LA ASCENSIÓN DE JESÚS AL CIELO
Reflexión. La Ascensión del Señor, Solemnidad.
Este domingo celebramos la fiesta de la Ascensión de Jesús al Cielo y la iglesia nos presenta las siguientes lecturas:
Hechos de los Apóstoles 1, 1-11. Y respondemos con el salmo 46, 2-3, 6-7, 8-9.
Para la segunda lectura esta: Efesios 1, 17-23 y para el evangelio: Lucas 24,46-53.
Jesús había anunciado el misterio de su pascua a los discípulos y a la gente. El último anuncio es la ascensión al Cielo. En la última cena Jesús anuncia a sus discípulos que el Padre había puesto todo en sus manos, que había salido de Dios para hacerse hombre y ahora vuelve a Dios (Jn 13,1-3). Más adelante en la última cena nos dice: Me voy a Aquel que me ha enviado. (Jn 16, 5) Me voy al Padre y no me veréis. (Jn 16,10). Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre (Jn 14, 28). Porque ha salido del Padre, puede regresar al Padre. San Pablo nos dirá más tarde que ha dejado su condición divina para hacerse uno de nosotros, obediente hasta la muerte (Flp 2,6-11). Dios, por eso, lo resucitó y le dio el nombre más grande: Jesús es el Señor. Jesús desde allí atraerá a todos hacia Él ((Jn 12, 32). Jesús tenía que pasar por la humillación más grande al cargarse con todos los pecados, haciéndose pecado por nosotros pero al mismo tiempo es ensalzado para indicarnos que nos está preparando un lugar para que allí donde está Él, estemos nosotros y contemplemos su gloria. Ha subido como sumo sacerdote que se sienta a la Derecha del Trono de su Majestad en los cielos y por eso nos bendice a toda la humanidad cuando sube al cielo. (Heb 1,3; 8, 1, 10, 12 y 12, 2).
Jesús muere y resucita, se aparece durante cuarenta días a los apóstoles para ratificarlos en la fe, para unirlos en el amor, para ayudarles a esperar la Promesa que les había dado sea el Padre como el mismo Jesús. Cuando yo me vaya, enviaré al Espíritu santo para que esté con ustedes, para que dé testimonio de mí ante ustedes y así puedan dar ese mismo testimonio también ustedes ante el mundo de manera que el mundo crea en Jesús y se salve.
Al finalizar esta cuarentena, Jesús se apareció para darles las últimas instrucciones para que puedan anunciar el Reinado de Dios a los hombres, para que esperen al Espíritu Santo en Jerusalén y no se vayan de allí, para que oren y pidan el envío del Espíritu y así sean testigos de Jesús. (Hech 1,5-8) Los apóstoles lo entendieron bien y en el cenáculo se reunieron todos ellos junto a la Virgen. Necesitaban al Espíritu Santo para que los uniese a todos ellos como la Iglesia de Jesús y darles la fuerza para ir al mundo entero a anunciar el Evangelio de Jesús.
También nosotros estos días debemos recogernos en oración para pedir el don del Espíritu Santo para toda la Iglesia y Él renueve la faz de la tierra. Todos debemos esperar al Espíritu Santo en oración y ayuno para que renueve a toda la Iglesia. Todos necesitamos este Don. Debemos recibirle dejando que penetre dentro de nosotros, lo escuchemos en nuestro interior. Muchos no estiman al Espíritu Santo porque no se dejan mover por Él y piensan que es una sombra. El Espíritu santo que El Padre y el Hijo nos mandan es la tercera persona de la Santísima Trinidad y que es enviado por el Padre y el Hijo a nosotros. Dispongámonos estos días a recibirlo. Ya lo recibimos un día cuando fuimos bautizados y por el Espíritu fuimos hechos hijos de Dios Padre. Después en la confirmación volvimos a recibirlo cuando el Señor obispo nos signó en la frente con el crisma. Ahora lo renovamos pero debemos escucharlo, dejarnos guiar por el Espíritu para ser cristianos de verdad y dar testimonio de Jesús ante la gente.
Se fueron al monte de los olivos donde Jesús se había preparado con la oración ferviente a morir. Allí está Jesús y nos envía a sus discípulos a llevar adelante su misión de evangelización por el mundo entero. Vayan por el mundo entero, anuncien el evangelio de manera que quien crea y se bautice, se salvará. Toca a nosotros, bajo la acción del Espíritu santo, anunciar a los hombres el misterio de Cristo. Der ese anuncio depende la salvación de muchos y nuestra propia salvación. No tengamos miedo de anunciar a nuestros vecinos, compañeros, amigos la invitación a buscar y amar a Jesús.
Jesús empieza a elevarse y como sumo sacerdote los bendice a ellos y a todos nosotros. Su bendición está llena de la gracia de la redención realizada por Jesús en la cruz y esa bendición viene a nosotros también hoy para que esperemos el Don del Espíritu santo, para que aprendamos a ser discípulos testigos que anuncian la buena Noticia de Jesús y con ese anuncio venga la luz del Espíritu para entender el misterio de Jesús y sepamos en quien hemos creído, para que estemos dispuestos a dar la cara por Él, a vivir de acuerdo a sus enseñanzas. Él se va pero nos deja sus dones para fortalecernos. No quedamos solos; yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo. Su presencia se realiza por medio del Espíritu Santo.
Al marcharse Jesús, aparecen unos ángeles que nos dicen: ¿Qué hacen aquí mirando al Cielo? El mismo Jesús que ha subido, volverá. Jesús volverá a nosotros para llevarnos con Él.
Por eso la ascensión de Jesús nos debe llenar a nosotros de esperanza. San Pablo (Efesios 1, 18…) nos habla que hoy alimentemos nuestra esperanza porque si Cristo, nuestra Cabeza ha subido al cielo, también nosotros seremos llevados al cielo si vivimos como Jesús, contemplaremos algo de Dios por toda la eternidad. Creer en Jesús es esperar en Jesús que nos está preparando un lugar para que allí donde está Él, estemos también nosotros junto a Él. La muerte no es el final de nuestra existencia. Nuestro final es Jesús y por eso debemos prepararnos para que cuando venga Él, nos encuentre preparados. ¡Ay de nosotros si nos dormimos y no estamos preparados cuando venga a nuestra corazón!
En este domingo queremos honrar a la Madre de Jesús y madre nuestra. Hagamos alguna oración a María, sobre todo rezando el rosario. Este amor a María nos llevará a amar a nuestra madre terrena, que nos dio la vida, que se sacrifica por nosotros con amor tierno. Es un amor de los hijos a la madre pero también es un amor del esposo a la esposa pues solo juntos uno es padre y la otra es madre. Que los esposos honren a sus esposas y las traten con amor, aunque a veces tengan que perdonarse. Celebremos la fiesta de la familia, todos unidos en el amor.
P. Vicente Pérez.
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