CORPUS CHRISTI
Reflexión. El Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Domingo 14 junio.
Lectura del libro del Deuteronomio 8, 2-3, 14-16:
Habló Moisés al pueblo y dijo: 2 »Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones, y ver si eres capaz o no de guardar sus preceptos. 3 Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná –que tú no conocías ni conocieron tus padres– para enseñarte que el hombre no vive sólo de pan, sino de todo lo que sale de la boca de Dios. 12 No sea que cuando comas hasta hartarte, cuando te edifiques casas hermosas y las habites, 13 cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro y abundes de todo, 14 te vuelvas engreído y te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud; 15 que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, lleno de serpientes y alacranes, una tierra árida una gota de agua; que te sacó agua de una roca de pedernal; 16 que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres: para afligirte y probarte y para hacerte el bien al final.
Salmo 147, 12-15, 19,20:
Glorifica al Señor, Jerusalén
12 ¡Glorifica al Señor, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!,
13 que refuerza los cerrojos de tus puertas
y bendice a tus hijos dentro de ti;
Glorifica al Señor, Jerusalén
14 que da prosperidad a tu territorio
y te sacia en el mejor trigo;
15 que envía su mensaje a la tierra
y su palabra corre veloz;
Glorifica al Señor, Jerusalén
19 Anuncia su mensaje a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel.
20 Con ninguna nación obró así
ni les dio a conocer sus mandatos.
¡Aleluya!
Glorifica al Señor, Jerusalén
Lectura de la 1ª carta a los Corintios 10,1617:
16 La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? 17 Uno es el pan y uno es el cuerpo que todos formamos porque todos compartimos el único pan.
Proclamación del Evangelio según san Juan 6, 51-59:
51 Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne. 52 Los judíos se pusieron a discutir:
—¿Cómo puede éste darnos de comer [su] carne?
53 Les contestó Jesús:
—Les aseguro que si no comen la carne y beben la sangre del Hijo del Hombre, no tendrán vida en ustedes. 54 Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. 55 Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. 56 Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. 57 Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí. 58 Éste es el pan bajado del cielo y no es como el que comieron sus padres, y murieron. Quien come este pan vivirá siempre.
Hoy celebramos esta fiesta del Cuerpo y La Sangre de Cristo. Esta fiesta nació a principio del siglo 13 cuando se apareció Jesús en forma de Hostia a una monjita en la diócesis de Lieja (Bélgica). Esta fiesta se extendió muy rápidamente hasta que el Papa la extendió para toda la Iglesia. Se necesitaba esta fiesta para afianzar la fe en la presencia de Jesús en la Eucaristía, para tributarle a Jesús el honor y la gloria que se merecen. Se quería honrar a Jesús para que sea Señor de nuestras calles, pueblos, ciudades.
Hoy también se necesita el florecimiento de esta fiesta para afianzarnos en la fe en Jesús eucarístico y en el deseo de recibirlo para estar con Él y Él con nosotros, para tener ese encuentro con Jesús que cambie nuestras vidas. No es una fiesta para ver la Hostia, mirarla, comerla sino para descubrir el amor de Jesús hacia todos nosotros y darle nuestra entrega amorosa a Él. Es una fiesta del silencio que contempla a Jesús, conversa con Jesús, le ofrece su amor. De nada sirve una fiesta para quedarnos en lo exterior y no concentrarnos en el fondo de nuestro encuentro con Jesús.
(Deuteronomio 8, 2-3,14-16) para enseñarte que el hombre no vive sólo de pan, sino de todo lo que sale de la boca de Dios.) En la primera lectura nos recuerda los sufrimientos del pueblo de Israel en el desierto donde pasó hambre, sed y tantas calamidades y el Señor lo hizo para que sintiese la necesidad de vivir de lo que sale de la boca de Dios: su palabra, su alimento, su Cuerpo, su amor. También Dios hoy nos hace pasar dificultades para que sintamos la necesidad de lo esencial en la vida, lo que nos construye como seres humanos y esto es el amor de Dios que se alimenta con el verdadero pan del Cielo que es la Eucaristía. Cuando se descubre este amor, descansamos en Jesús y descubrimos cuan bueno es Él y le respondemos con nuestro amor.
El Evangelio de Juan (6, 51 Yo soy el pan vivo bajado del cielo).
Se nos dice cuál es el verdadero alimento: Yo soy el Pan vivo bajando del Cielo: el que come de este Pan vivirá para siempre y el Pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo. Necesitamos tener hambre del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Nadie puede vivir cristianamente si no es comiendo y bebiendo el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Sin este manjar no hay vida cristiana, no hay familias que se comprendan, se amen, no hay padres que se entreguen a los hijos ni hijos que respeten a sus padres. Pero comulgar no es simplemente tragar la Hostia; comulgar es descubrir el amor de Jesús, contemplarlo dentro de nosotros. Comulgar es conversar con Jesús, contemplarlo, mirarlo y dejarnos mirar, amar por Jesús. La comunión es un enamoramiento con el amor de mi vida. Esto debe llevarnos a dejarnos llenar de Él. Por eso en el sosiego de la vida dejémonos llenar de Él por largo tiempo. Con Jesús no debe haber prisa sino mirar, amar y estar con Él.
Sin la Comunión no hay vida eterna, es decir la vida eterna es que conozcamos y experimentemos el amor de Dios derramado en nuestros corazones y sin el amor de Dios no hay amor entre los seres humanos. Quien recibe con fe a Jesús en la eucaristía siente que Jesús está dentro de él, guiándolo, amándolo y siente la necesidad de amar y vivir para Jesús.
Sabe que puede aceptar la vida porque Jesús está con Él. Vive porque Jesús le da la fuerza y a su vez vivimos también nosotros para Jesús. Jesús vive en nosotros no un momento sino todo el tiempo y nosotros vivimos con Jesús y en Jesús. Nuestra vida ya no se reduce al momento de la Comunión sino a vivir siempre en la presencia de Jesús. Se da una comunión (Común-unión) Unión plena y perfecta entre Jesús y nosotros y así puedo pensar como Jesús, amar como Jesús, servir como Jesús. Ya no vivo yo sino Cristo vive en mí y se manifiestan las actitudes de Jesús en mi ser.
Pero no podemos estar en comunión con Jesús si no estamos en comunión con los hermanos, con los miembros de la Iglesia, si no compartimos nuestras cosas con los demás. Por eso en la comunión pensamos en Jesús pero también alargamos nuestro interés a los demás y no nos cansamos de estar juntos con Jesús
En la segunda lectura nos dice (I Corintios 10,23-26.)
La Sangre de Cristo nos une a todos y lo mismo el Cuerpo de Cristo. No podemos comulgar con Cristo si no comulgamos con los demás, compartiendo nuestro amor, nuestro perdón, nuestra entrega, nuestras cosas. Por eso la comunión es el día de la caridad. Nadie puede desinteresarse del otro. Lo mimo que Cristo ha dado la vida por todos, así nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos.
Acerquémonos hoy a adorar el Santísimo Sacramento del Altar. ¡Ojalá que podamos acercarnos a la comunión y recibir a Jesús! No pueden pasar los días sin sentir de dar un tiempo a Jesús en el sagrario para estar con Él. Quien así lo hace, siente como su vida se transforma y empezamos a tener obras de vida eterna.
Para la oración de los fieles:
Señor Jesús, que en el misterio eucarístico has dejado para tus discípulos un memorial vivo de tu vida, tu muerte y tu resurrección, haz que participando con fe de tu Cuerpo y de tu Sangre seamos testigos fieles del evangelio de la liberación en medio del mundo. Roguemos al Señor...
Señor Jesús, que congregas a tu Iglesia en torno al misterio de tu Cuerpo y de tu Sangre, haz que nuestra comunidad viva el misterio de la comunión en la diversidad, superando la intolerancia y el sectarismo, y así sea signo e instrumento de tu reino. Roguemos al Señor...
Señor Jesús, que alimentaste a la multitud en el desierto con el pan material y el pan de la Palabra, haz que la comunidad cristiana viva atenta a los signos de los tiempos, a través de una misión de evangelización liberadora e integral.
P. Vicente Pérez.
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