LA CELEBRACIÓN DEL DOMINGO
Reflexión. Tercer Domingo del Tiempo Ordinario.
El pueblo de Israel en parte ha regresado del destierro de Babilonia, han reconstruido el templo de Jerusalén y parte de las murallas de la ciudad. Llega la fiesta de las chozas y Nehemías que era el gobernador y Esdras que era el sacerdote reúne al pueblo en asamblea de Dios para alabarle, escuchar lo que el Señor quiere decirlos. Esdras como sacerdote se ha dedicado mucho tiempo a escrutar las Escrituras para dejarse iluminar por ellas y así en ocasión de la fiesta se da la reunión. Preparan un Ambon para sostener la Palabra de Dios y Esdras desde lo alto para ver a todos y para que la voz los llegase comienza a leer el libro del Pentateuco y cada rato hacia silencio para que los levitas reuniesen a algunos y les explicasen la palabra de Dios. Aquella gente sentía la presencia de Dios en medio de ellos y lloraban de alegría porque podían conocer la voluntad de Dios. Les decían que ese día era momento de paz y que debían comer sabroso y dar de comer a los amigos que no tenían de qué comer. Día de Dios y día de amistad y fraternidad que debía quedar grabado para los días siguientes aunque no estuviesen en asamblea.
Dios nos reúne también a nosotros en el día de la fiesta, el domingo para escuchar la Palabra de Dios y dejar que esa Palabra entre en el corazón. También nosotros hemos recibido la Palabra de Dios pero ¿qué actitudes hemos tenido y cómo la hemos recibido?; I Tesalonicenses 1, 5 porque, cuando les anunciamos la Buena Noticia, no fue sólo con palabras, sino con la eficacia del Espíritu Santo y con fruto abundante. Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí al servicio de ustedes. 6 Y ustedes, por su parte, siguieron nuestro ejemplo y el del Señor, recibiendo el mensaje con el gozo del Espíritu Santo en medio de graves dificultades; 7 hasta el punto de convertirse en modelo de todos los creyentes de Macedonia y Acaya. 8 A partir de ustedes la Palabra del Señor, no sólo se difundió en Macedonia y Acaya, sino que a todas partes llegó la fama de su fe en Dios, de manera que no es necesario hablar de esto. Por eso el cristiano se reúne en asamblea con alegría, escucha con atención, acoge como la Virgen la palabra y la medita en su corazón y la difunde a los demás empezando por su misma casa. Nehemías 8, 2-10. Respondemos con el salmo 18,8-10,15.
En el evangelio encontramos a Jesús que se reúne en la sinagoga cada sábado para escuchar la palabra de Dios con el resto de la asamblea. En el evangelio de hoy lo vemos ya dentro de su misión apostólica. Allí se le conocía como el carpintero pero ahora saben que ha estado predicando en las sinagogas de Galilea y el invitan a dirigir su palabra a la gente. Todos están atentos esperando una palabra de salvación. Recibe el rollo del profeta Isaías y lee un trozo.
Lucas 4, 18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, 19 para proclamar el año de gracia del Señor.
Se presenta como el Mesías, lleno del Espíritu Santo que ha recibido en ocasión de su bautismo y por eso anuncia que el Espíritu está sobre Él y es el enviado de Dios a la humanidad para salvarnos. Los hombres están esclavos del pecado. El que hace el pecado, es esclavo del pecado, dice Jesús y Él ha venido para liberarnos de la maldad en la medida que nos dejemos transformar por Él. Jesús ha venido para ti que estás esclavo del pecado. ¿Qué pecado tienes que te esclaviza? Hay personas que están esclavos de la ira, otros del dinero, otros del sexo, otros del trago. Cada uno examine su conciencia. Cristo ha venido para ti si dejas que Jesús entre en tu corazón.
Hay personas que el pecado las ciega espiritualmente y son capaces de hacer barbaridades. Estos días hemos visto cómo hay gente que ciega su corazón y son capaces de matar a mujeres, niños, adultos. Estas personas necesitan la luz de Cristo para entender que el amor, el perdón, el ceder, el perder en sus ideas y otras muchas cosas son más importantes y es necesario respetar y no solo respetar sino también amar, perder vale más. Amar es más importante que todo. Ver como Dios hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre las personas que tienen sus defectos pero ese amor nos fortalece. Tenemos que rezar: Señor que vea tu amor, la dignidad de las personas. Todos somos consagrados y por eso nos agarramos a Jesús para que nos cambie el corazón.
Jesús irá a morir en la cruz para hacer de nosotros perdonas nuevas, familias nuevas y así Jesús nos dará el año de gracia, no el año de venganza sino de perdón. Padre, perdónales porque no saben lo que hacen. A los fariseos que traen a una mujer que ha cometido un adulterio, les dice Jesús que si no tienen pecado, tiren la primera piedra y todos se fueron. Solo Jesús que no tenía pecado le perdona y le pide que no siga pecando. Había entrado la gracia de Jesús en su corazón. Pidamos al Señor que nos libere de nuestras maldades. Evangelio de san Lucas 1, 1-4 y 4, 14-21.
En la segunda lectura de san Pablo a los Corintios se nos pone la comparación del cuerpo a los muchos miembros que hay en él y todos están al servicio de los demás pero formamos una sola cosa. Nosotros somos el cuerpo de Jesús y cada uno es su miembro. Por eso veíamos el domingo pasado que Dios por el espíritu santo da diversos dones a cada uno para el servicio de los otros. A unos les da el don de sabiduría para que comprendamos el misterio de Dios, sus planes sobre nosotros, su amor. Otros tiene el don de la fe para anunciar a Jesús. Otros tiene el don de curar enfermos con amor. Otros tiene el don de predicar con espíritu de manera que la palabra llegue al corazón y la gente se convierta. Otros tienen el don de discernir entre la gente que se deja llevar por Dios y no por el espíritu de la maldad, para discernir entre ideas verdaderas o falsas que llevan por el camino de la maldad. Todos estos dones y otros se nos dan para hacer un servicio a la asamblea de Dios. Estamos llamados a acogerlos y dejarnos transformar por ellos y así ayudar a otras personas para que tengan el espíritu de Dios.- I Corintios 12, 12-30.
P. Vicente Pérez.
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