APARICIÓN EN TIBERÍADES
Reflexión. Tercer Domingo de Pascua.
En los Hechos de los Apóstoles 5, 27-32 y 40-41 encontramos la vida de los Apóstoles. Fruto de la alegría de la Resurrección no hacen otra cosa que predicar a Cristo resucitado. Los jefes de los judíos los mandan detener y les prohíben predicar sobre el nombre de Jesús y más aún si los acusan que la muerte de Jesús se debe a ellos pero los Apóstoles, bajo la acción del Espíritu Santo, les dan una respuesta eminentemente sabia: hay que obedecer a Dios antes que los hombres y anuncian que este Jesús a quien ellos han matado, ha resucitado por el poder de Dios. Sin embargo no los dejan en la cárcel porque tenían miedo a agente.
Cristiano es una persona que anuncia a Jesucristo aunque tenga que sufrir azote, cárceles, burlas. Dios está por encima de todos.
Respondemos con el Salmo 29, 2 y 4. 5-6. 11, 12 y 13 en que ensalzamos al Señor porque sacó la vida del abismo de la muerte.
En el Apocalipsis 5,11-14 el autor tiene una voz de muchos ángeles que alaban al Cordero de Dios porque ha sido digno de ser degollado en la Cruz y ha recibido el poder, la Gloria, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.
A los Ángeles se unen todas las creaturas sea del cielo, la tierra, el mar dicen que se debe todo Honor, gloria y poder y también los ancianos. También nosotros nos unimos a estos coros de alabanzas por el Cordero que está sentado a la Derecha del Trinidad de Dios.
Pasamos al Evangelio de san Juan 21, 1-19. Jesús se parece a las mujeres el día de la resurrección para darles la buena noticia de su resurrección, que avisen a sus discípulos que vayan a Galilea que allí lo verían y en esos días algunos de los apóstoles parten para Cafarnaún en Galilea pues allí vivían antes. Así en el evangelio de este día encontramos a algunos de ellos allí. Un día Pedro les dice que se va a pescar y los demás le acompañan. Después de la resurrección vemos a los apóstoles en comunión de amistad sin diferencias entre ellos. Jesús nos une.
Van de noche pues es el tempo de la pesca pero aquel día no cogen ningún pescado. Estaban desanimados. Les pasa lo que había sucedido unos dos años antes cuando habían estado pescando y no habían cogido nada. En la mañana se presenta Jesús de improviso sin que se den cuenta y les pide si tienen algo de comer. La respuesta es clara y de mal humor pero no sabían quién les preguntaba pues no lo distinguían. Echen la red al lado derecho de la barca y las redes se llenaron de peces grandes. El discípulo amado se da cuenta que es el Señor y se lo dice a Pedro y Este se recoge la túnica y se echa al agua para llegar a donde Jesús. A pesar de todo la red no se rompió pues estaba destinada a estar unida como la túnica de Jesús. La Iglesia una y unida entorno a Jesús.
Jesús había dirigido este acontecimiento. No solo quería mostrarse a sus discípulos pero les enseñaba el camino de su misión. Sin Jesús su predicación no tendrían efectos, les pasaría que echarían las redes, predicarían y no recogerían nada pero en la Palabra de Jesús la red se llenaría de peces grandes, es decir cristianos adultos, que saben lo que hacen y dan la cara por Jesús. Sin Jesús la Iglesia, los apóstoles, los cristianos no logramos hacer nada.
En la orilla encuentran a Jesús que ha encendido una fogata y está cocinando pan y pescado para dárselo a comer a sus discípulos. Esto simboliza la eucaristía donde Jesús nos da a comer su cuerpo y su Sangre para alimento perenne de sus discípulos de manera que no podemos vivir cristianamente sin este Sacramento. Todos reconocen a Jesús como el Resucitado que está con ellos todos los días de su vida hasta el fin del mundo.
Después se levanta Jesús, se retira de los apóstoles y llama a Simón Pedro, que lo había negado en su Pasión pero después había llorado su pecado. Le hace una pregunta: ¿Me amas más que estos?, Pedro después de su experiencia de pecado, le dice que lo ama sin ponerse en comparación con nadie. Señor, sí; tu sabes que te amo. Se pone en las manos de Jesús que conoce mejor su interior. Como signo le da una misión en relación con su Iglesia. Apacienta mis corderos. Lleva a pastar a mis discípulos que aún son jóvenes y no están maduros en la fe. Jesús nos da a Pedro como nuestro pastor que nos pastorea con la Palabra de Jesús, con sus sacramentos.
Camina un poco más y les repite la pregunta. Simón, Hijo de Juan ¿me amas? La respuesta de Pedro es la misma y Jesús le dice que pastoree sus ovejas, es decir a los cristianos que ya van madurando en la fe, la esperanza y el amor, es decir los gobernara en nombre de Jesús con sus indicaciones. Quien ama como el Padre, sabe lo que necesitan sus discípulos porque el Espíritu Santo está con Él.
Y camina de nuevo y la tercera pregunta. ¿Me quieres? Le había preguntado ¿Me amas? Por dos veces. Es un amor de amistad, de entrega. Ahora con querer designa un amor como el de Jesús que se entrega hasta dar la vida por Jesús y sus hermanos. Ámense como yo les he amado. Jesús le da la respuesta. Apacienta mis ovejas. La palabra es otra. Antes había dicho que pastorease, ahora que apacentara para que los hombres tengan la vida. Es aprender a servir, a humillarse ante las ovejas que ya son adultas en la fe. Por eso deben entregarse hasta el final. Pedro se pone en total disponibilidad. Le abre el corazón para que vea lo que hay en él.
Tambe Jesús nos pregunta a cada uno de nosotros si lo queremos, si lo amamos. Quizás tenemos la tentación de responder con facilidad y decirle. sí sin que esta respuesta se conforme con nuestra realidad. ¿Estamos dispuestos a dar la vida por Jesús, por los hermanos, los vecinos? Todo esto todos los días de nuestra vida. Esto supone la respuesta que Jesús da a Pedro. Otro te extenderá tus brazos para ir adonde tú no quieras. Es decir el amor lleva a morir cada día por los demás: familiares, amigos, prójimo. Solo quien ama dando la vida por todos y todos los días, ama a Jesús y p sigue. Entonces podemos escuchar a Jesús que nos dice: Sígueme y comparte tu vida con lamia en la cruz. A veces no somos capaces de todo esto pero un día seguiremos a Jesús que Él nos espera la final de nuestra existencia terrena.
P. Vicente Pérez.
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