Manifestó su gloria


Reflexión. Segundo Domingo del Tiempo Ordinario. 
 
Después de celebrar los misterios de Navidad, seguimos ahora con el tiempo llamado Ordinario en que celebramos los distintos misterios  de Jesús en su vida pública.
 
Dios había reunido a Israel junto al monte del Horeb para hacer una alianza. Dios iba a esposar a su Pueblo para siempre. A lo largo de la Historia el pueblo fue infiel y por eso Dios manda a Oseas que se case con una prostituta que representa al pueblo infiel de Israel pero el Señor lo hace para desposarla de nuevo en justicia y santidad.
 
En la primera lectura de Isaías 62,1-5 se presenta al centinela que no calla hasta que venga la justicia para la esposa amada y brille como antorcha. La esposa, la iglesia será una corona fulgida en la mano del Señor. Ya no será la abandona porque ¿puede abandonar una madre al hijo de sus entrañas? La Iglesia Sera ‘la favorita, la desposa porque Dios prefiere a su iglesia a todas las demás.
 
Al llegar la plenitud de los tiempos  Dios se hace hombre para desposar a la humanidad de manera que la nueva humanidad se desposaría con Dios.
 
Hoy vamos a ver cómo se va a realizar este esponsalicio. Jesús toma la ocasión de una boda en un pueblo llamando Canaan. Allí se encuentra María como partícipe del pueblo de la antigua alianza. En la casa se encuentran también unas seis tinajas de unos 100 litros. Estas tinajas contenían agua para las purificaciones de los judíos y esto era signo de la antigua alianza pero ahora están secas, sin agua. Esto significa que el pueblo de Israel había perdido el amor a Dios y solo se contentaban con unos pequeños gestos que iban sin amor. María pertenece a la antigua alianza pero espera en Dios para que la vitalice con su amor. De Ella nacerá el Esposo que se desposará con la Iglesia. Por eso María se acerca a Jesús para exponerle las necesidades: no tienen vino. No dice: no tenemos vino sino no tienen vino, en tercera persona. El pueblo de Israel no tiene amor a Dios. Ella, María, espera en el Mesías para restablecer esta alianza. El profeta Jeremías 31,3 nos dice: Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi lealtad.
 
Jesús se hace el desentendido. ¿Qué nos importa a mí y a ti? Jesús no se desentiende pero mira más lejos. Jesús no viene  a poner un arreglo a la alianza antigua, sino a hacer algo nuevo, que ponga a Dios como centro de la vida. No son pequeños arreglos. Hace falta un amor que cubra toda la vida y se amen de todo corazón, con la integridad de la vida.
 
Jesús dirá después que no ha llegado su hora. ¿Qué significa esta hora? Jesús nos dice en Juan 12, 27 que se resiste frente a su hora pero en seguida añade que para esta hora ha venido. En la última cena Jesús nos dice que ha llegado su hora de pasar de este mundo al Padre. Es la hora culmen en que Jesús entregará su vida para la salvación del mundo, para manifestar a todos que nos ama hasta el extremo de dar la vida. Es la hora del amor que pone a Dios como centro de su vida y como consecuencia el amor al hermano, el amor de darse totalmente al otro. Su Hora es la cruz.
 
María que es la madre que ha traído al Mesías, se acerca a los sirvientes: Cualquier cosa que os diga, háganlo.  Hace falta también la colaboración de todos para esta hora. Jesús manda a los sirvientes que llenen las seis tinajas de agua y después mandan sacar algo. Ellos no saben lo que cogen. Solo cuando se acercan al maestro de la sala que lo prueba, se da cuenta que es vino. El vino es el símbolo del amor. Mejores son que el vino tus amores, dice el Cantar de los  cantares. Ha llegado el tiempo de las bodas de Dios con la humanidad. Por eso el maestro de la sala se acerca al novio para cuestionarlo porque ha dejado el mejor vino hasta ahora. Dios ha dejado el mejor vino de la nueva alianza hasta este momento en que manifiesta al mundo el amor del Hijo de Dios que entrega su vida a nosotros para darnos su amor.
 
Jesús, dándose en amor, manifiesta al mundo, a nosotros la Gloria de Dios para que creamos que Él es el Mesías, el Salvador de los hombres y nosotros nos entreguemos a Él.
 
Somos cristianos por nuestro bautismo pero nuestra vida está seca, sin amor, sin entrega a Dios y a los demás. María está en medio de nosotros y no nos abandona. Ella se da cuenta de que en nuestras comunidades no hay fervor, no nos amamos unos a otros. La última palabra que ha pronunciado la Virgen y es una palabra para cada uno de nosotros. Pongámonos en disponibilidad hacia Jesús para escuchar su v oz, hacer lo que nos mande, meditar su palabra en nuestro corazón.
 
También Jesús está con nosotros, dando la vida en la cruz para salvarnos. ¿Dejamos que la Sangre de Cristo caiga  sobre nosotros y nos salve o queremos dejarla caer al suelo y pisotearla? ¡Qué bien si nosotros podemos acoger a Jesús! Busqué el amor de mi vida, lo encontré, lo abracé y no lo dejaré jamás. No estaremos solos. Gozaremos del amor de Jesús.
 
Esta fiesta nos llama a ver en nosotros las bodas de nuestro hogar, entre marido y esposa. A veces el pecado apaga el amor y el resentimiento brilla en el corazón. Levantemos los ojos que junto a nosotros están María y Jesús. María ve nuestras necesidades y se las expone a Jesús. También nosotros conocemos nuestros problemas y debemos decirlos a Jesús y a María pero al mismo tiempo debemos escuchar la voz: hagan lo que Él los diga. Es la Palabra de María que nos invita a escuchar a Jesús, que nos llama a superar los egoísmos, el resentimiento, a dar a la vida el uno por el otro, a dejar que Cristo y María entren en nuestro hogar. Donde están Jesús y María, no está el demonio. Reine la paz, el amor, la confianza, la fidelidad. No dejemos a Cristo para más tarde. Hoy es el día de invitar a Jesús a nuestro hogar.
 
En las lecturas de este domingo encontramos a Isaías 62, 1-5 en que el que avisa a la gente nos da el grito de que llega la salvación paras todos.
 
Respondemos con el salmo 95, 1-3, 7-10 en que aclamamos al esposo como rey de todas las naciones, aclamando sus maravillas y postrémonos ante Él.
 
En la segunda lectura tomada  de san Pablo a los Corintios 12, 4-11 vemos como Dios ha dado diversos dones a su Iglesia y todos tienen la misma unidad y todos están llamados a trabajar por el bien de todos.
 
En el evangelio de Juan 2, 1-11 vemos que Jesús va a las bodas de Canaán donde Jesús convierte el agua en vino y anuncia las bodas de Dios con la humanidad, siendo el novio Jesús como Mesías que muere en la cruz dando el mayor don de amor a Dios y a los hombres.
 
P. Vicente Pérez.

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