EL DON DEL ESPÍRITU




Reflexión. Sexto domingo de Pascua.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 8, 3-8 º4-17.

3 Saulo, por su parte, perseguía a la Iglesia, se metía en las casas, tomaba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel.
4 Los dispersos recorrían el país anunciando la Buena Noticia. 5 Felipe bajó a una ciudad de Samaría y allí proclamaba al Mesías.  6 La multitud escuchaba con atención e íntimamente unida lo que Felipe decía, porque oían y veían las señales que realizaba. 7 Espíritus inmundos salían de los poseídos dando grandes voces; muchos paralíticos y lisiados se sanaban, 8 y la ciudad rebosaba de alegría.
14 En Jerusalén los apóstoles se enteraron que Samaría había aceptado la Palabra de Dios, y les enviaron a Pedro y Juan. 15 Éstos bajaron y rezaron para que recibieran el Espíritu Santo 16 porque todavía no había bajado sobre ninguno de ellos y sólo estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús.
17 Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.

Salmo 65, 1-3, 6-7, 16 y 20.

Aclame a Dios toda la tierra
1 Aclame a Dios toda la tierra,
2 canten en honor de su Nombre,
tribútenle una espléndida alabanza.
3 Digan a Dios: ¡Qué formidable eres por tus obra
Aclame a Dios toda la tierra
4 Que todo el mundo te rinda homenaje
cantando para ti, cantando en tu honor.
5 Vengan a ver las obras de Dios,
sus hazañas formidables
a favor de los hombres:
Aclame a Dios toda la tierra
6 Transformó el mar en tierra firme;
a pie cruzaron el río.
¡Venid, alegrémonos con él!
7 Con su autoridad gobierna por siempre
Aclame a Dios toda la tierra
16 Vengan a escuchar, fieles de Dios,
les contaré lo que hizo por mí:
20 ¡Bendito sea Dios,
que no rechazó mi súplica
ni apartó de mí su misericordia!
Aclame a Dios toda la tierra

Lectura de la 1ª carta de san Pedro 3, 15-18.

15 Honren a Cristo como Señor de sus corazones. Estén siempre dispuestos a defenderse si alguien les pide explicaciones de su esperanza, 16 pero háganlo con modestia y respeto, con buena conciencia; de modo que los que hablan mal de su buena conducta cristiana queden avergonzados de sus propias palabras. 17 Es mejor sufrir por hacer el bien, si así lo quiere Dios, que por hacer el mal. 18 Porque Cristo murió una vez por  nuestros pecados, el justo por los injustos para llevarlos a ustedes a Dios: sufrió muerte en el cuerpo, resucitó por el Espíritu. ¡Palabra de Dios!

Proclamación del evangelio según san Juan 14, 15-21.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:

15 Si me aman, cumplirán mis mandamientos; 16 y yo pediré al Padre que les envíe otro Defensor que esté siempre con ustedes: 17 el Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes. 18 No los dejo huérfanos, volveré a visitarlos.
19 Dentro de poco el mundo ya no me verá; ustedes, en cambio, me verán, porque yo vivo y ustedes vivirán. 20 Aquel día comprenderán que yo estoy en el Padre y ustedes en mí y yo en ustedes. 21 Quien recibe y cumple mis mandamientos, ése sí que me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.
¡Palabra del Señor!

Para la oración de los fieles:
  • Por la Iglesia, para que siempre sea consciente de que su vida no está en sus normas e instituciones sino en dejarse llevar por el Espíritu, y no se anuncie a sí misma sino el Reino de Dios. Roguemos al Señor.
  • Por todos los creyentes, para que sintamos siempre el gozo y la alegría de haber recibido la Buena Noticia y sintamos también el impulso de anunciarla a los demás. Roguemos al Señor.
  • Por todos los que ya no esperan nada ni de Dios ni de los hombres, para que nuestro testimonio les abra una puerta a la esperanza. Roguemos al Señor.
  • Por los jóvenes, esperanza del mundo del mañana, para que se preparen a construir un mundo mejor, más solidario, más justo y más fraterno. Roguemos al Señor.
  • Por todos los pobres del mundo, para que los cristianos, con nuestra fraternidad solidaria, seamos causa real de su esperanza en verse libres de sus limitaciones. Roguemos al Señor.
  • Por todos nosotros, para que formemos una verdadera comunidad en la que se alimente nuestra fe y nuestra esperanza, de modo que podamos transmitir nuestro amor a los demás. Roguemos al Señor.
Oración comunitaria:
Dios, Padre nuestro, que en Jesús de Nazaret, nuestro hermano, has hecho renacer nuestra esperanza de un cielo nuevo y una tierra nueva; te pedimos que nos hagas apasionados seguidores de su Causa, de modo que sepamos transmitir a nuestros hermanos, con la palabra y con las obras, las razones de la esperanza que nos sostiene. Por Jesucristo.
En este tiempo de pascua vamos escuchando a Jesús con sus enseñanzas, bajo la acción del Espíritu Santo. Son palabras para grabarlas en el corazón.

Si me amáis, si uno me ama, guardará mi Palabra, mis mandamientos. Pero el que me ama, será amado de mi Padre. Hay una relación entre las divinas personas de carácter infinito. El Padre ama al Hijo, y el Hijo al Padre y nosotros estamos amados por el Padre y el Hijo y estamos introducidos en su vida íntima. Todo está regido por la alianza. Si de verdad escuchamos su voz, ustedes serán mi Pueblo y yo su Dios. Todos unidos y estableceremos nuestra morada en este misterio. Todos estamos llamados a encontrarnos con el Otro. Por eso nosotros estamos llamados a creer en el Hijo y por Él en el Padre y esta fe nos lleva a  sentirnos amados de Dios y a su vez amarle nosotros también con infinito amor. Esto nos lleva a participar de la vida eterna que está en el Padre y el Hijo. De esta manera participamos de la comunión de la Santísima Trinidad entre sí y con nosotros.

¿Podemos sentirnos amados por el Padre y el Hijo? Somos nada pero Dios se abaja a nosotros por su amor. Quien así experimenta esta relación, sentirá el deseo de darse y amar al Padre y al Hijo. No podemos quedarnos mirando desde lejos sino viviendo esa relación amorosa con la oración y la alabanza.

Si me amáis, guardareis mis mandamientos.

Si uno me ama, guardará mi Palabra.

El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama.

El que no me ama, no guarda mi palabra.

Amar y cumplir la Palabra van unidos. Quien no ama, no puede  guardar la Palabra de Dios. Todos estamos llamados a esta unión. Por eso dice: el que me ama, el que tiene mis mandamientos, el que no me ama. Cada uno de nosotros está llamado a entrar en este misterio y nadie es obligado. Hemos sido elegidos de cualquier nación o tribu.

Por eso Jesús nos ha dicho. La obra de Dios es que creáis en aquel que Él ha envidado (Jn 6,28).

¿Cuáles son estos mandamientos, esta palabra? Es el evangelio de Jesús que nos lleva a amar a Dios por encima de todas las cosas pero ese amor nos lleva a amar a nuestro prójimo como a Dios.

Si amamos a Dios guardando sus mandamientos, Jesús pedirá al Padre y Él nos dará al Espíritu Santo para que esté con nosotros para siempre. Estará a nuestro lado, por eso se le llama advocatus. Es otro porque el anterior es Jesús, el Otro advocatus. Por eso dice el otro paráclito. No estamos solos. Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están con nosotros. El Espíritu es el espíritu de la Verdad que nos hace libres y que el mundo pagano, idolatra no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Nosotros lo conocemos  porque permanece a nuestro lado y estará con nosotros. Es don del Padre bajo la petición del Hijo. Así las tres divinas personas comunican a los hombres el amor de Dios y su salvación.

Después Jesús nos dice que nos manda al Espíritu Santo. Es el otro paráclito. También Jesús es nuestro defensor. Dos defensores: El Hijo y el Espíritu santo. Cada uno de ellos vela por vosotros, está a nuestro lado como abogados y están para siempre. El Espíritu santo es el paráclito de la verdad que el mundo pagano no puede conocer y no lo recibe como tampoco recibe a Jesús. No sé si nosotros recibimos al Espíritu santo y lo escuchamos y obedecemos. No basta que hayamos recibido el Bautismo, la confirmación. Es necesario dejarnos guiar por el Espíritu. Porque el que se deja guiar por el Espíritu es Hijo del Padre. El Espíritu Santo es mandado por el padre a petición del Hijo para estar con nosotros y transformar nuestra vida. Por eso Jesús al marcharse al cielo nos dice que no nos deja huérfanos porque el Espíritu siempre estará con nosotros y nos guiará. Así nosotros conoceremos que Jesús está con el Padre y Él con nosotros. Es una relación de intimidad y nosotros estamos dentro de esta intimidad.

Este Espíritu Santo está llamado a completar la acción del Hijo y del Padre. Por eso es enviado por el Padre para enseñarnos  todo lo de Jesús. No solo nos recuerda lo que Jesús ha dicho y ha hecho sino que nos ayuda a entenderlo, interpretarlo de manera que nosotros no nos equivoquemos. Esa acción del Espíritu en nosotros guía a toda la Iglesia. Por eso decimos que la Iglesia que se deja guiar por el Espíritu no se equivoca en las cosas tocantes a la fe y a la vida cristiana. En el evangelio de San Juan  2, 21-22 se nos dice que los judíos destruirán este templo y ellos entienden al revés. Los apóstoles después de la Ascensión al cielo se acordaron de lo que Jesús había dicho y entendieron que no era el templo material de Jerusalén sino el Cuerpo de Jesús, templo de Dios. En otra ocasión también pasa esta doble idea y el evangelio nos dice que los apóstoles se acordaron de que había sido anunciado que Jesús entraría en Jerusalén montado en un burro. Solo lo entiende cuando Jesús es glorificado y manda al Espíritu Santo.

Con la acción del Espíritu Santo nosotros atendemos también la litúrgica con la proclamación de la PALABRA, con la realización del SACRAMENTO. Le pedimos al Espíritu santo que baje sobre el Pan y el Vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesús y con al acción del Espíritu se realiza y se adora. También que la comunidad de la Iglesia al recibir a Jesús, se siente una como un solo cuerpo que da Gloria al Padre.

Dejemos que podamos ser transformados en Cristo y ser una luz para el mundo de manera que la gente vea en nosotros a Jesús, amado del Padre bajo la acción del Espíritu santo.

Los Apóstoles estaban convencidos de la acción del Espíritu santo. Por eso después que ellos lo recibieron, andaban a otros lugares, rezaban por los cristianos, les imponían las manos y ellos se sentían movidos por el Espíritu. Es lo que la Iglesia ha ido haciendo desde entonces al darnos el sacramento de la confirmación para que seamos testigos de Jesús, amemos a Dios, conozcamos la palabra del Señor.

Con el Espíritu Santo, dice san Pedro, daremos testimonio de Dios con humildad y mansedumbre, sabiendo que estamos proclamando la esperanza de nosotros. Cristo ha dado testimonio de Dios en la cruz, muriendo por nosotros y por todos. Sabiendo que debemos vencer el mal a base de hacer el bien.

P. Vicente Pérez.

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