Oración de Jesús en el huerto


Reflexión. Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. 
 
Jesús ha pasado la noche celebrando su última cena con sus discípulos. Allí en un gran amor nos dejó el sacramento de la Eucaristía para que todo lo que ha hecho, quede celebrado perennemente y podamos participar todos en este sacramento. Por eso se nos dice que cada vez que celebramos este sacramento, anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección hasta que vengas.
 
Ha tenido un gran encuentro con sus discípulos, dejándoles su testamento. Les ha advertido que el mundo los rechazará como le han rechazado a Él. Ha rogado por nosotros. (Jn 15, 18...) Nos mandará al Espíritu Santo que estará con nosotros y dará testimonio de Él ante nosotros para que a su vez nosotros demos testimonio de Él. Después pide al Padre que glorifique a su Hijo para que a su vez el Hijo lo glorifique a Él y nosotros recibamos la vida eterna. Pide al Padre que seamos consagrados en la verdad y pide que entre nosotros haya una unidad que participe de la unidad  del Hijo con el Padre.
 
Jesús después sale hacia el torrente Cedrón donde Él solía estar para rezar a solas con su Padre. Va acompañado de sus discípulos. Ya ha acabado el encuentro duro pero gozoso con los discípulos; aquellos todavía no comprenden mucho pero no saben bien lo que va a pasar. Jesús sí lo sabe por eso comienza a prever todos los acontecimientos que vendrán en las próximas horas. Su cara se pone tensa, seria. Llegan al huerto y llama a tres de ellos: Pedro, Santiago y Juan que lo sigan más adelante. Los demás se quedarán a la entrada del Huerto. Siéntense aquí que voy a orar. No les dice que oren pero se sobreentiende porque si Jesús va a hacerlo, también ellos deben acampañarle pero ellos, por el cansancio, la tensión que les había producido las Palabras de Jesús se quedan dormidos. Jesús se adelanta como unos 50 metros y se pone a orar. No lo hace de pie como acostumbraban los judíos sino de rodillas. Siente tristeza, angustia. Su alma está turbada y le había pedido al Padre que lo librara de aquella hora pero Jesús reacciona y dice que por esta hora ha venido (Jn 12, 27). Si el grano de trigo no cae en tierra no muere; si muere nacerá dará mucho fruto pero esto supone la misma muerte de Jesús. Jesús es el grano de Trigo que muriendo va a dar la vida al mundo amándolo.
 
Jesús está triste y no se avergüenza de sus debilidades humanas. Todo esto le demuestra que es verdaderamente hombre y no solo Dios. Ha tomado nuestras angustias, tristezas, incomprensiones. Jesús tenía ante su mente las humillaciones, los salivazos, las bofetadas, las risas, las burlas. Le iban a pisotear su dignidad humana y divina. Era Dios pero era hombre y asumía todo lo humano de nosotros, también lo más perverso. Allí estaba penando en cada uno de nosotros cuando lo despreciamos y no le tomamos en cuenta en nuestras vidas. Hay gente que se ríe de Jesús y de sus discípulos. Todo cae sobre Jesús.
 
Jesús tiene tedio, melancolía, asco de sí mismo  y parece que no se tiene en pie, que le tambalean las piernas, que los ojos se quedan tiritando, confundido. Todo esto lo hace por nosotros.
 
Jesús se levanta y ve a los tres discípulos dormidos, por la tristeza y Jesús lleno de bondad les dice que le acompañen con la oración perseverante y velando. Nos lo dice a nosotros también porque le hemos abandonado. Jesús va a su oración con más insistencia: Padre, pase de mí este cáliz pero no se haga lo que yo quiero sino lo que tú quieres. Reza de rodillas como un gusano. Sabe que Dios es su Padre y no duda de su amor. Lo llama Padre porque sabe que el Padre quiere lo mejor para el Hijo pero la naturaleza humana de Jesús quiere resistirse y por eso le pide que le dé la fuerza para hacer su voluntad porque a veces había dicho que venía a estar ocupado en las cosas de su Padre y que la voluntad de su Padre era su alimento, ahora ve la voluntad del Padre como algo cuesta arriba, que no puede y por eso le pide.  Pide que la voluntad humana de Jesús se identifique con la del Padre. Que el Hijo quiera lo del Padre.
 
También nosotros nos resistimos a hacer la voluntad del Padre y por eso esta oración debe estar en nuestros labios y hacerla propia. La carta a los Hebreos nos dice que fue escuchado, no porque el Padre le libre de la muerte sino porque el Padre le da la fuerza para poder cumplirla la voluntad de Dios y así Dios le escucha porque un día resucitará pero aprenderá que su muerte le lleva a la resurrección para que nosotros muriendo con Cristo resucitemos con Él. También nosotros frente a la muerte tenemos miedo y le pedimos al Padre que nos libre pero nos escucha cuando sabemos aceptar sin maldecir a Dios, sabiendo que todo lo que nos manda Dios es para nuestro bien porque Él nos ama. Jesús bebió el cáliz que le dio su Padre y nos presenta a nosotros si somos capaces de beber el cáliz que Dios nos ponga cada día, con su sufrimientos. Los hijos de Zebedeo aquel día le dijeron a Jesús que lo aceptaban pero esto no nos da méritos para tener ningún puesto en el cielo sino la paz para vivir para Dios y ser coronados con Cristo.
 
Los apóstoles seguían en sus sueños cuando Jesús se levantó para ir donde ellos. A ellos y a nosotros Jesús nos repite: Velen y oren para no caer en la tentación. ¿Qué tentación? La tentación de renegar de Jesús como lo hizo Judas. Es la tentación de no conocer a Jesús como el Salvador de los hombres. Es la apostasía. Jesús vuelve a rezar y es tal la angustia, el miedo que suda sangre. Es una agonía, una lucha por la vida.
 
P. Vicente Pérez.

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