EL CORPUS CHRISTI
Reflexión. El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Solemnidad.
Hoy celebramos esta fiesta del Cuerpo y La Sangre de Cristo. Esta fiesta nació a principio del siglo trece (13) cuando se apareció Jesús en forma de Hostia a una monjita en la diócesis de Lieja (Bélgica). Esta fiesta se extendió muy rápidamente hasta que el Papa la extendió para toda la Iglesia. Se necesitaba esta fiesta para afianzar la fe en la presencia de Jesús en la Eucaristía, para tributarle a Jesús el honor y la gloria que se merecen. Se quería honrar a Jesús para que sea Señor de nuestras calles, pueblos, ciudades.
Hoy también se necesita el florecimiento de esta fiesta para afianzarnos en la fe en Jesús eucarístico y en el deseo de recibirlo para estar con Él y Él con nosotros, para tener ese encuentro con Jesús que cambien nuestras vidas. No es una fiesta para ver la Hostia, mirarla, comerla sino para descubrir el amor de Jesús hacia todos nosotros y darle nuestro entrega amorosa a Él. Es una fiesta del silencio que contempla a Jesús, conversa con Jesús, le ofrece su amor. De nada sirve una fiesta para quedarnos en lo exterior y no concentrarnos en el fondo de nuestro encuentro con Jesús.
Ya desde el antiguo Testamento encontramos un anuncio de este sacramento. Abraham venía de la guerra y Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo, le sale al encuentro y Abraham le ofrece pan y vino como a sacerdote del Altísimo. Veamos la Lectura del Génesis 14, 18-20. Por eso en el Salmo 109,1-4, aclamamos a Jesús como sacerdote de la nueva Alianza según el Orden de Melquisedec.
Jesús al inicio de la última cena nos amó hasta el extremo y estando ya cenando cogió el pan y dijo: esto es mi cuerpo, entregado por ustedes y más adelante cogió el cáliz con el vino y dijo: este es el cáliz de mi sangre, sangre de la nueva alianza. Después nos dijo: cuantas veces lo hagan, lo hagan en memoria mía, es decir, para hacer presente el misterio de su amor, entregando su cuerpo a la muerte por nosotros y bebiendo el cáliz de su sangre derramada para perdonar nuestros pecados y así realizar la alianza con Dios porque nos hacemos una sola cosa con Él .Veamos Lucas 9,11-17 donde Jesús multiplica los panes y anuncia la institución de la Eucaristía en la última cena.
Los primeros cristianos no dejaban de celebrar este misterio sacramental por las casas, sobre todo en la noche del sábado al domingo. La iglesia ha celebrado siempre este misterio de la Eucaristía. No puede haber cristiano autentico sin la participación en la eucaristía al menos los domingos y fiestas de guardar. Los primeros cristianos preferían morir antes que dejar la celebración de la Eucaristía porque ellos necesitaban del Señor, como dijeron a los jueces que los condenaron a muerte. Hoy queremos honrar este misterio, bendiciendo a Jesús, adorándolo en este sacramento y dejándonos guiar por este amor. Acerquémonos a recibir este Jesús con fe y amor.
En la segunda lectura nos dice I Corintios 10, 23 Porque yo recibí del Señor lo que les transmití: que el Señor, la noche que era entregado, tomó pan, 24 dando gracias lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía. 25 De la misma manera, después de cenar, tomó la copa y dijo: Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre. Cada vez que la beban háganlo en memoria mía. 26 Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor, hasta que vuelva.
En el libro del Éxodo 24, 3-8 se nos cuenta la alianza que Dios hace con nosotros. Moisés mandó matar a unos toretes y con la sangre rociaron las mesas y con lo restante rociaron al pueblo, dando a entender que entre Dios y nosotros había una comunión, para compartir la vida. Dios quiere ser el Único en nuestras vidas pero al mismo tiempo nosotros debemos obedecer sus mandamientos. El Pueblo aceptó y como consecuencia hicieron una alianza. Mataron un torete, asaron el cuerpo para comerlo ante la presencia de Dios y con la sangre untaron el altar símbolo de la presencia de Dios y por otra parte rociaron al pueblo con aquella sangre. Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con nosotros. De esta manera unía Dios al pueblo y el pueblo a Dios. Esto será signo de la alianza que Jesús hará con los suyos en la última cena. Dios aceptaba convivir con su pueblo y el pueblo con Dios.
La Sangre de Cristo nos une a todos y lo mismo el Cuerpo de Cristo. No podemos comulgar con Cristo si no comulgamos con los demás, compartiendo nuestro amor, nuestro perdón, nuestra entrega, nuestras cosas. Por eso la comunión es el día de la caridad. Nadie puede desinteresarse del otro. Lo mismo que Cristo ha dado la vida por todos, así nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos.
El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna, es decir, experimenta el amor de Dios que se digna venir a estar en nosotros y a hacernos partícipes de la misma vida de Dios.
Acerquémonos hoy a adorar el Santísimo Sacramento del Altar. ¡Ojalá que podamos acercarnos a la comunión y recibir a Jesús!
P. Vicente Pérez.
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