EPIFANÍA


Reflexión. Epifanía del Señor, Solemnidad. 
 
Estamos terminando el tiempo de Navidad y lo hacemos con esta fiesta llamada de Epifanía, vulgarmente, los reyes magos. Esta fiesta significa la manifestación de Jesús como salvador de todos los hombres. Los magos son unos personajes que representan a todos los hombres que son llamados a encontrar a Jesús en la fe. Es nuestra fe, nuestra llamada a la fe.
 
No podemos quedarnos en cosas externas como cabalgatas con sus reyes magos sino ir profundizando en que el Señor ha nacido para nosotros. Debemos buscarlo aunque para ello tengamos que imponernos una serie de negaciones pero las superamos. No son reyes magos sino unas personas, quizás astrólogos que sienten una llamada a la fe. Ya en el antiguo testamento había sido anunciado por Balan que una estrella surgiría en Jacob, es decir, el pueblo de Israel. Es la estrella que anuncia al Mesías y que nos llama a todos nosotros a buscarlo. Jesús nace en Belén y al mismo tiempo es anunciado por los ángeles a los pastores y estos van a buscarlo en aquella cueva, lo descubren, le ofrecen sus regalos y regresan llenos de alegría porque a ellos, pobres pastores, les ha llegado el Salvador, el Mesías, el Señor. Los pastores eran representantes del pueblo judío.
 
Lejos de Belén, en el Oriente, donde nace el Sol, unos hombres ven una Estrella, sienten que es el signo que Dios les manda para anunciarles que ha nacido el salvador de todos los hombres. Sienten en su corazón esta llamada y se ponen en camino sin saber a dónde iban ni por donde iban. Es la misma llamada que había tenido Abraham, también en el Oriente y Abraham se pone en camino sin saber adónde ni por donde, en medio de peligros. También hoy el Señor nos llama en el fondo de nuestro corazón a buscar a Jesús, a reconstruir nuestra fe en Él. No podemos estar tranquilos con nuestras costumbres, aunque sean religiosas. Nos llama a descubrirle a él y estar seguros de Jesús. Nadie puede decir Jesús es mi Señor sino es por la acción del Espíritu Santo, así nos dice San Pablo. Es necesario que dejemos nuestros intereses, nuestras comodidades y nos pongamos a buscarlo, sabiendo que Dios se hará presente en nuestras vidas y podremos decir que encontré al Salvador de mi vida, Hoy es necesario que nosotros nos pongamos en una actitud de espera y así encontraremos a Jesús.
 
Los Magos se ponen en camino en medio de muchos peligros pero dejándose guiar por esta estrella. Sin embargo al llegar a Jerusalén Dios los pone a prueba, se oculta la estrella. ¿Nos habremos engañado? Preguntan a quiénes son los destinatarios de la fe de Israel. Van donde el rey Herodes y se sobresalta. ¿Cómo, otro rey?  No sabían que el Rey nacido no es de las categorías de este mundo. Es el rey que viene a instaurar el amor, la fe en Dios. Herodes pregunta a los sabios de Israel que le dicen que nacerá en Belén como estaba profetizado.
 
Los magos cuando oyen esto se ponen en camino y enseguida aparece la estrella. No tengas miedo que Dios permita en tu vida alguna duda de fe. Sé fiel a Dios, no dudes de Él. Cuando menos lo pienses Dios se hará nuevamente presente en tu vida. Descubrirás a Jesús y sentirás el gozo de encontrarlo en los brazos de María como lo hicieron los magos. Reconocerás que Jesús es tu Salvador, le ofrecerás los dones de oro, incienso y mirra. Jesús será tú Señor.
 
¡Qué alegría si no dudamos de Jesús y lo buscamos! La alegría de encontrarlo satisfacerá nuestro sufrimiento. También la Virgen y san José perdieron al Niño en el templo sin saberlo y, llenos de dolor, regresan a buscarlo con fe. Lo encuentran en el Templo ocupado en las cosas de su Padre y empiezan a darse cuenta que Jesús está por encima de nuestras ideas y proyectos. Se abrazan a Él y descubren el tesoro de su vida. Busca a Jesús cuando no lo sientas sentimentalmente. Lo encontrarás en la oración, en la escucha atenta de la Palabra, en el perdón al hermano, al que te ha injuriado, en la fidelidad a tu hogar. No dejes a Jesús. Hoy está aquí con nosotros en esta Eucaristía. ¡Invócale! ¿Qué quieres ofrecer a Jesús? Ofrécele tu amor sin reservas, tu incienso, es decir tu alabanza, tu oración. Ofrécele tu mirra, tu cruz, la negación de ti mismo. Podrás empezar tu vida por otro camino. Alabemos al Señor.
 
Escuchemos los textos que la Iglesia nos presenta para este día: 
 
Isaías 60, 1-6. Salmo responsorial: Salmo 71.- Efesios 3, 2-3, 5-6.- Mateo 2, 1-12.
 
P. Vicente Pérez.

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