin buscar ambiciones ni grandezas humanas. El que se humilla será ensalzado pero quien se ensalza será humillado.
 
Son santos los que han elegido saber sufrir y llevar sobre sus hombros los sufrimientos y dolores de la humanidad y saben que Dios está con ellos y en medio de sus sufrimientos y no responden al mal con el mal sino perdonando y haciendo el bien. No buscamos los honores del mundo sino la alegría de estar con Dios. Así conquistaremos el amor de los demás y esa será nuestra riqueza.
 
Somos dichosos cuando aprendemos a saber llorar por las maldades de la gente como aquellas mujeres a quienes Jesús les decía que no lloren por él sino por los pecadores para que se conviertan y se salven. ¡Qué bien lo entendió santa Mónica y vio que su hijo volvía a ser Hijo de Dios y heredero de la Gloria! Santa Mónica quedó consolada y llena de gozo al ver a su hijo como Hijo de Dios. Este mundo ya no le llenaba.
 
Son felices los que tienen hambre y sed de salvación y buscan a Jesús que es su felicidad. Hambre de Jesús, su evangelio, su compañía. El gozo ya no es de este mundo. Jesús nos llena de él.
 
Dichosos los misericordiosos, no los vengativos. Perder para ganar a Dios, el amor de los demás. Parece que somos victoriosos cuando salimos imponiéndonos ante los demás y humillándolos. Misericordia es la razón de nuestra vida y lo que nos llena el corazón.
 
Felicidad no en el pecado sino en la limpieza del pecado siempre. Un corazón limpio, sin dobleces, sin engaños es el corazón que agrada a Dios y nos pone en actitud de reencuentro con los hermanos. Veremos a Dios y gozaremos de él. ¡Infelices los tramposos!
 
Dichosos los que trabajan por la justicia, haciendo siempre el bien y no el mal.
Bienaventurados cuando hablen mal de nosotros y respondemos haciendo el bien. Sufrimos para que los otros no sufran. Cargamos con el pecado de los demás y hacemos el bien.
 
La Eucaristía es la presencia de Jesús en medio de nosotros y nos transmite lo que es el bien, la felicidad. Recibir a Jesús es dejarse llenar de él para darle al mundo y se salve.

Para la oración de los fieles

  • Por todos los hombres y mujeres, de todas las religiones del mundo, que se sienten poderosamente atraídos por Dios y deciden consagrar su vida enteramente a su búsqueda y a su amor: para que Dios, que se deja invocar más allá de cualquier nombre o rostro concreto, se les haga accesible y colme sus deseos de santidad, roguemos al Señor.
     
  • Por todos los que buscan la santidad por caminos esotéricos, hechos de "preceptos humanos" que poco tienen que ver con la voluntad revelada de Dios; para que ajustemos  todos nuestros criterios de santidad al criterio del evangelio, expresado en las  bienaventuranzas y la construcción del Reino anunciado por Jesús...
     
  • Para que la comunidad cristiana viva las bienaventuranzas proclamadas por Jesús en este  mundo que en muchos casos busca los valores contrarios, y para que se sienta con ello  verdaderamente feliz, bienaventurada...
     
  • Para que los seguidores de Jesús superemos nuestra fijación a la ley mosaica, y  examinemos también nuestra conciencia por las bienaventuranzas, verdaderos  "mandamientos" del nuevo Moisés, Jesús...

Oración comunitaria

Oh Dios, Padre y Madre de todos los hombres y mujeres del mundo, que nos llamas a ser santos como sólo Tú eres santo; danos tu Espíritu, para que nos ayude a buscar la santidad por ese camino concreto que nos has revelado: Jesús, tu Hijo, anunciador y luchador del  Reino, que vivió en plenitud las bienaventuranzas que proclamó, bienaventuranzas que  también a nosotros nos han de hacer santos y bienaventurados. Por el mismo Jesucristo N.
 
P. Vicente Pérez.

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