CRISTO se REBAJÓ
Reflexión. Vigésimo segundo Domingo del Tiempo Ordinario.
A todos nosotros nos gusta sobresalir, ser estimados, que hablen bien de nosotros. Llevamos dentro de nosotros la soberbia que el demonio nos ha infiltrado dentro y parece que no podemos vivir sin estas alabanzas. Queremos que los hijos sobresalgan por encima de sus compañeros y que la niña sea la princesa de navidad, la miss no sé de qué. Vemos que la hija de 15 años tenga su fiesta no solo para resaltarla sino también para que los demás la llenen de vanidad. Celebrar los 15 años para dar gracias a Dios por los dones recibidos, está bien: pero hacer una mimada por los papás con esta finalidad, la vacía de su capacidad de darse a los demás. Buscar la atención, es propio de gente que no han entendido del misterio del ser humana. Tener un vestidito sencillo es bueno pero tratar de llamar la atención y buscar la atracción, cae fuera de los planes de Dios.
En el evangelio de Lucas 14,12-24 leemos que los invitados a una fiesta no son simplemente los ricos sino los pobres, los cojos, lisiados, aquellos que no te pueden pagar ni dar las gracias. Si tu das una fiesta para que te inviten a otra fiesta, ya estás pagado y ya has recibido tu recompensa y nadie debe pagarte ni esta vida ni en la otra (Mateo 6,1). Debemos hacer el bien sin esperar recompensa alguna. En la ciudad de Corintio se celebraba una comida antes de la Eucaristía y los ricos llegaban pronto para comer y dejaban a los pobres sin comida. Habían roto la fraternidad y eso no es comer la cena del Señor. Todo lo que lleve a poner a alguien por encima de otro, no es cristiano. Todos somos iguales ante Dios. Dios es buen con todos, también con los desgraciados (Mateo 6, 35).
Si vas a una asamblea y entra una persona llena de dinero y le ponen en un puesto elevado, ya está fuera de Dios. Santiago 2, 1 Hermanos míos, ustedes que creen en nuestro glorioso Señor Jesucristo no hagan diferencias entre las personas. 2 Supongamos que cuando ustedes están reunidos entra uno con anillos de oro y traje elegante, y entra también un pobre andrajoso; 3 y ustedes fijan la mirada en el de traje elegante y le dicen: Siéntate aquí en un buen puesto; y al pobre le dicen: Quédate de pie o siéntate allí, en el suelo, 4 ¿no están haciendo diferencias entre las personas y siendo jueces malintencionados? 5 Escuchen, hermanos míos queridos: ¿acaso no escogió Dios a los pobres de este mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que lo aman? 6 Ustedes, en cambio, desprecian al pobre. ¿Acaso no son los ricos los que los oprimen y arrastran a los tribunales?
No podemos buscar recompensar sino hacer el bien por amor a Dios y Él recompensará cuando llegue la resurrección de los muertos y los que hicieron el bien, resucitarán para la vida eterna y los que no hicieron el bien, a la condenación eterna (Jn 5,29).
Nuestra misión es servir. Jesús se levantó de la mesa en la última cena y se puso a lavar los pies y quien no acepte esto, no tiene parte con Jesús. Jesús es el Señor y Maestro y ha hecho esto. Así nos enseña a ser serviciales, humildes, mansos. Estas actitudes crean la fraternidad. Jesús nos dirá que nos amemos como Él nos ha amado. Para amar hace falta ser pequeños, no ponerse por encima de nadie y Dios recompensará. Jesús se rebajó en la cruz hasta la muerte y por eso Dos lo ensalzó, lo resucitó y le dio el nombre más grande.
El libro de El Ecclesiastico 3, 19-21, 30-31 nos invita a proceder con humildad en todos nuestros asuntos y esto llevará a la gente a amarse. Hacerse pequeño sin poner nuestra esperanza en las cosas grandes de ese mundo y el favor de Dios nos alcanzará y nuestras heridas del pecado se irán purgando y transformando en hombres nuevos.
Así nos acercaremos a la ciudad santa de Dios y viviremos en la Alianza de Dios. No entristezcamos a Dios porque es su Padre que nos acoge con amor. Veamos Hebreos 12,18-19, 22-24.
P. Vicente Pérez.
Comentarios
Publicar un comentario