LAS BIENAVENTURANZAS


Reflexión. Sexto Domingo del Tiempo Ordinario. 

Jesús ha comenzado su ministerio de salvación por la región de Galilea. Un día sube a un monte para rezar y va acompañado de sus discípulos. Después de estar en la oración escoge a doce de ellos para estar con Él y mandarles a anunciar el evangelio. Baja del monte y se encuentra con una muchedumbre. Se sienta en señal de maestro  y nos da una palabra: Bienaventurados, felices, dichosos son los pobres porque entre ellos reina Dios. San Lucas hace referencia solo a cuatro bienaventuranzas pero añade otras cuatros lamentaciones: ¡Ay de ustedes los ricos! Para Jesús no es cuestión de saber sino vivir este estilo de vida que nos lleva a tener a Dios como Señor y rey y al mismo tiempo sentirlo como a Padre. 

Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reinado de Dios. No son felices los pobres que no tienen dinero pero lo desean tener y se desesperan cuando no lo tienen. Son pobres los que ponen su confianza en Dios. San Francisco de Asís se desnudó y entregó toda la ropa a su padre terreno. Ya no tengo padre pero Dios cuida de mí. El pobre en el espíritu no ambiciona el dinero por encima de todo, incluso de Dios. Sabe que el dinero no tiene valor y sabe que nadie se lo llevará al morir. El pobre sabe que Dios nos cuida como cuida de los pájaros y de las flores y sabe que Dios le vendrá en auxilio. El pobre ve a los demás como hermanos y por eso sabe salir al encuentro de los necesitados y sabe que ayudar al pobre, es servir a Jesús. Lo que hicieron con de uno de estos mis hermanos conmigo lo hicieron. Ven, bendito de mi Padre a poseer el reino de los cielos. El pobre que confía en el Señor, que comparte con sus hermanos, escucha en su interior: tú eres de los míos porque ama a Dios con todo el corazón, con toda la mente, con todas las fuerzas y sabe que no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. El dinero no es Dios. Dios, sí, es Dios que llena el corazón del que lo recibe. El demonio presentó a Jesús la tentación de adorarlo y Jesús le responde que al Señor, tu Dios adorarás y a Él sólo servirás. Dios es nuestro único tesoro. Sabe también que el otro es su hermano de verdad y da la vida por él. Quien ha descubierto a Jesús y su amor, lo deja todo como Zaqueo que dejó su puesto de trabajo donde ganaba mucho para ser discípulo de Jesús. En cambio el joven rico no fue capaz de anteponer a Jesús a sus bienes y se fue triste porque no había sido capaz de acoger a Jesús. 

¡Ay de ustedes, los ricos porque ya tienen su consuelo! Jesús nos presentó la parábola del rico epulón que banqueteaba todos los días, se vestía con purpura y despreciaba al pobre Lázaro que estaba a la puerta de su casa pidiendo limosna pero no compartía. Gozó de la vida pero ¿qué pasó a la hora de la muerte? Fue llevado al infierno donde no tenía una gota de agua para saciarse y la pedía pero ya no se la daban. Dios no había sido su centro ni tampoco el hermano pobre ahora tiene que sufrir la desgracia. Jesús nos puso otra parábola donde un rico tenía grandes capitales y todos los días comía, bebía y se entregaba a toda clase de vicios pero se murió cuando menos lo pensaba y fue al infierno. ¿De qué le sirvió toda esa prosperidad que no le llevó a compartir lo que tenía con el pobre? ¿De qué le sirvió toda la prosperidad si no tenía un tiempo para estar con Dios? Ni siquiera en esta vida pudo ser feliz pues cuando nos negamos a compartir, dejamos un vacío en el interior del corazón. 

Santiago 5, 1 Y ahora les toca a los ricos: lloren y griten por las desgracias que van a sufrir. 2 Su riqueza está podrida, sus ropas apolilladas, 3 su plata y su oro herrumbrado; y su herrumbre atestigua contra ustedes, y consumirá sus cuerpos como fuego. Ustedes han amontonado riquezas ahora que es el tiempo final. 4 El salario de los obreros, que no pagaron a los que trabajaron en sus campos, alza el grito; el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos del Señor Todopoderoso. 5 Ustedes llevaron en la tierra una vida de lujo y placeres; han engordado y se acerca el día de la matanza. 6 Han condenado y matado al inocente sin que él les opusiera resistencia. 

Dichosos los que ahora tenéis hambre porque seréis saciados. No es solo hambre de comida sino de hacer la voluntad de Dios. Jesús estaba ocupado en las cosas de su Padre y su alimento era hacer la voluntad de Dios hasta la muerte. San José era llamado el Justo porque ante el Ángel que le dice que se lleve a María y también al hijo para cuidarlos, él obedece y se la lleva para vivir en perpetua castidad. Es cumplir los mandamientos con la mayor radicalidad. No basta decir: Señor, Señor sino hacer la voluntad del Padre (Mateo  7, 21) Jesús ha recibido un cuerpo y va a honrar a su Padre porque no basta ofrecer a Dios sacrificios de animales sino hacer la voluntad de Dios y lo hará hasta la muerte cuando en el último suspirito dirá: todo lo he cumplido y entrega su espíritu al Padre. Por eso tenemos que desarrollar el hombre de vivir en Dios, de conocer su Palabra y cumplirla, de recibir a Jesús en la sagrada comunión. Vengan a Mí todos los que tengan hambre y sed y serán saciados porque de su vientre saldrán torrentes de agua viva, es decir, el Espíritu Santo (Jn 7,37)Quien tenga sed venga a mí; y beba 38 quien crea en mí. Así dice la Escritura: De sus entrañas brotarán ríos de agua viva 39 –se refería al Espíritu que debían recibir los que creyeran en él. El Espíritu todavía no había sido dado, porque Jesús aún no había sido glorificado. 

Bienaventurados los que lloran porque serán consolados. Jesús al entrar en Jerusalén lloró porque no quisieron convertirse (Lucas 19, 41-44). Durante la Pasión unas mujeres lloraban y Jesús les invita a no llorar por Él sino por los pecadores. (Lucas 23-28). Son lágrimas de dolor por los propios pecados y por los pecados del mundo: injusticias, discriminaciones, humillaciones, rechazos, humillaciones. Llorar porque hemos rechazado a Dios en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra sociedad. Santa Mónica lloraba por su hijo que andaba por malos caminos pero el Señor la consoló cuando este hijo se hizo cristiano y se bautizó a los 33 años y después se entregó a Dios siendo sacerdote, obispo. Un gran santo: San Agustín. San Pablo nos dice que él después de tantas persecuciones, fue consolado y así podía consolar a otros. 

II Corintios 1, 3 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre compasivo y Dios de todo consuelo, 4 que nos consuela en cualquier tribulación, para que nosotros, podamos consolar a los que pasan cualquier tribulación con el mismo consuelo que recibimos de Dios. 5 Porque así como son abundantes nuestros sufrimientos por Cristo, así también por Cristo abunda nuestro consuelo. 6 Si sufrimos tribulaciones, es para consuelo y salvación de ustedes; si recibimos consuelos, es también para consuelo de ustedes, y esto les da fuerzas para soportar con fortaleza los mismos sufrimientos que nosotros soportamos. 

Dichosos ustedes cuando los odien, los persiguen por mi causa porque su recompensa será grande en el cielo. Pero ay  de ustedes si todos hablan bien. Seremos juzgados por el Señor.

P. Vicente Pérez.

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