La puerta estrecha
Reflexión. Vigésimo primer Domingo del Tiempo Ordinario.
Jesús se dirige hacia Jerusalén y va anunciando la buena nueva del Reino y la gente presta atención.
En la primera lectura de Isaías 66, 18-21 se nos anuncia la llegada al reino de los que se les llama extranjeros pero forman parte del puedo de Dios.
En la segunda lectura tomada de la carta a los Hebreos 12, 3-7, 11-13 se nos dice que Dios corrige nuestros pecados para prepararnos a entrar por la puerta estrecha al cielo.
En el evangelio de Lucas 13,22-30 Jesús nos de entrar por la puerta estrecha en el Reino de los cielos.
Jesús está andando hacia Jerusalén y va enseñando a la gente. No puede estar tranquilo sin anunciar la buena nueva del reino y También hoy Jesús se hace presente en su Iglesia para anunciarnos la Buena nueva y nosotros debemos acogerla con amor.
Alguien se acerca a Jesús para preguntarle si son pocos los que se salvan. Es una pregunta curiosa pues si Jesús responde que pocos se salvan, pensarán nos salvaremos y por eso no debemos esforzarnos. Si se dice que muchos se salvan, pensaremos que no es necesario convertirnos. Por eso Jesús no responde porque va dirigido a crear una curiosidad malsana.
¿Qué es lo importante? Lo importante es hacerse un esfuerzo para dominar nuestro ser y que podamos entrar a hacer la voluntad de Dios dentro de nosotros. No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos. No basta con decir estoy bautizado, he hecho la primera comunión, estoy bien casado pero después nosotros vivimos como paganos, sin referencia a Dios, sin perdón a nuestro prójimo. Jesús nos dice que la puerta del cielo es estrecha que significa que debemos controlar nuestros instintos malvados de pecado. Debemos combatir el combate de la fe y ver cómo podemos dar muerte al pecado. Hoy no se habla de renunciar a nuestros caprichos, a nuestras venganzas, odios. Dios es bueno y nos llevará al cielo. Es cierto que Dios es bueno pero si nosotros no renunciamos al pecado, rechazamos a Dios. Por eso Jesús nos dice que no nos alejemos de él porque ya lo hemos hecho en el corazón. Somos agentes de iniquidad y de pecado. Tenemos que pensar que habrá gente que no están bautizados, que quizá no vayan a misa, perpleja, un momento en que entra en el corazón la luz de Dios se hacen dóciles. Habrá gente de oriente y de occidente, del norte y del sur y se sentaran alrededor de la mesa de Jesús en el reino del cielo. Desconoce lo bueno o malo que hay en nuestro corazón. Seamos congruentes con las enseñanzas de Jesús y sentiremos la alegría de estar con Él.
Por eso en la carta a los Hebreos se nos dice que Dios que es Padre amoroso nos corrige. A veces alguien te echa en cara tus pecados y te duele pero Dios lo ha permitido para que te arrepientas de ellos. Te crees todopoderoso porque tienes buena salud y Dios permite una enfermedad que no es castigo de Dios pero esa enfermedad te hace ser más humilde y no te deja llevar por el amor propio. Todo concurre al bien de aquellos a quienes Dios ama. Por eso si ves que Dios te toca con algún dolor, enfermedad, bendícele, es por tu bien. San Pablo escribió una carta a los Corintios en que los echaba en cara sus maldades y los hizo llorar pero esa reprimenda los llevó a cambiar de actitudes y vida.
I Pedro 1, 5 Porque gracias a la fe, el poder de Dios los protege para que alcancen la salvación dispuesta a revelarse el último día. 6 Por eso alégrense, aunque por el momento tengan que soportar pruebas diversas. 7 Así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba será mucho más preciosa que el oro perecedero purificado por el fuego y se convertirá en motivo de alabanza, honor y gloria cuando se revele Jesucristo.
P. Vicente Pérez.
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