¿Es Jesús el Mesías?


Reflexión. Tercer Domingo de Adviento. 
 
La Iglesia nos presenta en este domingo tercero de adviento la figura de Juan Bautista frente a Jesús. Escucharemos a Mateo 11,2-11.
 
Juan Bautista está en la cárcel. Ha denunciado al Rey Herodes que no puede estar conviviendo con la mujer de su hermano. Para Juan Bautista no hay miedos. Es necesario volver al Dios de la Alianza. A muchas personas también les denuncia para que dejen sus vicios y pecados. Herodes manda a matar a Juan Bautista cortándole la cabeza porque Herodías y su hija han bailado muy sensualmente frente a Herodes y él les ha complacido, mandándoles cortar la cabeza cuando estaba en la cárcel.
 
Juan Bautista sabe que ha bautizado a Jesús y ahora Jesús está predicando por los distintos pueblos. Juan pensaba que Jesús sería enérgico denunciando y perdonando el pecado. Él había denunciado el castigo de  fuego y con una imagen ha anunciado que Jesús tiene el hacha puesta sobre el tronco del palo, indicando el castigo inminente que les daría Jesús. Pero veía otra realidad y le caen dudas sobre si sería el Mesías y debían esperar a otro. Este mensaje lo encarga a unos discípulos de Juan y se dirigen a Jesús con la pregunta.
 
Ya Jesús ha ejercido su ministerio y por eso le da hechos. 
 
Digan lo que han visto y oído. Lo tenían a su alcance y podían conocer la predicación de Jesús en las bienaventuranzas, los milagros de Jesús cuando había dado la vista a los ciegos que no lo veían con los ojos de la cara sino abrieron los ojos  y viendo las maravillas de Jesús y creen en Jesús. Recordemos aquel ciego que gritaba a Jesús para que tuviese compasión y Jesús le pregunta: ¿Qué quieres que haga? El ciego le responde que vea y vio y creyó, se hizo discípulo de Jesús al ver las maravillas que Dios ha hecho por su medio. Desde este momento sigue a Jesús como discípulo.
 
Podemos pensar aquellos leprosos que están excluidos de la sociedad y se acercan a Jesús para pedirle que los limpie de su enfermedad y quedan curados y reinsertados en su comunidad, dejando esa terrible enfermedad, Esto es símbolo del pecado que Jesús ha venido a cargarse para destruirlo y ahora han dejado la lepra del pecado y están sanos.
 
Han visto cómo los mudos hablan y con gritos bendicen a Dios. Han visto los milagros con los muertos como el joven, hijo único de su madre viuda, como la niña de 12 años como Lázaro. Jesús es la resurrección y la vida y transforma a las personas. Dichosos los que no es escandalizan de Jesús sino que ven su amor y bondad.
 
Jesús está en nuestra vida sanándonos de nuestros pecados, de nuestra incredulidad, de nuestra muerte. ¡Cuantos se han sanando bajo la palabra de Jesús y ahora pueden testimoniar que Jesús es el Mesías, el que tenía que venir! Aquí en la Iglesia cuando celebramos la Eucaristía, está Jesús, el Mesías y reparte sus dones a nosotros. Por eso podemos confesar con toda la Iglesia que Jesús es el que tenía que venir para salvarnos porque hemos experimentado su poder y su gracia.
 
Pero, ¿qué dice Jesús de Juan el bautista? No es una caña del desierto que se tambalea de una parte a otra, que un día dice sí y otro día lo niega sino un hombre lleno de Dios que resiste al mal. No es un hombre vestido de lujo. Él vive en el desierto, comiendo lo que Dios le da y vistiéndose con cueros de camello. Así tiene la experiencia de Dios en Él Es un profeta o más aun, el mensajero que precede al Mesías y trae la salvación a los hombres y prepara el camino del Señor. Yo envío mi Mensajero delante de mí, para que prepare el camino ante ti. 
 
En la primera lectura de Isaías 35, 1-6, 10 hay una palabra de Jesús y de Juan bautista que se repite muchas veces: regocijarán, se alegrarán, florecerán y sentirán que la gloria del Señor está con nosotros y veremos en estas navidades la belleza de la creación, del monte Carmelo.  La alegría de navidad no es una alegría exterior, de ritos, bailes, fiestas paganas. Es la alegría que nos dice: Aquí está nuestro Dios, que viene en persona a salvarnos y nos trae la revancha de ver a nuestro Dios que nos salva. Si dejamos que Cristo entre en nosotros, sentiremos la fuerza de su presencia. Aún no hemos conocido al Señor y lo mentamos con la boca pero no tiene una relación con nuestra vida. Debemos arrepentirnos de nuestros pecados y sentiremos a Jesús que viene a salvarnos.
 
Respondemos al profeta Isaías con el salmo 145, 7-10 en que pedimos a Dios que venga a salvarnos, Él es fiel, hace justicia a los oprimidos de la sociedad y da pan a los hambrientos. Nos abre los ojos para que podamos ver a Jesús como salvador. Jesús se apiada de los pobres y los da su favor.
 
En la carta del apóstol Santiago 5, 7-10 se nos invita a tener paciencia como el labrador la tiene cuando no llueve o llueve demasiado porque espera en Dios. El Señor vendrá a salvarnos y en la navidad, si estamos con los oídos atentos, sentiremos que Dios se hace presente en nosotros y nos salva.
 
P. Vicente Pérez.

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