EL BAUTISMO DE JESÚS


Reflexión. El Bautismo del Señor, Fiesta. 
 
Con este domingo terminamos el tiempo de Navidad para proseguir el próximo domingo con el tiempo llamado ordinario.
 
El día de Navidad Jesús se manifiesta como el Señor, el Mesías, el salvador y lo hace a los pastores de Belén, gente que pertenecía al pueblo de Israel que era el heredero de las promesas de Dios. El domingo pasado celebrábamos la Epifanía del Señor en que todos nosotros hemos sido llamados a buscar a Jesús y el que lo busca, lo reconoce que es Rey, Dios y hombre y le ofrece sus dones: el amor, la alabanza y oración y el sacrificio de su mismo. Hoy celebramos el bautismo de Jesús.
 
Jesús ha crecido hasta ser un  hombre y siente que Dios lo llama a llevar adelante la misión que Él le ha encomendado. Ha oído que Juan el Bautista se encuentra junto al rio Jordán invitando a la gente a la conversión y se pone en camino hacia él. En el rio Jordán se encuentra mucha gente con deseos de convertirse ante la invitación de Juan el Bautista.
 
Llega Jesús y se pone en la fila. Cuando llega ante Juan el Bautista, este se le queda mirando y lo reconoce que es el salvador. Juan Bautista debe ser bautizado por Jesús que es mayor que él en dignidad pero Jesús le invita a hacerlo que es de toda Justicia, es decir, de obedecer al Señor y hacer su voluntad. Jesús está en medio de la gente porque viene a cargarse con los pecados del mundo. Juan lo anunciará después: este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Juan derrama el agua del Jordán sobre Jesús, acogiendo los pecados de los hombres, los nuestros y lo hace en actitud de arrepentimiento. Él no tiene pecados pero serán nuestros pecados los que Él lleve sobre sus hombros a la cruz para librarnos de ellos. Un día dirá Jesús que debe ser bautizado con un bautismo de conversión y se siente angustiado hasta que eso se realice. Nuestros pecados le llevaran a una muerte y muerte de cruz.
 
Jesús está en el Jordán y se arrodilla ante Dios en señal de humillación pero también en señal de que es intercesor ante el Padre y al mismo tiempo alaba al Padre.
 
Estando así Jesús en actitud de humillación se abre el cielo. Él lo ha abierto porque el pecado de Adán y los nuestros lo tenían cerrado y nadie podía entrar allí sin que fuera abierto. Jesús tiene las llaves del reino de Dios y por eso nosotros debemos bendecir a Jesús que nos ha abierto el cielo. Vean cual es nuestra esperanza, nos dice san Pablo. También nosotros en nuestro bautismo hemos experimentado que se abre para nosotros el paraíso. No lo veremos con nuestros pecados. Por eso debemos arrepentirnos y acercarnos al sacramento de la confesión.
 
El cielo está abierto y ahora la comunicación con el Padre  está fluida: Este es mi Hijo, este es mi Siervo en quien yo me complazco. Aparece Dios Padre, el Padre de Jesucristo, el Padre de todos nosotros. También nosotros podemos llamarlo Padre y sentir desde ese momento de que somos herederos de su Gloria. El bautismo de Jesús ha abierto el cielo y nosotros al participar en el bautismo de Jesús, sentimos que se nos abre para nosotros la gloria de Dios. Dios Padre que nos amó hasta mandarnos a su Hijo, nos envía ahora al Espíritu santo en forma de Paloma para que esté con nosotros, para que demos testimonio de Jesús, para que podamos comprender el misterio de Jesús y entrar en la voluntad del padre. Por eso nosotros estamos llamados a participar en este Misterio de la Santísima Trinidad. En el bautismo hemos recibido el perdón de los pecados, se ha abierto el cielo para nosotros pues hemos sido hechos hijos del Padre y podemos llamarlo Papito. Hemos recibido al Espíritu santo para ser sus templos. ¡Qué dones tan maravillosos hemos recibido y esto nos llama a ser santos e inmaculados en su presencia en el amor!
 
Ahora Jesús está investido de su mandato de parte del Padre. Anunciará el Reino de Dios a los hombres con Palabras, con acciones, con milagros, con el perdón de los pecados y podrá culminar lo en la cruz para resucitar después, lleno del Espíritu santo, con poder y gloria.
 
En la primera lectura de Isaías 42,1-4, 6-7 se nos presenta al Hijo como el Siervo de Dios que ha recibido al Espíritu para traer la salvación a las naciones pero viene con una actitud de misericordia y mansedumbre. No gritará, no condenará para implantar el derecho y viene a hacer alianza con la humanidad y liberar a los hombres de sus esclavitudes. Acojamos a Jesús como nuestro siervo y Señor.
 
Respondemos a esta palabra con el salmo 28,1-4, 9-10 aclamando al Señor con la voz sobre las aguas del río Jordán y recibiendo la bendición de la paz.
 
En los Hechos de los apóstoles 10,34-38 san Padreo nos dice que Jesús acepta a todos de la nación o condición que sean, viene a traernos la paz. Se nos presenta como el Ungido del Espíritu santo y por eso ha pasado y sigue haciendo el bien en medio de nosotros pues nos da el perdón de los pecados.
 
Jesús se acerca al rio Jordán donde está Juan el Bautista y se pone de rodillas en señal de que carga con los pecados de los hombres y para cumplir la voluntad de Dios se deja bautizar por Juan. Se abre el cielo para todos, Dios Padre nos lo presenta como el Hijo Siervo que se carga con los pecados del mundo y Jesús recibe el Espíritu Santo. Escuchemos el evangelio de san Mateo 3,13-17.
 
P. Vicente Pérez.

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