SANTÍSIMA TRINIDAD



Reflexión. La Santísima Trinidad.

El año litúrgico es la celebración de los distintos misterios de nuestra salvación. Se comienza en el adviento donde deseamos la venida del Salvador que después nace en Navidad para llenarnos de alegría. Así vamos viendo los distintos pasos de la vida pública de Jesús para prepararnos después en la cuaresma a celebrar el misterio pascual: su muerte, resurrección y ascensión al cielo. Después hemos celebrado pentecostés con el don del Espíritu Santo que se nos ha dado para ser la Iglesia de Jesús e Hijos del Padre.

Lectura del libro del Éxodo 14, 4-6, 8-9:

4 Moisés labró dos tablas de piedra como las primeras, madrugó y subió al amanecer al monte Sinaí, según la orden del Señor, llevando en la mano dos tablas de piedra. 5 El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el Nombre del Señor.  6 El Señor pasó ante él proclamando: el Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente, rico en bondad y lealtad, 7 que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados, aunque no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos. 8 Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra. 9 Y le dijo:
–Si gozo de tu favor, venga mi Señor con nosotros, aunque seamos un pueblo de cabeza dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como tu pueblo.

Salmo Responsorial: Daniel 3, 52, 53, 54, 55, 56:

A ti gloria y alabanza eternamente

52 Bendito seas, Señor,
Dios de nuestros padres,

a ti gloria y alabanza eternamente.

Bendito sea tu Nombre, santo y glorioso,

a él gloria y alabanza eternamente.

53 Bendito seas en el templo
de tu santa gloria,

a ti gloria y alabanza eternamente.

54 Bendito seas en tu trono real,

a ti gloria y alabanza eternamente.

55 Bendito cuando cabalgas
sobre querubines penetrando los abismos,

a ti gloria y alabanza eternamente.

56 Bendito seas en el firmamento del cielo,

a ti gloria y alabanza eternamente.

Lectura de la segunda carta a los Corintios:

11 Por lo demás, hermanos, estén alegres, alcancen la perfección, anímense, vivan en armonía y en paz; y el Dios del amor y la paz estará con ustedes. 12 Salúdense mutuamente con el beso santo. Los saludan todos los consagrados. 13 La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté con todos ustedes.

Lectura del evangelio según san Juan 3, 16-18:

En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: 16 Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna. 17 Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él. 18 El que cree en él no es juzgado; el que no cree ya está juzgado, por no creer en el Hijo único de Dios.

Hoy queremos contemplar el misterio del Dios uno y Trino: Tris-unidad, Tres que son uno. En el libro del Deuteronomio 6, 4, aparece la unidad de Dios: 4 »Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es solamente uno. 5 Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. 6 Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, 7 se las inculcarás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; 8 las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal.

Este Dios aparece como El Señor que pasó proclamando: el Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente, rico en bondad y lealtad, 7 que conserva la misericordia hasta la milésima Generación. Éxodo 34, 6. Por eso todo israelita se levantaba por la mañana recitando esta oración al Dios uno y único. Sentían que Dios los había escogido no por sus cualidades y grandezas humanas sino por el gran amor que Él Señor los ha tenido siempre. Deuteronomio 7, 6 Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios; él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad.7 »Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió no fue por ser ustedes más numerosos que los demás, porque son el pueblo más pequeño, 8 sino que por puro amor a ustedes, por mantener el juramento que había hecho a sus padres, los sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y los rescató de la esclavitud, del dominio del faraón, rey de Egipto. 9 Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios, un Dios fiel: a los que aman y guardan sus preceptos, les mantiene su alianza y su favor por mil generaciones.

Dios uno y Único, el compasivo y misericordioso, que nos ama a todos graciosamente sin méritos nuestros, el que nos ha creado y vela por nosotros. Por eso nosotros caemos en tierra para adorarlo, bendecirlo y proclamar su misericordia para con todos nosotros. Debemos levantarnos por la mañana para proclamar a este Dios uno y único a quien amar y servir.

En el Nuevo Testamento encontramos que este Dios es uno en tres personas y una de esas personas se hace hombre, siendo Hijo de Dios en el vientre de María Virgen. Dios Padre que nos ama, nos envía a su Hijo para ser salvador nuestro. (Juan 3, 16) 16 Tanto amó Dios al mundo, que entregó  a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna. 17 Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él.

Este Dios no está simplemente en el cielo sino cerca de nosotros pues en él vivimos, nos movemos y existimos. Este Dios a su único Hijo lo mandó al mundo porque nos amaba y nos ama, para cargarse con nuestros pecados, para transformarnos en Hijos de Dios, para tener vida eterna. La única condición es que creamos en Él, es decir, nos pongamos en sus manos y dejemos que Él actúe. El Padre nos ama, también el Hijo y junto a ellos el Espíritu Santo.

El primer contacto que nosotros hemos tenido con este misterio se ha dado en el Bautismo donde hemos sido inmergidos en el amor del Padre que nos ama desde toda la eternidad. Todo este amor nos realiza como personas. Hemos sido creados por amor y para amar y es el Padre Dios que nos llena de este amor. Por el Bautismo participamos de la paternidad de Dios y por eso podemos llamar a Dios Padre, Abbá y así lo rezamos todos los días, así lo experimentamos sintiendo que Dios vela por nosotros y nos ama como a Hijos, nos perdona nuestros pecados, nos da lo necesario para vivir y estas actitudes que experimentamos nos llevan a tener los mismos sentimiento hacia otras personas.

El Hijo nos ha obtenido en la cruz la gracia salvadora pues Él se ha cargado con nuestros pecados, dejando que lo maten pero ha resucitado dándonos la nueva vida. Sentimos que es nuestro hermano, que nos carga sobre sus hombros cuando hemos cometido algún pecado, que nos da a comer su Cuerpo y su Sangre para alimento de vida eterna. Nosotros estamos llamados a compartir las alegrías y las tristezas de los demás, darles una mano en sus dificultades, sintiendo hacia los demás como gente que sufre y encuentra en nosotros a un hermano en Jesucristo.
El Espíritu Santo nos ha dado la comunión con las otras divinas personas y así nos une para ser uno con el Padre y el Hijo (II Corintios 13, 11-13). Nos llama a todos nosotros a dejarnos arrastrar por el Espíritu para dar testimonio del Hijo y del Padre.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo que nos la ha obtenido en su pasión, el amor único y tierno del Padre que ha mandado a su Único Hijo para ser uno de nosotros y después el Espíritu santo, enviado por el Padre y el Hijo para que nosotros podamos introducirnos en el misterio de la Santísima trinidad.

Jesús había rezado en su última cena al Padre para que sean uno y nosotros seamos uno con ellos. El cielo será la apertura a esta unidad de amor. Juan 17, 21 Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 Yo les di la gloria que tú me diste para que sean uno como lo somos nosotros. 23 Yo en ellos y tú en mí, para que sean plenamente uno; para que el mundo conozca que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí.
24 Padre, quiero que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy; para que contemplen mi gloria, la que me diste porque me amaste antes de la creación del mundo.

Por eso empezamos cada día diciendo: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Cada momento del día podemos recitar esta invocación.

P. Vicente Pérez.

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