LA MISIÓN
Reflexión. Decimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario.
Este domingo 14 del año escucharemos las lecturas de Isaías 66, 10-14. Responderemos con el salmo 65, 1-7 y 16 y 20. La segunda lectura está tomada de Gálatas 6,14-18.-El evangelio está tomado de Lucas 10, 1-12.
Jesús comenzó su misión anunciando la llegada del reino de los cielos y con la llamada a la conversión. Este contenido lo iba anunciando en Galilea en los distinto pueblos- Mientras tanto se había rodeado de discípulos que lo acompañaban y de entre ellos Jesús escogió a 72 discípulos para enviarlos a predicar. El numero tiene una referencia a la creencia de entonces de que había 72 naciones en la tierra y Jesús quería decirnos que su misión es para todos los habitantes de la tierra. Irían de dos en dos para significar que serían testigos de la predicación del Reino los cielos. Jesús es consciente de que la mies es mucha, es decir, la gente que necesita escuchar la Palabra es mucha por eso pide a su Padre en la oración que mande obreros a su mies para anunciar el reino.
Esta palabra vale para nosotros pues también en este mundo en que vivismos hay mucha gente que necesita de Dios y es necesario que vayan los enviados del Padre. Nos manda ponernos en camino sin esperar porque el reino de los cielos está cerca. Este mandato no es simplemente para los sacerdotes, monjas, religiosas. A todos los cristianos llega el mandato de Jesús. Vayan por el mundo entero a predicar el evangelio de manera que el que crea y se bautice se salve. A todos nosotros llega este mandamiento y nadie puede excusarse.
Los padres tienen la grave obligación de transmitir la fe a sus hijos sea en casa como fuera, sea acostado como levantado. Cualquiera que conozca que una persona se ha desviado del camino del Señor, con el pecado, con la indiferencia está llamado con mansedumbre y humidad acercarse a él para corregirle. Si ves que tu hermano está perdiendo la fe, acércate con humildad, sin creerte mejor y ayúdale a encontrar a Dios. Si ves que alguno de tus hijos o parientes anda por malos caminos, después de haber rezado por él, corrígele con amor. Dios nos pedirá cuantas de nuestros actos.
Jesús nos dice que no debemos condicionar nuestra vida a la comodidad, a la comida, vestido. De todo esto se preocupan los que no tienen fe. La preocupación es buscar el reino de los cielos. El domingo pasado nos decía que Jesús no tiene dónde reclinar la cabeza y come lo que le daban, dormía donde le pongan. Aceptar lo que Dios nos da y estar contentos.
El apóstol se encontrará con personas que se reirán de él, le calumniarán, le insultarán y el cristiano los trata como a corderos, y humildes, sin dejarse arrastrar por la soberbia. Te rechazan como a Jesús y lo que te hacen a ti lo hacen a Jesús y por eso estás contento de sufrir por Jesús pero sólo de esta manera podrás vencer al demonio y podrán ser expulsados de las personas de quienes se han posesionado. Pero estemos seguros que el demonio no nos podrá hacer porque Cristo lo ha vencido ya antes.
El anuncio y la evangelización nos llenarán de paz y alegría y sabemos que nuestros nombres están escritos en el reino de los cielos y nadie nos arrebatará de ese reino.
En la segunda lectura de Gálatas san Pablo se gloría en la cruz de Cristo por la cual el mundo está crucificado para él y para el mundo. No cuentan para salvarnos las normas de la ley sino la fe en Jesucristo muerto en la cruz. No son nuestras fuerzas las que nos salvan, es Jesús y por eso los que se abrazan a ella son benditos. San Pablo lleva en su cuerpo las señales de la cruz pues ha sufrido molestias, azotes, pedradas y otras muchas cosas porque está seguro de la salvación de Cristo. Nosotros debemos aceptar sufrir cualquier sufrimiento sea físico como moral por Cristo para la salvación de los hombres.
P. Vicente Pérez.
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