Jesús, el Mesías desde la Cruz

 

Reflexión. Domingo vigésimo primero del tiempo ordinario.

En la primera lectura de Isaías nos presenta al mayordomo de la casa de David que no ha sido fiel a Dios y ahora le quita las llaves, le manda cambiar la ropa de mayordomo y le manda de su palacio. Busca a otro mayordomo que será Eliacin a quien entrega las llaves, es decir, los plenos poderes sobre el palacio de David. Así anunció que Jesús entregará a Pedro los plenos poderes sobre la Iglesia con las palabras: lo que ates en la tierra, quedará desatado en el cielo.

Lectura del profeta Isaías 22,19-23.

19 Te echaré de tu pueblo, te destituiré de tu cargo. 20 Aquel día llamaré a mi siervo Eliacin, hijo de Jelcías: 21 le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será un gober-nante para los habitantes de Jerusalén y para el pueblo de Judá. 22 Le pondré en el hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá. 23 Lo hincaré como un cla-vo en sitio firme, dará un trono glorioso a su familia;

Salmo 137, 1—2, 2-3, 6y 8.

Señor, tu misericordia es eterna, No abandones la obra de tus manos. 1 Te doy gracias de todo corazón; frente a los Ángeles cantaré para ti. 2 Me postraré hacia tu santuario, dando gracias a tu Nombre. Señor, tu misericordia es eterna, No abandones la obra de tus manos. Por tu amor y tu fidelidad; porque tu promesa supera a tu fama. 3 Cuando te llamé, me escuchaste, fortaleciste mi ánimo. Señor, tu misericordia es eterna, No abandones la obra de tus manos. 6 Excelso es el Señor y mira al humilde, desde lejos conoce al soberbio. 8 Que el Señor me defienda mientras viva. ¡Señor, tu Nombre es eterno, no abandones la obra de tus manos! Señor, tu misericordia es eterna, No abandones la obra de tus manos.

Lectura de la carta de san Pablo a los romanos 11, 33-36.

33 ¡Qué profunda es la riqueza, la sabiduría y prudencia de Dios! ¡Qué insondables sus deci-siones, qué incomprensibles sus caminos! 34 ¿Quién conoce la mente de Dios? ¿Quién fue su consejero? 35 ¿Quién le dio primero pa-ra recibir en cambio? 36 De él, por él, para él existe todo. A él la gloria por los siglos. Amén.

Proclamación del evangelio según s. Ma-teo 16,13-20.

13 Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Felipe, preguntó a los discípulos: —¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hom-bre? 14 Ellos contestaron: —Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, que es Elías; otros, Jeremías o algún otro pro-feta. 15 Él les dijo: —Y ustedes, ¿quién dicen que soy? 16 Simón Pedro respondió: —Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. 17 Jesús le dijo: —¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre del cielo! 18 Pues yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia, y el imperio de la muerte no la vence-rá. 19 A ti te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo; lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. 20 Entonces les ordenó que no dijeran a nadie que él era el Mesías. 
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Jesús ha regresado de la región de Tiro Y Sidón donde había curado a una niña, hija de una mujer cananea por la fe que ha puesto en Jesús. Ahora Jesús se en-cuentra en Cesárea de Filipo, una población que había recibido ese nombre del emperador César.
 
Jesús se retira de la gente para estar con sus discípulos e instruirlos. Se pone frente a sus discípulos para hacerles una pregunta que también nos hace a nosotros. ¿Quién soy yo para la gente? No es una pregunta teórica sino práctica que nos la hace Jesús también a nosotros. ¿Quién soy yo en tu vida? ¿Piensas que yo soy capaz de dirigir tu vida? ¿Piensas en Jesús cuando tienes que hacer algo y actúas sin su Voluntad? Todos estamos llamados a responder y para no quedar mal, a veces le damos cualquier respuesta. Tú eres el Señor del gran poder. Tú eres el Cristo del consuelo. Tú eres el médico de nuestras enfermedades. Tú eres el que nos das la salud, el que nos das trabajo. Podemos decir que Jesús tiene algo de esto pero ¿Eso es todo?
 
¿Qué le dice Pedro, ayudado por Dios Padre? Tú eres el Hijo de Dios, el Mesías. Pedro puede decir esto porque ha tenido la luz de Dios Padre. Esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre sino mi Padre que está en el cielo. Pedro irá haciendo experiencia de lo que le ha iluminado el Padre Dios, ayudado por el Hijo y el Espíritu santo. Dios le da esa luz para iluminar a todos nosotros. Por eso quien escucha a Pedro, escucha a Jesús y puede dar testimonio de Él. Pedro ha entendido el misterio de la persona de Jesús. Él sabe que Jesús es el Hijo de Dios que ha bajado del cielo para tomar nuestra carne, ser uno de nosotros en todo igual a nosotros menos en el pecado. Jesús es el salvador del mundo. Jesús es el que ha tomado sobre sus hombros nuestros pecados pero los ha vencido en la cruz y nos ha dado la vida nueva. Por eso nos dice que nuestros pecados están perdonados y podemos tener la esperanza del cielo. Esta salvación que Pedro nos anuncia es el misterio de la muerte y resurrección de Jesús.
 
El día de Pentecostés Pedro y los demás apóstoles anuncian al pueblo este misterio. Este Jesús a quien ustedes han crucificado, Dios lo ha resucitado de entre los muertos y nos da la vida terna. Jesús es el cordero de Dios que no tiene mancha y ha muerto en favor de nosotros. Por eso podemos creer en Jesús y nos ha dado la vida nueva para amarnos unos a otros con entrega total como Jesucristo la ha hecho para nosotros. Por eso somos el pueblo de Dios. Debemos dar gracias a Dios que nos ha dado al Papa, que hace presente a Pedro, para anunciarnos la buena noticia de Jesús.
 
Esta misión de Pedro no ha quedado anclada en el pasado. Pedro ha recibido la luz del Espíritu santo para dar testimonio de Jesús no solo en el pasado de Pedro sino en nuestra época. ¡Cuántas veces Pedro, el papa, que así lo llamamos, ha tenido que iluminar a muchos cristianos que estaban desorientados de la fe en Jesús y anunciaban otras cosas distintas de Jesús! La garantía de que estamos con Jesús nos la da Pedro, iluminado por el Espíritu Santo. Cuando en una época antigua hubo algunos obispos que decían cosas distintas del evangelio, encontramos al Papa León que les habló a todos y los encaminó por el camino de la Verdad. Pedro ha hablado y todos aceptan las enseñanzas de Pedro, sabiendo que es Jesús quien había hablado. Por eso nosotros debemos estar atentos a las enseñanzas que nos da el Papa de Roma y si tenemos que renunciar a algunas cosas que pensamos nosotros, hagámoslo para estar en comunión con el papa, con Jesús.
 
La fe de los cristianos se funda en la fe de Pedro. Por eso nuestra obediencia a Pedro, es decir, al Papa, como le llamamos nosotros ahora. Nuestra vida cristiana asentada en la fe de Pedro, en la fidelidad a la Iglesia no se va a apartar de Jesús. Decía un obispo del siglo segundo, san Cipriano de Cartago, que murió mártir: Donde está Pedro, está la Iglesia. Nosotros podemos tener la seguridad de no apartarnos de Jesús en la Iglesia.
 
Pedro ha experimentado en su vida que es un gran pecador, que ha negado a Jesús, que ha declarado ante los judíos que no lo conocían ni querían saber nada de Él, que era el Mesías, el enviado de Dios. Ha experimentado que Jesús le ha mirado con amor, le ha perdonado cuando lo negó. ¿Quién es Jesús para Pedro? El que lo ha perdonado y ha hecho una persona nueva gratuitamente, que sabe que tiene Palabras de vida eterna. Por eso comprende que Jesús sea el enviado de Dios para hacernos experimentar la misericordia y el perdón de Dios. Por eso sabe que no hay ninguno otro que nos pueda salvar y se entrega a Jesús aunque tenga que dar la vida por él. Irá a la muerte y morirá crucificado con la cabeza hacia abajo porque no se consideraba digno de Jesús. Pedro ha experimentado que Jesús le ha hecho manso, bueno, amable, cariñoso. Jesús le ha dado la fe, la esperanza, el amor.
 
¿Quién es Jesús? El que está siempre con nosotros en la Eucaristía, en la palabra, en la comunidad, en la penitencia como el misericordioso, el que nos manda al Es-píritu santo, el que no nos deja nunca para guiarnos por el camino del bien. El que tiene palabras de vida eterna. Hoy domingo estamos aquí para experimentar con los demás hermanos en la fe el encuentro con Jesús. Quien se ha encontrado con Jesús ha experimentado su bondad que nos hace buenos, ha experimentado el cambio de vida y por eso sentimos la necesidad de Jesús por-que de Él sale fuerza nueva que nos renueva. A veces Jesús nos da la gracia de experimentar su cruz como nuestra salvación. Jesús es el que nos da la gracia de perdonarnos unos a otros. Cuando está Jesús el matrimonio es una gracia y podemos acercarnos unos a otros. Con Jesús la vida es fácil y llevadera. Pregúntate  en un ambiente de oración: ¿Quién es Jesús para mí? Si no logras descubrirlo aun, pídele que se te manifieste y mira el gran tesoro que Dios te ha dado.
 

Para la oración de los fieles.

  • Para que la Iglesia, con su testimonio, comparta humildemente con los no cristianos su fe y su amor, consecuencia de nuestro seguimiento de Jesús. Roguemos al Señor.
  • Para que nuestra sociedad sepa dar a las cosas su justo valor y ponga su confianza sólo en quien de verdad le puede dar la libertad y la vida. Roguemos...
  • Para que nuestros gobernantes rechacen toda tentación de prepotencia y todo afán de convertirse en señores de los hombres. Roguemos...
  • Para que sepamos reconocer siempre la voluntad de Dios en los acontecimientos y en las personas, y confiemos en Él incluso en aquellos momentos en que no lo entendamos. Ro-guemos...
  • Para que para proclamemos en todo momento que Jesús nos lleva siempre más allá de sí mismo, hacia el Padre, hacia el Reino de Dios. Roguemos...

Oración comunitaria.

Dios, Padre nuestro, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo; inspira a tu pueblo el amor a tu voluntad y la firme esperanza en tus promesas para que, en medio de las dificultades de la vida, se mantenga siempre firme nuestra confianza en Ti y así vivamos gozando de la verdadera alegría. Por Jesucristo.
 
P. Vicente Pérez.

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