CRECIMIENTO DE LA FE
Reflexión. Vigésimo séptimo Domingo del Tiempo Ordinario.
Este domingo 6 de octubre la Iglesia nos presenta como primera Lectura el libro de Habacuc 1,2-3; 2, 2-4 cuyo lema es El justo vivirá por la fe. Respondemos a esta Palabra con el salmo 94, 1-2, 6-7, 8-9 en que se nos invita a escuchar su Palabra. San Pablo se dirige a su discípulo II Timoteo 1, 6-8, 13-14 para animarles a dar testimonio de Jesús. El evangelio de san Lucas 17,5-10 los discípulos piden que se les dé más fe y hacer lo que nos diga el Señor.
Jesús nos da algunos consejos para vivir como discípulos. Los apóstoles no habían podido hacer algún milagro para curar a los enfermos. Jesús les dice que hace falta orar y ayunar. Jesús había maldecido a una higuera por no dar frutos y nos dice que tengamos fe en Dios. Marcos 11, 22. Hoy los apóstoles piden a Jesús que aumente su fe y Jesús nos dice que si tienes fe como un pequeño grano de mostaza, diríamos a un sicomoro (árbol grande y que resiste al tiempo) tírate al mar y os obedecería.
Con esto nos llama Jesús a ir desarrollando nuestra fe en Él. Abraham era viejo como su mujer Sara y cuando oyó la voz de Dios de salir de su tierra, obedeció y creyó que Dios es capaz de hacer fecundar a una persona anciana y esta confianza en Dios y obediencia le hace aumentar la fe. Mas adelante Dios se aparece para decirle que ha llegado el tiempo del embarazo de Sara y creyó en Dios no mirando la incapacidad de tener un hijo sino dando gloria a Dios que puede sacar la vida donde hay muerte.
La Virgen creyó al Ángel cuando le dijo que iba a tener un hijo sin perder su virginidad y creyó en Dios guardando esta palabra en su seno. María creyó que Dios es capaz de resucitar a su hijo que moría en la cruz y así lo recibió vivo. La fe crece cuando escuchamos la Palabra de Dios, la meditamos en el corazón y nos damos cuenta de que Dios es más grande que nosotros. Esta fe es capaz de transformar nuestra vida como lo hizo con Abraham y María. Esta fe llevó a los mártires a dar la vida por Jesús sabiendo que Dios los iba a dar el premio. Esta fe nos dice que Dios puede trasladar a un sicomoro, árbol grande, y mandarlo al mar. Quien cree en la Palabra de Dios sabe que él transforma nuestra fe viva y lo que era imposible a nosotros, Dios lo puede. Quien no cree, no ha hecho la experiencia de Dios y no ha obedecido su Palabra. La fe crece con el abandono y la confianza en Dios y no se basa en las propias fuerzas y pensamientos sino en el Señor.
Esta confianza en Dios va acompañada de oración, de penitencia, ayuno y tenemos dentro de nosotros mismos la garantía de que Dios actúa.
Dios nos lleva a obedecer a Dios como aquel siervo que estaba trabajando todo el día y al llegar a su casa todavía hace sus servicios a su señor porque trata de hacer lo que Dios le manda y no puede gloriarse que es mérito propio sino don de Dios. Dios nos inspira las acciones y pensamientos que él nos tiene preparados. Nosotros hacemos lo que se dice y no nos gloriamos en nosotros sino en decir: hago lo que Dios me manda porque Dios tiene derecho a mi vida, a mi tiempo porque somos siervos inútiles, que solo estamos llamados a hacer la voluntad de Dios. La fe crece en la obediencia a Dios.
Por eso nosotros estamos llamados a avivar el fuego de nuestro bautismo donde recibimos al Espíritu Santo y nos conduzcamos por el camino de la vida. No podemos dejarnos llevar por la cobardía, pereza sino que debemos llevarnos a hacer las cosas con fe y amor. Así participaremos en la evangelización del mundo aunque esto nos cueste dejar nuestra comodidad y sufrir por Cristo el amor y la dedicación a otras personas necesitadas. El consejo de san Pablo es que guardemos integro el tesoro del evangelio y no permitamos que alguien nos lo destruya con engaños, como los malos consejos, las malas compañías sino que resplandezca en nosotros el amor de Dios, la luz de la verdad de Cristo y su gracia y amor.
P. Vicente Pérez.
Comentarios
Publicar un comentario