CORDERO DE DIOS
Reflexión. Segundo domingo del Tiempo Ordinario.
Después del tiempo de Navidad, empezamos el tiempo ordinario en que vamos reflexionando sobre las distintas etapas de la Vida de Jesús.
En este segundo domingo se nos presentan las lecturas que se relacionan con el Bautismo de Jesús en el Jordán.
Estas son las lecturas de este domingo.
Del profeta Isaías 49, 3, 5-6 y me dijo:
El Señor me dijo: Tú eres mi siervo –Israel–, de quien estoy orgulloso.
Y ahora habla el Señor, que ya en el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel –tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza–:
Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
Palabra de Dios.
En esta lectura se nos presenta a Jesús como el Siervo que ha sido llamado desde el vientre de su madre. Toda su vida es entrega a Dios y al pueblo. Pues está dedicado a atraer a Jacob para que se integre dentro del pueblo. Está llamado ser una luz para el mundo.
También nosotros estamos llamados desde el vientre de nuestra madre para ser siervos de Dios, que se entregan a Él para ser sus servidores y con su vida y su Palabra estamos llamados a ser una luz para esta gente en donde vivimos. A veces podemos tener la sensación que esto no va para nosotros pero no hay cristiano que se pueda lavar las manos frente a la salvación de los vecinos, de las personas con quienes convivimos.
Y respondemos con el salmo 39, 2 y 4, 7-8, 8-9. 10
Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad
Yo esperaba impacientemente al Señor;
Él se inclinó a mí y escuchó mi clamor.
Me puso en la boca un cántico nuevo,
una alabanza a nuestro Dios.
Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas;
me has abierto el oído;
no pides holocaustos ni víctimas
entonces yo digo: aquí estoy,
Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad
Como en el libro está escrito de mí:
Deseo cumplir tu voluntad, Dios mío,
llevo tu enseñanza en mis entrañas.
Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad
He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea,
no, no he cerrado los labios,
Señor, tú lo sabes.
Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad
Primera carta de san Pablo a los Corintios 1, 1-3.
Pablo, llamado por voluntad de Dios a ser apóstol de Cristo Jesús, y el hermano Sóstenes, a la Iglesia de Dios de Corinto, a los consagrados a Cristo Jesús con una vocación santa, y a todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: Gracia y paz a ustedes de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
San Pablo había evangelizado la Iglesia de Dios que está en Corintio y ahora les escribe una carta. Él se siente apóstol de Jesucristo, enviado por Él y no puede hacer otra cosa que predicar el evangelio de Jesús. Todos los que son cristianos sienten que son la Iglesia de Jesús y sienten que deben ser una sola cosa entre ellos y con Cristo.
También nosotros debemos sentir que somos la Iglesia de Jesús pues Él sigue estando en medio de nosotros y somos consagrados a Él desde nuestro bautismo. Por eso somos pueblo santo, dedicado a Dios. No podemos dejar a un lado a Jesucristo, a Dios sino que estamos entregados a vivir para Dios. Él es el centro de nuestra vida. Por eso nos da la paz de parte de Dios Padre y de su Hijo Jesús. Cada domingo recobramos esta paz y debemos dejar que nos conduzca siempre.
Del Evangelio de san Juan 1, 19-24.-
Al día siguiente Juan vio acercarse a Jesús y dijo:
—Ahí está el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
De él yo dije: Detrás de mí viene un hombre que es más importante que yo, porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero vine a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel.
Juan dio este testimonio:
—Contemplé al Espíritu, que bajaba del cielo como una paloma y se posaba sobre él. Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar me había dicho: Aquél sobre el que veas bajar y posarse el Espíritu es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. Yo lo he visto y atestiguo que él es el Hijo de Dios.
Veíamos el domingo pasado como Jesús es bautizado y se retira para hacer oración. Se abren los cielos para que podamos entrar en él y al mismo tiempo Dios Padre nos presenta a Jesús como su Hijo amado, predilecto y baja sobre Él el Espíritu Santo para acompañarle en su ministerio mesiánico hasta la cruz.
Jesús se ha retirado al desierto como nos cuentan los evangelios sinópticos y después de algunos días Juan Bautista lo ve llegar de nuevo a donde estaba él. Y lo presenta a sus discípulos. “He aquí” que viene. Es una invitación a mirar a Jesús y a reflexionar sobre su ministerio. Este es el Cordero de Dios, el que Dios ha mandado para salvar a la humanidad.
Dios había mandado un Cordero por familia cuando los israelitas estaban en Egipto y los que sacrificaron aquel Cordero y untaron las puestas con su sangre, eran salvados de las esclavitudes y podían partir.
Ahora manda a su Hijo único como Cordero que se cargará con el pecado de la humanidad. El texto está en singular para indicar que es el pecado que los hombres en su conjunto hacen para apartar a la humanidad de Dios.
Pensemos el ambiente de pecado que existe en nuestra sociedad. Se crea un ambiente de rechazo de Dios, de reírse de aquellos que honran a Dios para que tengan vergüenza de Dios. El pecado de orgullo que no nos abajamos para perdonar porque nos llaman flojos. Nosotros somos machones y podemos hacer lo que nos conviene. El que no se deja arrastrar por el seso no vale nada. Este es el pecado que lleva a cometer tantos pecados. Se hacen compañas contra Dios. Se toman las escuelas, colegios para echar a Dios de la sociedad. Se difunde por todas partes el aborto como un derecho de la mujer a matar a su hijo. Se defiende la eutanasia para matar a los enfermos graves, a los ancianos y se crea un ambiente en que todo parece normal. Parece que los que pecan triunfan porque hemos echado a Dios de la sociedad. ¡Cuántas injusticias se cometen porque el más avispado triunfa y unos se enriquecen a costa de los pobres! La avaricia nos lleva a aprovecharnos y triunfar. Gentes que roban millones y lo justifican. Nunca se ponen ante Dios para rehacer nuestra forma de vivir.
Jesús es el Cordero que Dios nos ha dado para rescatarnos del pecado y hacer de nosotros criaturas nuevas. Viene el Cordero que vencerá a todos estos señores de maldad. (Apocalipsis 17, 14 y 7, 17). Todo parece triunfar pero nos dice la Palabra de Dios que el Cordero vencerá con la mansedumbre y el amor y los que siguen al Cordero participaran de este triunfo. San Pedro en su primera carta 1, 19 nos dice: habéis sido rescatados por una sangre preciosa, como de un Cordero sin reproche y sin mancha, Cristo. El Cordero de Dios se ha cargado con este pecado y triunfará.
Juan Bautista nos dice que no conocía a Jesús pero se daba cuenta de que estaba por encima de él porque era el Hijo de Dios. Pero había venido para que fuera manifestado al mundo. La Iglesia está ahí presente, nosotros somos la Iglesia, para que sigamos a Jesús y este se manifieste al mundo y se convierta. Juan ha visto como el Espíritu santo en el Rio Jordán ha bajado sobre Jesús y quedado permanente en él y pude decir que es el Hijo de Dios, que nadie puede salvarnos sino Él, Jesús.
Por eso se nos hace presente en la Eucaristía como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y todo aquel que lo reciba con fe y amor, sentirá el cambio transformante que salva.
P. Vicente Pérez.
Comentarios
Publicar un comentario