María nos visita


Reflexión. Cuarto Domingo de Adviento. 
 
Estamos en la víspera de Navidad y la Iglesia nos invita a mirar a Belén, un pueblito pequeño donde Nació David, el antepasado de Jesús. De este mismo Belén nace un pastor de Israel: Jesús. Él será nuestra paz. Nacerá de una mujer humilde y sencilla. En Belén nacerá el Mesías y por eso todos miramos hacia esta localidad porque allí aparece el salvador de los hombres.
 
Este Mesías, no ya solo de Israel sino de toda la humanidad, viene a ofrecerse en obediencia al Padre, siendo sacerdote para siempre. No le ofrece la sangre de animales como se hacía en el templo de parte de los sacerdotes de Aarón sino se va ofrecer en la cruz que abarca a todo el mundo. Ya desde el momento de su concepción en el vientre de María, se pone en obediencia a Dios: no has querido sacrificios de animales como lo hacían en el antiguo Testamente. Por eso me has dado un cuerpo, me has hecho un ser humano para ofrecer lo más valioso: mi voluntad, mi obediencia.
 
Lo que salva a los hombres son es solo la sangre sino la libre disposición de la voluntad de Jesús hasta la muerte en cruz. No salva la muerte sino la obediencia hasta la muerte. No nos salvamos por hacer cosas sino por hacer la voluntad de Dios en todos los momentos de mi vida. El verdadero alimento de Jesús fue hacer la voluntad de su Padre del cielo. Lo que salva al hombre es ponerse ante el Padre para decirle: que quieres que yo haga y esto supone renunciar a sí mismo, a sus pensamientos. A veces una persona tiene ciertas formas de pensar. Por ejemplo adjuntarse en el matrimonio y si nos va bien, nos casamos pero Dios quiere que tú desde el principio de tú matrimonio aceptes hacer la voluntad del Padre, que sepas que tu relación de esposos es hacer presente el amor de Jesús a su Iglesia desde el principio y para siempre. Dios quiere que tú renuncies a tu amor propio y por eso renuncia a ese resentimiento que te impide perdonar y cede, perdona. Dios quiere que tú renuncies a tu avaricia y aprendas a ser justo dando al otro lo que es del otro. ¿Estás dispuesto a hacer la voluntad del Padre?
 
En el evangelio nosotros encontramos a María que se pone en total disponibilidad para ser la Madre del salvador pero esto no le llena de orgullo sino de disponibilidad a Dios, a los hombres. El Ángel le dice que su prima Isabel ha concebido, la que llamaban estéril y enseguida se pone encamino para recorrer los 130 kilómetros que separaban Nazaret de Aiun Karin. Va contenta porque va a servir como una humilde sierva y va a llevar al Salvador de los hombres. Es una visita de gracia. Así llega, saluda con el don de la paz y no era un simple saludo sino la presencia de Jesús en medio de ellos que los salva y la madre y el hijo quedaron llenos del Espíritu Santo.
 
María viene a visitarnos también a nosotros. Nos trae a Jesús, nos da la paz, nos da una un nuevo ser de gracia si lo recibimos. No llenamos de alegría porque Dios se ha acordado de nosotros y si recibimos a Jesús, veremos que empieza darse un corazón nuevo que sepa amar, servir, perdonar, que sepa santificar la familia.
 
Por eso nosotros también debemos glorificar a María, a Jesús. Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre Jesús. Navidad es mirar a María y a Jesús y bendecirles porque se han acordado de nosotros. Nosotros no somos nadie para que nos visite la Madre de nuestro Señor Jesús. En estas palabras hemos proclamado las grandezas de María: Madre del Señor. Jesús es el Señor: Dios desde siempre y hombre desde su concepción en el vientre de María. La grandeza de Jesús y de María no les impide de venir a llenarnos de Gracia.
 
Estamos en esta eucaristía y Jesús está con su Madre y madre nuestra. Bendigamos y dejemos que ellos nos llenen del Espíritu santo y nos llevan a visitar a los enfermos, ancianos, abandonados. Visitemos a las personas que nos han hecho algún daño y reconciliémonos. Visitemos a las personas que están alejadas de Dios para estos días lo reciben y veremos las misericordias del Señor en nosotros.
 
Celebremos la navidad pero la navidad de Jesús y María y con ellos demos nuestro amor a nuestros familiares, amigos, a todos y sentiremos con Jesús crece el amor a todos y la felicidad. Navidad no es bailes, trago, sexo, drogas. La Navidad es Jesús.
 
P. Vicente Pérez.

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