El reino para los pequeños



Reflexión. Decimocuarto domingo del Tiempo Ordinario.

Domingo 5 julio 2020.

En este domingo vamos a escuchar el evangelio de Mateo 11, 25-30, relacionado con Zacarías 9, 9-10 donde se nos presenta a Jesús rey que viene a nosotros cabalgando en un asno en señal de sencillez, humildad, mansedumbre. En la carta a los romanos 8, 9-13 se nos presenta al cristiano como el que vive en el espíritu si se deja guiar por Él.

Lectura del profeta Zacarías  9, 9-10.

Alégrate, ciudad de Sión: grita de júbilo, Jerusalén; mira a tu rey que está llegando: justo, victorioso, humilde, cabalgando un burro, una cría de burra. 10 Destruirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén; destruirá los arcos de guerra proclamará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.

El profeta Zacarías nos presenta a nuestro Rey, Jesús que viene montado en un burro en señal de humildad como Jesús lo haría cuando entró en Jerusalén para la pascua. Jesús no es un Mesías grandioso sino humilde y sencillo.

Los apóstoles han regresado de su misión por los distintos pueblos de Galilea. Vienen alegres porque hasta los demonios se les someten y la gente cree en el Mesías. Jesús se emociona al escuchar estas historias de fe y entonces exclama:

Proclamación del evangelio según san Mateo 11, 25-30.

25 En aquella ocasión Jesús tomó la palabra y dijo:
—¡Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! 26 Sí, Padre, ésa ha sido tu elección. 27 Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce al Hijo, sino el Padre; nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo.
28 Vengan a mí, los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. 29 Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy tolerante y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su vida. 30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

Frente a la fe, bendice a Dios que ha revelado las cosas del reino a los pequeños y humildes, los que están abiertos a Dios, a los mansos y a los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de los cielos. En cambio los orgullosos, los entendidos, los que creen que lo saben todo han quedado en la incredulidad y al margen de Jesús. Ante Dios nosotros debemos inclinarnos para pedirle que se digne revelarnos los misterios del Evangelio y no busquemos pretextos para decir que ya me lo sé todo y puedo ponerme por encima del mismo Dios. El que se hace pequeño conoce a Dios y Él se lo rebela. Por eso Jesús alaba al Padre porque revela los misterios a los que se hacen pequeños.
Cuando uno de nosotros cree que todo lo puede, todo lo sabe y no se abre a la acción de Dios, sino que endurece su corazón, este queda fuera del reino.
Jesús, por eso, nos dice que aprendamos de Él que es manso y humilde de corazón. Por eso Jesús ha proclamado dichosos a los pobres en el Espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dejen que los que se hacen sencillos como los niños vengan a mí pues para ellos es el reino de los cielos.

¿Dónde estamos nosotros? ¿Entre los orgullosos como aquel fariseo que se enorgullecía ante Dios porque ayunaba, oraba, daba limosna y se sentía seguro de sí mismo? Él se quedó con su pecado. Dios se abre a nosotros cuando somos sencillos y no nos creemos más que Dios, más que la Iglesia, más que los enviados de Dios. ¡Dichosos los que se hacen humildes y abiertos a creer en la Palabra de Dios, a la acción del Espíritu en nosotros! Estos están en disponibilidad a Dios y Él nos escucha y realiza lo que le pedimos. Cuando somos sencillos, estamos abiertos ante los demás y escuchamos su voz y dialogamos mutuamente y se da la armonía entre todos. Cuando nos domina el orgullo, no nos entendemos y peleamos. Los matrimonios se destruyen también. Hagámonos sencillos y Dios nos bendice.

Conocer a Dios, experimentar su amor y gracia es propio de los humildes a quien Dios regala sus dones y pueden experimentar su amor en este nuestro camino hacia Él. Es un regalo de Dios pero al mismo tiempo exige en nosotros una apertura a Él, una disponibilidad. Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce al Hijo, sino el Padre; nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo.

Vengan a Mí, es la invitación que Jesús dirige a sus discípulos, es la llamada a Pedro y los demás apóstoles. Es la llamada a vivir en su intimidad. Estamos cansados, aburridos con tantos problemas de la vida, en la casa, en el trabajo, en las relaciones con los demás. En Cristo encontramos un corazón para descansar, para desahogarnos. La vida tiene a veces momentos difíciles, de pecados, de incomprensiones, de enfermedades, de pobreza; y en Cristo esos problemas se superaron. ¿Qué es lo que hace difícil la vida? No es solo el trabajo sino también el pecado, la incapacidad para amar y perdonar. En Cristo encontramos que su yugo es ligero porque es el yugo del amor y cuando hay amor, todo se lleva, se supera. Con Cristo podemos llevar los unos las cargas de los otros. Sin amor nos volvemos rebeldes, antojadizos, amargados. ¿Siento yo el deseo de acudir a Jesús y exponerle mis problemas? ¿Cuánto tiempo dedico a la oración? Nos hace falta una experiencia de Jesús en la oración, en la escucha de su Palabra. No tengamos miedo de acercarnos al sagrario y desahogarnos con Jesús pues encontraremos descanso y paz. Con Jesús se descubren los misterios del reino de Dios y todo nos parece evidente. Ni Jesús ni su Palabra es oscura y la vida se hace difícil de entender. Seamos sencillos y abiertos a Dios.

Lectura de la carta de san Pablo a los Romanos 8,9.11-13.

9 Pero ustedes no están animados por los bajos instintos, sino por el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece.
11 Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de la muerte habita en ustedes, el que resucitó a Cristo de la muerte dará vida a sus cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en ustedes. 12 Hermanos, no somos deudores de los bajos instintos para vivir a su manera. 13 Porque, si viven de ese modo, morirán; pero, si con el Espíritu dan muerte a las bajas acciones, entonces vivirán.

El cristiano ya no vive según los deseos de la carne, es decir, del pecado pero esto debemos demostrarlo con nuestras obras. Si dejamos que el Espíritu viva en nosotros y nos dejamos guiar por él, seremos de Dios y nosotros deberíamos ser de Dios pues en el bautismo hemos resucitado a la vida nueva por medio del mismo Espíritu que resucitó a Jesús de ente los muertos y este Espíritu nos guía hacia Jesús.

Esto nos lleva a dejar el hombre viejo de pecado y permitir que el Espíritu Santo nos guíe para ser de Dios. Celebremos hoy a Jesús que está en medio de nosotros en la Eucaristía.

Para la oración de los fieles.

- Por la Iglesia, para que lleve a todo el mundo la esperanza y la alegría, la paz y el gozo de quienes se saben en manos de Dios padre. Oremos.

- Por todos los que viven su fe como una obligación que cumplir, para que se encuentren con el Jesús vivo que libera de toda atadura y agobio, incluso de los de la ley. Oremos.

- Por todo son los que no tienen paz en sus vidas, en sus relaciones con los demás, en su relación con Dios; para que encuentren la paz que Jesús trae para todos. Oremos.

- Por todos los gobernantes, para que sus palabras y promesas de servicio a la comunidad y al bien común se traduzcan en hechos reales. Oremos.

- Por los pobres, los sencillos, los pequeños, para que tengan parte esencial en la construcción del nuevo mundo, justo y fraterno, que todos anhelamos. Oremos.

- Por todos nosotros, para que encontremos en Jesús la paz y la alegría que él nos trae de parte del Padre, y que nos libera de nuestras fatigas. Oremos.

Oración comunitaria.

Te bendecimos, Padre, Señor de cielo y tierra, a porque has escondido grandes cosas a los sabios y prudentes, pero se las has revelado a los sencillos; y te pedimos que también a nosotros nos des un corazón de pobres, lleno de sencillez y confianza, para que podamos conocer amar y cumplir tu voluntad. Por Jesucristo.

P. Vicente Pérez.

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