Domingo de la misericordia


Reflexión. Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia. 
 
Este Domingo segundo de pascua está dedicado a Jesús de la misericordia. Hace unos 80 años Jesús se apareció a santa Faustina para indicarle que se debía celebrar esta fiesta y el Papa San Juan Pablo II la instituyó para todo la Iglesia y Jesús de la misericordia vino a llevarse al Papa para estar en la casa del Padre el año 2005. Jesús es el misericordioso que ha dejado en sus manos y pies las señales de sus clavos y al mismo tempo en su costado para indicarnos que el amor que le llevó a dar la vida por todos, sigue presente en Jesús para siempre y por eso nosotros podemos acudir al corazón misericordioso de Jesús para que restaure nuestra vida según Dios.
 
En los Hechos de los apóstoles 5,12-16 encontramos la vida de los primeros cristianos. Muchos de ellos al ver los signos que hacían los apóstoles, se convertían y se reunían para celebrar a Jesús en la Eucaristía y había otras personas que que no lo hicieran, se quedaba con las ganas y así iban creciendo el número de los creyentes en Cristo.
 
El cristiano que participa con alegría en las reuniones de la Iglesia o asamblea cristiana, da signos de Cristo atrae a mucha gente al encuentro de Jesús. Cristiano es una persona que es testigo de Jesucristo. Nos alegramos mucho porque esta pascua en Vietnam, nación perseguida por los comunistas pero que ha dado signos de Jesucristo, se han hecho cristianos casi 3000 personas adultas y lo hacen con convicción.
 
En la Primera carta de san Juan 5, 1-6 se nos presenta a Juan desterrado en la Isla de Patmos por causa de Jesús y un día domingo, así empezó a llamarse este día, tuvo una visión y oyó una voz que le hablaba. Era una figura como de un Hijo del Hombre, así llamaba el libro de Daniel a Jesús. Aparece vestido con una túnica larga en señal de que presenta como sacerdote que había ofrecido a Dios el sacrificio, no de animales sino de si mismo pero ha vencido la muerte y por eso tenía un cinturón de oro en señal de que era rey. Se nos presenta como el que estuvo muerto pero ahora vive para siempre y tiene las llaves de todas las cosas porque es el Todopoderoso. Es Jesús resucitado entre nosotros que dirige nuestra historia y Él da un mensaje para toda la Iglesia de todos los tiempos y lugares y este mensaje es el apocalipsis que debemos escuchar con devoción.
 
Vamos a escuchar el evangelio de san Juan 20, 19-31. Comienza situándonos a todos en el primer día de la semana, que años más tarde se llamaría día del Señor, es decir, Domingo. Es el día en que Jesús resucita de entre los muertos y vence la muerte, el pecado y nace la amistad con Dios y con los hermanos, en que la comunidad cristiana se reúne para recibir a Jesús resucitado. No hay Domingo sin asamblea y no hay asamblea sin eucaristías, decían los primeros cristianos.
 
En este primer día los apóstoles estaban con miedo en el cenáculo aunque habían oído hablar de Jesucristo resucitado. Tenían las puertas atrancadas, por miedo a los judíos. Es también nuestra situación cuando no experimentamos la presencia y la experiencia de Jesús resucitado en medio de nosotros. Tenemos miedo a la pobreza, a la falta de trabajo, a las humillaciones, a las enfermedades, a la muerte y esto nos encoge el corazón pero llega Jesús y todo el miedo desaparece. Jesús se pone en medio de nosotros. Él es la fuente de la paz, nos da la paz, la fuente de la unidad y del entendimiento entre nosotros, es la fuente de la esperanza porque con Él se aleja todo tipo de adversidades. Con Él todo lo podemos porque es poderoso, porque es compasivo, misericordioso.
 
Hoy domingo nos reunimos en la Iglesia con vestidos de blanco, signo de su resurrección, nos da la victoria sobre todas las dificultades. Si abrimos los ojos nos damos cuenta que Jesús está en su Palabra anunciada, en su Cuerpo y Sangre derramada por nosotros. Jesús está con nosotros usando la misericordia hacia cada uno de nosotros porque el perdona los pecados y da a los apóstoles este poder. Si experimentamos todo esto, la alegría, la sonrisa vuelve a nosotros y todo lo podremos en aquel que nos conforta y todos estamos llamados a vivir la alegría de la presencia resucitada de Jesús. Nos enseña las manos, los pies, el costado con sus llagas para decirnos que Él nos amará siempre y podemos estar seguros con Él. Jesús nos ama y está a nuestro lado.
 
Como el Padre me envió, así los envío yo a ustedes. Así nos da Jesús su mandato para todos. Ser cristiano es ser llamado a la misión que Jesús ha cumplido en su vida terrena, siendo enviado por el Padre y ahora nos toca a nosotros. Nos da su Espíritu santo para que nosotros vivamos como Jesús, lo anunciemos y sentiremos la fuerza. No pensemos que la misión es obra de curas y monjas. Todos los cristianos estamos llamados a continuar la misión de Jesús y dar testimonio de Él. Los padres darán testimonio ante sus hijos. Los trabajadores en su puesto de trabajo. Los maestros en su campo educativo y no tengamos miedo de sufrir por Jesús pues el Espíritu Santo mandado por el Padre y el Hijo, nos acompaña siempre.
 
Uno de los apóstoles, Tomás no estaba con ellos y cuando le dicen que han visto al Señor no lo cree a menos que no ponga sus dedos en las llagas. Al Domingo siguiente Jesús se hace presente entre los apóstoles. Cada domingo Jesús tiene una cita con nosotros para darnos su Palabra y su Eucaristía. Jesús es bueno y cuando tenemos crisis como Tomás se acerca con bondad para iluminarnos a nosotros. Le mostró sus llagas y es entonces cuando debemos profesar nuestra fe: Señor mío y Dios mío. Cuando nos apartamos de la comunidad, perdemos el sentido de la fe y por eso ponemos seguridades como ver, tocar para creer en Jesús. Bienaventurados los que sin ver creen. Reconocer que Jesús es Dios, es el Señor que ha resucitado en su humanidad para que no volvamos a dudar de Él. Cristiano es aquel que profesa su fe en Jesús y se apoya en Él y siente  que el que cree que Jesús es el Mesías, y Señor, se salva. Si alguien no quiere creer, es libre pero nosotros estamos seguros de Jesús y lo decimos donde quiere que estemos. Si no hemos visto o tocado físicamente a Jesús, podemos haber experimentado en nuestro corazón su presencia, su poder, su fuerza de manera que estamos seguros de Él y podemos anunciarlo. ¡Cuántos cristianos han dado la vida por Jesús! ¡Cuántos cristianos ante las burlas y risas de los no creyentes, no se han avergonzado! ¡Cuántos cristianos por Jesucristo han estado dispuestos a perderlo todo por Jesús! Aclamemos a Jesús resucitado como nuestro Señor.
 
Jesús ha querido quedarse con las llagas abiertas para decirnos que nos ama por toda la eternidad y no dudemos de Él. Estas llagas son el signo para creer en Jesús y en su amor y corresponderle con fe y amor.
 
P. Vicente Pérez.

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