AL ENCUENTRO DEL HIJO DEL HOMBRE


Reflexión. Trigésimo tercer Domingo del tiempo ordinario. B. 
 
Estamos para terminar el año litúrgico y la Iglesia nos presenta unos textos en que nos ayudan a descubrir a Jesús que viene sobre las nubes del cielo. En la primera lectura tomada del libro de Daniel 12, 1-3 presenta al arcángel san Miguel contra los poderes enemigos de Dios y al final el Hijo del Hombre aparece ante el Anciano  (Dios) y Él recibe todo el poder y la Gloria como Hijo de Dios y todos los que han creído se salvarán. Los que han sido fieles a Dios saldrán de sus sepulcros, resucitarán  y esplenderán como estrellas por toda la eternidad. Es la glorificación de los que han sido fieles a Dios. Hay otros que resucitaran para la perdición, es el castigo por no ser files a Dios.
 
Los creyentes saben que  Dios es su herencia, que será todo para todos y que su carne descansará serena y por eso estarán llenos de gozo. Salmo 15, 5 y 8, 9-11.
 
En el evangelio de san Marcos 13, 24-32 vemos a Jesús ante el espectáculo del Templo de Jerusalén y anuncia que será destruido y no quedará piedra sobre piedra. Este anuncio choca a los discípulos porque era muy bello y habían empleado muchos años para la construcción. Los primeros discípulos que habían seguido a Jesús le hacen la pregunta: cuando será esto porque la destrucción del templo anuncia la terminación del mundo. En este intervalo de tiempo entre la destrucción del templo y el final de la historia humana surgirán algunos falsos profetas que creerán saberlo todo y anunciarán que el Cristo ya ha venido o vendrá en tal fecha e incluso se creerán ellos mismos el Mesías. Pensaran que los terremotos son señales de la venida de Cristo, también las guerras. Son anuncios de la última venida de Cristo.
 
Jesús nos invita a estar precavidos. Debemos estar preparados a dar razón de nuestra fe, incluso con el sacrificio de la vida. Tenemos que hacer lo que nos dice san Pablo que ante los tribunales paganos anunciaba a Jesús. No debemos asustarnos porque el Espíritu Santo estará con nosotros en medio de un mundo pagano y nos dará valor para dar testimonio de Jesús sin renegar de la fe. Seremos hasta rechazados por los amigos, por los parientes y no debemos escandalizarnos. Si Jesús fue entregado a la muerte, también nosotros deberemos pasar por esta situación. Debemos entender que para ser cristianos debemos sufrir el rechazo del mundo. El mundo se dejará engañar por las ideologías que reniegan de Dios y ponen como centro de la vida el sexo, el trago, el dinero. Estas ideologías construyen el mundo con sus ideas rechazando a Dios y así esto se desarrolla con la ideología del género en que el ser humano es libre para tomar el genero de sexo que a él guste y no lo que Dios le ha dado como regalo. Estas ideologías llevan a reclamar que el ser humano, los padres son dueños de la vida que ha engendrado y pueden matarla, que los enfermos y ancianos deben desaparecer con la eutanasia. Todo esto crea el desorden total de la sociedad. Estas cosas que vivimos en nuestra sociedad son anticipo de que esas ideologías deben ser puestas para reverenciarlas, pero los cristianos, ante estas cosas, deben agarrarse a Dos y escuchar su Palabra, siendo fieles.
 
Frente a todo esto el cristiano debe levantar los ojos a Dios y saber que en Él está la vida, la verdad, el amor, la familia que nos da el sentido de la vida. Debemos tomar conciencia que, cuando menos lo pensemos, aparecerá el Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo, el mismo que testificó ante Poncio Pilato que había venido a dar testimonio de la Verdad y todos tenemos que reconocer que en Jesús está la verdad, la vida. El viene a reunirnos de los cuatro ámbitos de  la tierra porque viene a reconstruir la tierra, la sociedad. Deuteronomio 30, 3 El Señor, tu Dios, cambiará tu suerte compadecido de ti; el Señor, tu Dios, volverá y te reunirá sacándote de todos los pueblos por donde te dispersó; 4 aunque tus dispersos se encuentren en los confines del cielo, el Señor, tu Dios, te reunirá, te recogerá allí; el Señor, tu Dios. Jesús ha muerto para reunir a los hijos dispersores. Muchos se lamentarán aquel día (Mt 24, 30) y llorarán ante Él (Apocalipsis 1, 7 Mira que llega entre las nubes: todos los ojos lo verán, también los que lo atravesaron; y todas las razas del mundo se darán golpes de pecho por él. Así es, amén) .
 
Por eso el cristiano debe estar vigilante ante estos hechos. Jesús nos pone la comparación de la higuera. Cuando en primavera empiezan salir las hojas es señal del verano. Cuando veamos estos acontecimientos, preparémonos para que Jesús nos encuentre listos, Jesús viene a nosotros individualmente en la hora de nuestra muerte y también comunitariamente cuando nos reúne para que demos razón de nuestra vida ante todos. Es señal que Dios que nos ha dejado en libertad para que podamos hacer lo que nos parezca. Ahora viene a dar un juicio sobre nuestras vidas ante toda la humanidad. Por eso estemos vigilantes, viviendo una vida santa y digna de Dios. No pensemos que pues Dios tarda, ya puedo hacer lo que me parece y vivir una vida disoluta. Dios da tiempo para que nos arrepintamos y volvamos a Él pero llegará la hora del juicio aunque aquel día y hora nadie lo sabe. Lo importante es vivir listos para que cuando suene la hora, salgamos al encuentro del Señor y podamos escuchar que nos recibe y que entremos en su paraíso para gozar de Dios y de los hermanos para siempre.
 
En la carta a los Hebreos 10,11-14 y 18 continúa hablando del sacerdocio de Cristo. Los sacerdotes del antiguo Testamento todos los días iban al Templo para ofrecer sacrificios por los pecados porque esos sacrificios de animales no perdonaban. Cristo se ofreció a sí mismo una sola vez en la cruz por los pecados de todos los hombres y de todos los tiempos. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que iban a ser consagrados porque esa ofrenda es de valor infinito y por eso tiene la fuera de perdonar siempre y para todos y si hay perdón, no hay ofensa porque está destruido el pecado y por eso mismo ya no se necesita otro sacrificio de Jesús. Tenemos en el cielo un sacerdote para siempre, es Cristo y por eso nosotros lo adoramos y le ponemos en sus manos nuestros pecados pues por el sacrificio de la cruz ya están nuestros pecados perdonados si estamos arrepentidos de ellos.
 
P. Vicente Pérez.

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