MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES
Reflexión. Decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario.
Lectura de Isaías 55, 1-3.
1 ¡Atención, sedientos!,
vengan por agua,
también los que no tienen dinero:55
vengan, compren trigo,
coman sin pagar,
vino y leche gratis.
2 ¿Por qué gastan dinero
en lo que no alimenta?,
¿y el salario
en lo que no deja satisfecho?
Escúchenme atentos,
y comerán bien,
se deleitarán con platos sustanciosos.
3 Presten atención y vengan a mí,
escúchenme y vivirán.
Sellaré con ustedes alianza perpetua,
la promesa que aseguré a David.
Salmo 144, 8-9 15-18.
Abres tú la mano, Señor
Y nos sacias de favores
8 El Señor es clemente y compasivo,
lento a la ira y rico en amor;
9 el Señor es bueno con todos,
tierno con todas sus criaturas.
Abres tú la mano, Señor
Y nos sacias de favores
15 Los ojos de todos te están aguardando:
tú les das la comida a su tiempo;
16 tú abres la mano y colmas
de bienes a todo viviente.
Abres tú la mano, Señor
Y nos sacias de favores
17 El Señor es justo en todos sus caminos,
fiel en todas sus acciones.
18 El Señor está cerca de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.
Abres tú la mano, Señor
Y nos sacias de favores
Lectura de la carta los Romanos 35,37-39.
35 ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada? 36 Como dice el texto: Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte, nos tratan como a ovejas destinadas al matadero. 37 En todas esas circunstancias salimos más que vencedores gracias al que nos amó.
38 Estoy seguro que ni muerte ni vida, ni ángeles ni potestades, ni presente ni futuro, ni poderes 39 ni altura ni hondura, ni criatura alguna nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.
Proclamación del Evangelio según s. Mateo 14,13-21.
En aquel tiempo 13 Al enterarse Jesús de la muerte de Juan el bautista, se fue de allí en barca, él solo, a un paraje despoblado. Pero lo supo la multitud y le siguió a pie desde los poblados. 14 Jesús desembarcó y, al ver la gran multitud, se compadeció y sanó a los enfermos. 15 Al atardecer los discípulos fueron a decirle:
—El lugar es despoblado y ya es tarde; despide a la multitud para que vayan a los pueblos a comprar algo de comer.
16 [Jesús] les respondió:
—No hace falta que vayan; denle ustedes de comer.
17 Respondieron:
—Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados.
18 Él les dijo:
—Tráiganlos.
19 Después mandó a la multitud sentarse en la hierba, tomó los cinco panes y los dos pescados, alzó la vista al cielo, dio gracias, partió el pan y se lo dio a sus discípulos; ellos se lo dieron a la multitud. 20 Comieron todos, quedaron satisfechos, recogieron las sobras y llenaron doce canastos. 21 Los que comieron eran cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Los domingos del tiempo ordinario tienen dos lecturas que se complementan: la primera lectura está tomada del antiguo testamento y va en consonancia con la lectura del evangelio. La segunda lectura está tomada de san Pablo y no siempre coinciden con las otras lecturas.
En este domingo 18 del tiempo ordinario se nos presenta a la llamada a todo el pueblo de Israel para que busquen al Señor que está presente para saciar el corazón de todos. Y lo que nos sacia no son cosas externas sino la Palabra del Señor que ilumina todas las realidades de nuestra vida. No cuesta dinero físico Solo debemos escuchar y acoger la Palabra del Señor. Por eso nos dice que si estamos sedientos de Dios, búsquenlo que está ahí presenta para darse a sí mismo, nada menos que Dios se dona para llenar nuestro corazón. ¿Sentimos nosotros este deseo de Dios y lo buscamos, lo escuchamos, lo comemos en la Eucaristía? A veces la gente piensa en comer, beber, divertirse, bailar y creen que esto lo llena. Todas estas personas están a merced de los virus que entran y nos matan. El problema nuestro no es el virus sin la falta de Dios en cada uno de nosotros y por eso las incomprensiones, las rebeldías, el pecado y no se resuelven los problemas económicos, afectivos sino dejándose llenar de Dios. Nuestro corazón no se llena sino con Dios, decía san Agustín en el siglo 4º.
El evangelio de este domingo presenta a Jesús que va a refugiarse en un lugar desértico, donde no vive gente. Herodes ha hecho matar a Juan Bautista y Jesús sabe que aún no ha llegado su hora y por eso se retira para tener una experiencia de Dios, su Padre pero la gente no le deja tranquilo. La gente tiene hambre y sed de Dios y Jesús tiene una palabra para ellos. Él es la Palabra de Dios. Jesús deja a un lado su descanso para entregarse a la gente porque las ve como personas sedientas de Dios y tiene lastima de ellas, porque las ama y no quiere que ninguna de ellas se pierda sino que se encuentren con Dios. Jesús tendrá siempre esta actitud como con la pecadora que se arrodilla ante él en la casa del fariseo y al verla llorar, se duele, le perdona, le da una Palabra y ahora puede marcarse porque Dios está con ella. Jesús se compadece de los enfermos: leprosos, ciegos, cojos y con muchas otras enfermedades y a todos les da amor.
Aquella gente sigue a Jesús. Están en despoblado y nadie tiene comida. Solo un joven tiene cinco pescados y dos panes pero es nada para la multitud que allí había.
Jesús ante los apóstoles que le dijeron que los mandara a sus casas para que coman, les da enseguida una respuesta según Dios. Con ese poquito se puede dar de comer a la gente. Los apóstoles pensaban en el dinero para comprar víveres; Jesús piensa en los mismos apóstoles, en nosotros que debemos dar con alegría y generosidad Jesús enseguida los manda que se sienten como señores que han venido a ser servidos y los apóstoles deben hacer este oficio: servir, dar para que la gente tenga vida en abundancia.
Alguien menciona a un joven con sus pescados pero eso no es nada. El joven deja sus pescados para ofrecerlos a Jesús y por medio de él a la gente. Jesús hace una oración de acción de gracias al Padre como Jesús lo hará en la última cena. Y ahora los apóstoles reciben el encargo de Jesús: denles de comer y se ponen a repartir, no se sabe si lo hacían creyendo que se iría a resolver el problema pero al empezar a hacerlo, los apóstoles ven que el pan y el pescado se reparten, no se acaba, todos comen, se sacian.
Este episodio nos lleva a algunas reflexiones. Hoy hay mucha gente que pasa hambre, sobre todo en este tiempo de hambruna, muchos mueren de hambre en distintas partes del mundo. Pensaríamos que se necesita dinero para comprar como pensaban los apóstoles pero Jesús dice: den ustedes de comer. De lo que nosotros demos con generosidad, se ayudará a resolver el problema del hambre y sentiremos que todos comen y sobra. Hoy necesitamos gente que piense en los demás y compartan con generosidad.
Pero este episodio anuncia a Jesús dando gracias al Padre, y repartirá otro Pan, El Pan de vida eterna. Mi Carne es verdadera comida, y mi Sangre, verdadera bebida. Quien come de esta carne, no morirá para siempre sino que resucitará. Nos parece que esto es difícil pero podemos decir como Pedro que Jesús tiene Palabras de vida eterna y todo el que desee comer de este pan, vivirá para siempre. Cada domingo Jesús nos da su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía y nosotros estamos llamados a acercarnos a ella. Isaías nos ha dicho hoy. Escúchenme atentos, y comerán bien, se deleitarán con platos sustanciosos. Presten atención y vengan a mí, escúchenme y vivirán.
En la carta los Romanos que hemos escuchado se nos habla de la experiencia que debemos tener cada uno de nosotros sobre el amor de Jesucristo. Quien ha contemplado el amor de Jesús que le llevó a morir en la cruz, que se entregó por nosotros, se agarra a Jesús, encuentra el amor de su vida y no lo soltará. Podemos tener problemas pero todo lo superamos con la experiencia de Jesús. San Pablo pasó hambre, desnudez, persecuciones, insultos pero nadie pudo apartarle de Jesús. ¡Cuántos santos a lo largo de la historia han tenido que sufrir por Jesús hasta dar la vida por Él! Nadie pudo vencerlos. Todo lo puedo en aquel que lo conforta, decía Pablo. Nadie puede apartarnos del amor de Jesús, Señor nuestro. Miremos a Jesús en la cruz, sintamos su amor, su Gracia y ahora podemos dar la cara por Jesús. Ahora podemos sacrificarnos para ayudar al prójimo y esto con alegría. La Eucaristía nos da a Jesús y su amor.
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