EL BAUTISMO DE JESÚS


Reflexión. Bautismo del Señor. 
 
El día de navidad vemos que los ángeles manifiestan a Jesús como el Salvador, el Mesías, el Señor y los pastores lo reconocen  y van a adorarlo.
 
Días más tarde aparecen en la escena unos magos de oriente que preguntan dónde está el rey de los judíos que ha nacido y lo encuentran en los brazos de su madre y le ofrecen oro, como a Rey, incienso como a Dios y Mirra como a hombre que irá a morir por nosotros en la cruz y así nos dará la salvación.
 
Han pasado muchos años y Juan el bautista está en el Rio Jordán, predicando la conversión para recibir el perdón de los pecados y los que se arrepienten, se bautizan recibiendo el perdón y la vida nueva.
 
En el Evangelio de San Mateo 3, 13-17  vemos como llega Jesús desde Nazaret. Va a empezar su vida pública de Mesías. No es una vida de triunfos humanos. Es consciente de una cosa: no tiene pecado pero se hace pecado porque se carga con nuestros pecados. En el río Jordán se encuentra Juan Bautista, cumpliendo la misión de preparar a la gente a recibir el Reino de Dios, al Mesías. Juan ve a Jesús en medio del pueblo. Juan sabe que Jesús no tiene pecado, que Jesús es aquel que viene después de Juan y que por lo mismo es Jesús quien tiene que bautizar a Juan. Sin embargo Jesús sabe que en este momento es Juan quien lo debe bautizar porque si Jesús no tiene pecado personal, sin embargo Jesús viene en este momento a cargarse con los pecados de todos nosotros y conviene, le dice Jesús, cumplir con toda justicia, con la misión del Padre, de cargarse con nuestros pecados. Jesús entra en el agua, es decir, en la muerte porque se carga con nuestros pecados que son muerte, anunciando de esta manera su muerte en la cruz. Se humilló hasta la muerte y muerte de cruz.
 
Jesús sale del agua y se retira a la soledad, a la oración. Es entonces cuando se abre el cielo que estaba cerrado por nuestros pecados. ¡Ojalá se rasgasen los cielos y lloviesen al Justo!, había dicho el profeta Isaías. Se abrió el cielo para nosotros porque Jesús ha destruido nuestros pecados. Se oye una voz, que es la del Padre: Este es mi Hijo, el amado, el Predilecto. Es el Hijo eterno, Dios como Dios que se ha hecho hombre como nosotros y ahora viene a cumplir la voluntad del Padre, cargándose con nuestros pecados para destruirlos. Dios Padre le manda al Espíritu Santo en forma de Paloma y se posaba permanentemente sobre Jesús para que lo condujese por el camino del bien, del anuncio del Evangelio, para indicarnos que Jesús es el Hijo de Dios que se ha hecho siervo de los hombres. He aquí mi Siervo, mi Hijo Amado. Todos estamos llamados a seguirle y creer en Él.
 
Un día Dios lo resucitará de la muerte. Jesús es el Mesías enviado por Dios que pasará en medio de todos nosotros, haciendo el bien, liberándonos de nuestros pecados.
 
En las lecturas de este domingo está Isaías 42, 1-4, 6-67. Él es el Siervo, elegido de Dios, el preferido, que tiene el Espíritu para traer a las naciones la justicia, la santidad. No viene a condenar a los pecadores, por eso dice Isaías que no gritará, ni condenará. Viene a salvarnos. Tratará de poner la concordia entre la gente individual, entre los familiares, entre las parejas en el hogar, en la sociedad. Viene a  unir lo que el pecado desune. Viene a sanar las heridas de las llagas que deja el pecado y así podremos ver lo que es el bien y aceptarlo.
 
Ahora toca a cada uno de nosotros recibir a Jesús y dejarse guiar por Él para que perdone nuestros pecados y haga de nosotros criaturas nuevas. Esta es la manifestación de Jesús. Sigamos a Jesús por el camino del Reino de los cielos.
 
En los Hechos de los Apóstoles 10, 34-38 nos dice que ha venido para todos y no hay distinciones. A todos llama a la santidad, a la salvación, también el centurión Cornelio y a todos da su palabra de salvación, sea de la nación que sea. Por eso la Iglesia es universal, católica. Para todos hay salvación si queremos aceptarla.
 
P. Vicente Pérez.

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