ÚLTIMOS AVISOS DE LAS BIENAVENTURANZAS
Reflexión. Octavo Domingo del Tiempo Ordinario.
En este domingo antes de la cuaresma (Domingo octavo tenemos la ayuda de san Lucas 6,39-45) Jesús nos deja algunos avisos para vivir el evangelio. Un ciego no puede guiar a otro ciego pues tropezarían y caerían al suelo. ¿Quiénes son estos ciegos? Son los fariseos que creían saber todas las cosas de la Ley y llevaban al pueblo por el camino del alejamiento de Dios. Esto significa que también puede haber gente entre nosotros ciegos que proclaman sus opiniones que alejan a la gente de Dios. Un verdadero maestro es el que oye a Jesús y es dócil a su Palabra y con humildad anuncia lo que él ha recibido y no se cree que está por encima de todos. Hoy vivimos en una sociedad que difunden doctrinas que alejan a la gente de Dios. Doctrinas que llevan a la diferencia de clases sociales y mientras unos tienen de todo, otros carecen de todo. Hay personas que se dejan llevar por las ideólogas que proclaman la homosexualidad; otros por las ideologías que tienen derecho a matar al hijo que no quieren y proclaman el aborto, proclamando tener derecho a estas barbaridades. Estos y otros conducen al precipicio.
Hay personas que están seguras de lo que afirman sin dejarse enseñar por la Palabra y se sienten maestros porque todo lo hacen bien, son fariseos, hipócritas que ven los pecados ajenos pero no los suyos. Jesús nos pone la imagen de uno que tiene una pequeña mota en el ojo y el del frente quiere quitársela cuando él tiene una viga grande.
Quien quiere corregir a su hermano, examine su conciencia antes y vea su pecado y con humildad corrija al otro, sabiendo que primero tiene que corregirse a sí mismo. Si tu hermano peca, nos dice el evangelio de San Mateo, acércate a él y le corriges con mucha humidad y mansedumbre, consciente de que también tú tienes pecado y necesitas de la ayuda de otros. Si te hace caso, bendice a Dios; de lo contrario busca una persona de fe y corrígelo; si no te hace caso, díselo a la Iglesia pero calladito sin vociferar. Lo importante es que aquella persona se dé cuenta de su maldad y busque la misericordia de Dios. (Mt 18, 15…) Lo importante es vencer el mal en el mundo y ayudar a encontrarse con la misericordia de Jesús.
Cuando encontramos un árbol sano, podemos acercarnos a coger algún fruto bueno pero si el árbol es dañado, no encontraremos frutas comestibles. Cada árbol se conoce por sus frutos, dice Jesús. Todos nosotros somos esos árboles que a veces damos frutos malos que contagian en el mal a otras personas y los llevan por el camino equivocado.- Tenemos que examinar nuestro corazón porque allí se fraguan todas las maldades y de lo que hay en el corazón habla la boca, actúa nuestra vida. Por eso todos los días debemos examinar nuestra conciencia y ver lo que hay de maldad dentro de nosotros para desecharlo y purificar el corazón.
Ahora viene la cuaresma que es un tiempo de limpieza en que a través del ayuno, privarse de algo, la oración, dando un tiempo todos los días a Dios y al mismo tiempo escuchan su Palabra. También la penitencia para purificarnos. Que nos vienen ciertas ideas de pecado, que tenemos curiosidades de sexo, que tenemos ideas de robar o cometer injusticias. Es necesario romper con todo lo que nos aparte de Dios aunque cueste sacrificio. Mejor es entrar en el reino de los cielos cojos, ciegos, mancos que no ir con todos miembros de nuestro cuerpo al infierno. Nos hemos acostumbrado a hacer el mal y nos parece normal pero esto destruye a cada uno de nosotros, a nuestras familias, a nuestra sociedad. Mientras no está Dios en nuestro corazón, no lograremos ser honrados, afianzar la familia. Solo Dios purifica el corazón y nos lleva a tener buenas relaciones con los demás.
Por eso no todo el que diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos sino hacemos lo que Dios nos diga. Por eso la Virgen en Cana de Galilea nos dice: Hagan lo que Él les diga. Solo escuchando a Jesús, seremos discípulos de Él. El que escucha la voluntad de Dios y la cumple, se parece a aquel que construye su casa sobre cimientos sólidos y si viene un terremoto, un gran vendaval, un rio en crecida, la casa aguanta. Lo mismo el cristiano ante las dificultades de la vida, aguanta y permanece fiel. Pero el que construye la casa sobre arena, sin sólidos fundamentos, corre el peligro de verla derrumbada. Si no oramos, si no escuchamos la Palabra, si no nos confesamos de vez en cuando, si no comulgamos con devoción, tendremos tentaciones y sucumbiremos a ellas y nos dejaremos arrastrar por los vicios. No basta con decir que hemos hecho la primera comunión, la confirmación y después dejamos a un lado a Dios y los domingos vivimos ausentados de Dios. Nuestros criterios ese identifica con los criterios paganos del mundo, no tendremos fuerza para resistiere al demonio y el pecado será nuestro dios. Por eso ese tiempo es un momento de renovarnos y vivir según la voluntad de Dios.
Escuchemos el libreo del Eclesiástico 27,5-8 en que se nos presentan algunas imágenes como el horno con sus llamas que pone a prueba la vasija de barro. Dios nos pone a prueba cuando permite las tentaciones y así no podemos alabarnos y engreírnos sino ser humildes y agarrarnos a Dios.
Respondemos con el salmo 91,2-3, 13-16 en que damos gracias a Dios por sus misericordias.
En la segunda lectura de la primera carta a los Corintios 15, 54-58 nos presenta que después de la muere seremos transformados y este cuerpo destinado a la corrupción, se transformará en incorrupto, gracias a la victoria de Cristo con su resurrección. Esperemos este don y experimentaremos la recompensa el Señor.
P. Vicente Pérez.
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