LAS VIUDAS
Reflexión. Trigésimo segundo Domingo del tiempo ordinario. B.
En este domingo 11 de noviembre la iglesia nos presenta dos episodios que tratan de la Generosidad de dos viudas. Ambas son aldabadas, Les invito a leer el texto de I reyes 17, 10-16 y en san Marcos 12,38-44.
Por otra parte vemos el texto dela carta a los Hebreros 9,24-28 donde se nos presenta a Jesucristo sumo sacerdote que entra en el santuario de Dios, el cielo, para alabar al Señor al mismo tiempo que está intercediendo por todos nosotros.
En el evangelio de san Marcos nos presenta a algunos personajes de entonces pero que sus aptitudes siguen vigentes en medio de nosotros. Los letrados, es decir, diríamos entre nosotros: los doctores, los estudiados que se presentan en las calles con trajes bonitos, con un andar elegante para buscar reverencias de la gente sencilla. Si van a una reunión, desean los primeros puestos para que todos los vean y hablen bien de ellos. Hay gente que son religiosos y van a los velorios para rezar pues sin ellos no pueden hacerlo los ignorantes o les gusta hacer alguna actividad en la Iglesia para que todos los vean y los alaben. Aparentemente parece que están en una actitud de servicio a la comunidad pero en el fondo están buscando honores, famas. Los ha alabado la gente, dice Jesús, ya no tiene recompensa de Dios Padre. (Mateo 6 2 Cuando des limosna no hagas tocar la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que los alabe la gente. Les aseguro que ya han recibido su paga. 3 Cuando tú hagas limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; 4 de ese modo tu limosna quedará esconda, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Respecto a la oración 5 Cuando ustedes oren no hagan como los hipócritas, que gustan rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse a la gente. Les aseguro que ya han recibido su paga. 6 Cuando tú vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre a escondidas. Y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. 7 Cuando ustedes recen no sean charlatanes como los paganos, que piensan que por mucho hablar serán escuchados. 8 No los imiten, pues el Padre de ustedes sabe lo que necesitan antes de que se lo pidan.)
Frente a estas actitudes, se nos presentan dos viudas. La primera viuda pertenece a la región de Tiro que está fuera de Palestina. Allí había ido el profeta Elías porque en Israel había mucha sequía e incluso un estero donde Elías cogía agua para beber, se había secado y Dios le mandó a la región de Tiro y Sidón. Allí llega y se encuentra con una viuda. Ella está recogiendo un poco de leña para hacer un pan con la poca harina que tenía y así comer ella y un hijo suyo y esperar la muerte. Elías le pide un poco de agua. Algo necesario para vivir pero después le pide un pan. La mujer solo tenía un poco de harina para hacer un pancito. Este pancito, esta agüita era lo único y ella dejándose de llevar de la generosidad, hace el pancito y se lo da la Profeta Elías. Por este acto de solidaridad no le faltará ni harina ni aceite para hacer el pan. A Elías le ha dado a sí misma, lo que tenía y Dios le premia con la comida para todos los días que dure la sequía.
En el evangelio nos encontramos con otra viuda. Las viudas eran personas a quienes nadie defendían y podían abusar de ellas sinrazón. Si querían comer debían ir a los campos donde se recogía el trigo y allí espigar de lo que cayera a los segadores. Muchos se reían de ellas. Ella fue al templo en ocasión de alguna fiesta y en un lado del templo había el arca del tesoro con 13 alcancías y había uno donde depositaban las ofrendas unos levitas, comunicándoles lo que ofrecían y así lo llevaban a la alcancía. Pasaban los ricos y deban cantidades para que todos hiciesen un gesto de admiración y alabanza pero llega este viuda y se acerca al levita para entregarle su ofrenda. El levita lo grita y todo el mundo se burla de lo poco que ha dado.
Sin embargo, Jesús que pasaba por allí, oye lo que la viuda ha dado, hace un gesto de admiración porque sabe Jesús que ha dado más que los ricos. Estos han dado de lo que les sobra mientras que la viuda ha dado lo que ella tenía para comer aquel día. Ella se ha dado a sí misma.
Así Jesús nos habla de la generosidad total hacia el pobre y necesitado, Dios la bendice como bendijo a la viuda de Tiro, como a tantas personas que son generosas y no buscan alabanzas de los hombres. Antes que el dinero debemos desear la compasión con nuestros hermanos necesitados. Si entendiésemos esto, no habría hambre en el mundo. Vemos tragedias de gente que se embarca para ir otros lugares en busaca de trabajo y comida. No se daría esto si tuviésemos los ojos abiertos a los demás y aprendiésemos a darnos a nosotros mismos. Cuando se mira a Dios, no se desprecia a nadie sino se le respeta porque lo hacemos a Dios. Estas viudas nos enseñan darnos a todos. Dios mira el corazón y las intenciones.
En la segunda lectura tomada de la carta a los Hebreos se nos presenta Cristo sumo sacerdote que entra en el santuario del cielo de una vez para siempre. En la antigua alianza el sumo sacerdote entraba en el santo de los santos una vez al año para ofrecer el sacrificio de animales por los pecados de este sumo sacerdote y por los pecados del pueblo. La sangre de estos animales no perdonaba y por eso cada año se repetía. Jesús no entra en el santuario del Templo de Jerusalén sino en el santuario del cielo para presentarse ante Dios Padre. No lleva sangre de animales sino la sangre propia de Cristo derramada en la cruz por nuestros pecados y esta Sangre es eficaz porque es la Sangre del Hijo de Dios hecho hombre y ha sido derramada en obediencia al Padre y por eso es capaz de perdonar los pecados de todos los hombres y no necesita que este sacrificio se vuelva a repetir.
Nosotros hacemos presente este sacrificio en la Eucaristía donde Jesús se hace presente con este Sacrificio. No se vuelve a repetir este sacrificio pero sí está presente y nosotros participamos de este perdón. Por eso nosotros decimos en la Consagración: anunciamos tu Muerte, proclamamos tu Resurrección. Ven Señor, Jesús. No es un anuncio de puras Palabras sino real. Cuando el sacerdote pronuncia esas palabras en la Consagración, allí se hace presente el Cuerpo y la Sangre de Cristo realmente y Cristo coge sobre sus hombros los pecados de todos los hombres para destruirlos de manera que estos pecados ya no nos afecten porque han sido eliminados. Es el gran misterio del perdón y del amor de Jesús y por eso nosotros no podemos dejar de participar en este misterio en actitud de profunda adoración, alabanza, acción de Gracias. Comulgar significa unirnos a este misterio y dejarnos transformar por Cristo Jesús. Hace falta tener fe.
P. Vicente Pérez.
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