MARTA Y MARÍA
Reflexión. Decimosexto Domingo del Tiempo Ordinario.
En el libro del Génesis 18, 1-10 encontramos a Abrahán que se ha instalado en Mambré con su esposa, siervos, ganados. Allí tiene su tienda. Un día muy caluroso está a la puerta de su tienda y ve llegar a su casa tres personajes que no los distingue bien pero corre hacia ellos en señal de acogida y hospitalidad. Los hace la reverencia y les pide que no pasen de largo sino que se dignen quedarse en su casa. Allí les da los signos de la hospitalidad: lavarles los pies, darles agua, traerles un pedazo de pan pero Abrahán entra en su casa y ordena esto pero añade un torete. Aquellos personajes se quedan satisfechos y le dan el anuncio que él esperaba: su esposa tendrá un hijo en su edad avanzada. La mujer se ríe en señal de duda pero ante el anuncio del personaje, se desdice.
Este personaje era el mismo Dios, acompañado de ángeles que vienen a la casa de Abraham para anunciarles el hijo que le había prometido. Dios viene a nosotros y también debemos recibirlo con alegría. No pases de largo, quédate con nosotros. Abraham pudo hospedar a Dios porque era honrado, practicaba la justicia, no hacia mal al prójimo y los que temen a Dios. Esta debe ser nuestra oración: quédate con nosotros, no pases de largo. Es recibir a Dios no solo exteriormente sino en el corazón para que se quede con nosotros.
En el Evangelio de San Lucas 10,38-42 encontramos a dos hermanas que posiblemente vivían cerca de Jerusalén. Quizás eran hermanas de Lázaro a quien Jesús resucitó. Jesús pasaba por allí hacia Jerusalén y lo invitan a quedarse en su casa y lo hacen con alegría. María acoge a Jesús y se pone de rodillas para lavarle los pies en señal de hospitalidad y después se queda a sus pies en señal de que quiere ser discípula de Jesús y no quiere desaprovechar esta ocasión. Le reciben en su corazón y están contentas de servir a Jesús escuchándole sus palabras y sirviéndole la comida.
Marta, en cambio, pasa a la cocina para calentarle la comida y después de un tiempo, cansada del trabajo, sale hacia Jesús para decirle que diga a su hermana que lo ayude. Entonces Jesús aprovecha la oportunidad de darle una luz. Marta, Marta, te afanas por muchas cosas cuando una sola es necesaria. Has recibido a Jesús, aprovecha la oportunidad para escucharlo. Habrá otros momentos en que querrás escuchar la voz de Dios y no podrás.
Hay tiempos para Dios y tiempos para servir y es necesario que sepamos distinguir en qué momento de gracia estamos. Unos esposos deben tener un momento de gracia para escuchar con sus hijos a Jesús y llenarnos de amor hacia Él y habrá otros momentos que en la casa deberán estar atareados en sus faenas. Jesús nos dice en san Juan que no busquemos el pan que perece sino el pan que es alimento que no perece que es la Palabra de Dios, el Cuerpo de Cristo. Busquen el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se les dará por añadidura. Estamos llamados a caminar siempre con Jesús sea en la acción como en la oración. Con la oración conocemos lo que Dios quiere de nosotros y estamos en comunión con Él. Con la acción hacemos el camino de Dios en la historia de los hombres conforme a la voluntad de Dios. Lo importante es estar con Jesús y gozar de su amor. Mirar a Jesús y dejarse mirar con Jesús y nos lleva a crecer en su amor.
San Pablo en la carta a los Colosenses 1, 24-28 nos habla del don que ha recibido de Dios de anunciar a los paganos el misterio de su salvación mediante la predicación del Evangelio. Siente la alegría de anunciar a Cristo para que los cristianos lleguen a la madurez del conocimiento de Jesús. Todo esto le ha comportado sufrir muchas vejaciones, desprecios, calumnias, cárceles pero todo lo hace para que Cristo sea anunciado a todos, uniendo sus dolores a Cristo por la Iglesia.
El cristiano no puede quedarse con los brazos cruzados frente a tanta gente que desconoce a Cristo y es indiferente hacia él. Debe anunciarlo aunque esto suponga sufrimientos, humillaciones, trabajos pero de esta manera se une a los dolores de Cristo por la iglesia y en cierto sentido completa lo que falta a la pasión de Cristo por ella. La pasión de Cristo está completando y salva a todos los que la aceptan pero nosotros estamos llamados a unirnos a estos dolores. Si tienes una enfermedad, una humillación, una calumnia, una injusticia, únelo todo a los dolores de Cristo en la cruz y estos dolores tuyos tendrán los efectos de los de Cristo pues Cristo acoge todos ellos y los aplica a los hombres. Si tienes una persona alejada de Cristo, ofrece a Cristo tus dolores por ellos y esos dolores tienen valor ante el Señor.
P. Vicente Pérez.
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