DIOS Y EL DINERO


Reflexión al decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario. 
 
Hay alguien que nos ata por una parte y nos aleja de los demás. El cristiano tiene que mirar a Jesús que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos a todos. Jesús no tenía nada ni siquiera donde reclinar la cabeza sea en el Nacimiento como en la cruz. Por eso Jesús pudo rechazar al demonio cuando éste le invitó a convertir las piedras en panes para demostrar que era el Hijo de Dios. No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. 
 
El evangelio de san Lucas 12, 13-21 nos habla de la relación del cristiano con el dinero. Uno o lo mismo todos porque todos tenemos la misma idea y la misma tentación. Nos acercamos a Jesús. Se ha muerto alguien dejando algunos bienes. El hijo mayor, según la costumbre de los judios, heredaba tres cuartos de la hacienda y el resto era para todos los demás hermanos que se quedaban en la miseria.
 
Se acerca a Jesús pensando que era el Mesías y podría discernir lo que debía hacerse. Jesús les responde: Hombre. Jesús no se pone como juez de los bienes de este mundo. Nadie le ha constituido juez o repartidor de bienes. Él ha venido a anunciar el Reino de los cielos. Jesús sabe que la vida no está en tener bienes. Mucha gente piensa en el dinero como la fuente de su felicidad y el dinero no nos hace  felices con capacidad de amarnos, de comprendernos.  A los dos hermanos les da una lección. Al hijo mayor porque se lleva casi todo, le dice que su corazón está en el dinero y por eso no puede amar a sus hermanos. A hijo menor porque no se lleva nada pero desea todo. Uno y otro están agarrados al dinero. Nosotros debemos preguntarnos si no estamos incluidos en estos dos hermanos porque tenemos y no queremos compartir o porque no tenemos pero lo deseamos y nos enemistamos. ¡Qué bien cuando sabemos compartir y sentirnos hermanos unos con otros! ¡Qué desgracia cuando el amor al dinero nos lleva a enemistarnos y odiarnos!
 
No pensamos bien. Por eso tratamos cómo conseguir más dinero y no nos damos cuenta de que esta noche o mañana Dios nos llevará con él y nos juzgará. Creamos bines, almacenes no para compartir con los demás sino para gozarlos nosotros solos. El apóstol Santiago nos tiene una palabra. Sólo pensamos en comer, beber, pasarlo bien y no nos damos cuenta que nos morimos y debemos  dar cuenta a Dios. Dios nos reclamará el alma y no sabes cuándo será  ese momento.
 
Santiago  5, 1 Y ahora les toca a los ricos: lloren y griten por las desgracias que van a sufrir. 2 Su riqueza está podrida, sus ropas apolilladas, 3 su plata y su oro herrumbrado; y su herrumbre atestigua contra ustedes, y consumirá sus cuerpos como fuego. Ustedes han amontonado riquezas ahora que es el tiempo final. 4 El salario de los obreros, que no pagaron a los que trabajaron en sus campos, alza el grito; el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos del Señor Todopoderoso. 5 Ustedes llevaron en la tierra una vida de lujo y placeres; han engordado y se acerca el día de la matanza. 6 Han condenado y matado al inocente sin que él les opusiera resistencia. 
 
El Apocalipsis  3, 17 Dices que eres rico, que tienes abundancia y no te falta nada; y no te das cuenta de que eres desgraciado, miserable y pobre, ciego y desnudo. 18 Te aconsejo que me compres oro refinado para enriquecerte, vestidos blancos para cubrirte y no enseñar desnudas tus vergüenzas, y medicina para ungirte los ojos y poder ver. 19 A los que amo yo los reprendo y corrijo. Sé fervoroso y arrepiéntete. 
 
El libro del Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23 nos dice que todo esto es vana ilusión. Trabajar para gozar la vida deja vacíos a la gente. Por eso el Señor nos llama a ponernos en la verdad. Los santos han cambiado su vida y la han entregado a Dios.
 
En la carta a los Colosenses 3, 1-5, 9-11 nos da una Palabra: busquen los bienes de arriba donde está Cristo, aléjense del mundanal ruido. Nuestra vida debe estar bajo la mirada de Cristo. ¡Qué bien cuando estamos bajo la mirada de Jesús y de su amor! Seremos capaces de despejarnos de nuestro hombre viejo de pecado. En el bautismo  nos quitaron el vestido viejo de pecado, dando muerte al pecado para que no reine nunca más el pecado en nosotros y nos vestimos de blanco como Jesús, hombre nuevo, lleno de entrega a Dios, a hacer el bien, liberados de todo afecto a la maldad. Efesios 4, 17 En nombre del Señor les digo y recomiendo que no procedan como los paganos: con sus inútiles pensamientos, 18 con la razón oscurecida, alejados de la vida de Dios, por su ignorancia y dureza de corazón. 19 Porque, endurecidos, se han entregado al desenfreno y practican sin medida toda clase de indecencias. 20 Pero no es eso lo que ustedes han aprendido de Cristo; 21 si es que de veras oyeron hablar de él y de él aprendieron en qué consiste la verdad. 22 Despójense de la conducta pasada, del hombre viejo que se corrompe con sus malos deseos; 23 renuévense en su espíritu y en su mente; 24 y revístanse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios con justicia y santidad auténticas. 25 Por lo tanto, eliminen la mentira, y díganse la verdad unos a otros, ya que todos somos miembros del mismo cuerpo. 26 Si se enojan, no pequen. Que la puesta del sol no los sorprenda en su enojo, 27 dando así ocasión al demonio. 28 El que robaba no robe más, y póngase a trabajar honestamente con sus [propias] manos para ganar algo y poder socorrer al que tiene necesidad. 29 No salga de sus bocas ninguna palabra ofensiva, sino solo palabras buenas que ayuden a crecer a quien lo necesite y agraden a quien las escucha. 30 No entristezcan al Espíritu de Dios. 
 
P. Vicente Pérez.

Comentarios

Entradas populares