HE VENIDO A SERVIR Y DAR LA VIDA POR TODOS

Vigésimo noveno Domingo del tiempo ordinario. B.

Reflexión. Vigésimo noveno Domingo del tiempo ordinario. B. 

Jesús ha venido a entregar su vida en rescate de todos los hombres, para que seamos de Dios y le demos gloria. Así nos presenta el profeta Isaías 53, 10-11 la misión de Jesús. Respondemos con el salmo 32, 4-5. 18-19. 20 y 22 para proclamar la misericordia de Dios hacia todos nosotros. 

Jesús es el sumo y eterno sacerdote, que ha tomado nuestras debilidades, siendo probado en todo menos en el pecado para poder compadecerse de nosotros. Por eso podemos acercarnos al trono de la gracia y de la misericordia. Hebreos 4,14-16. 

Jesús había anunciado su pasión, debiendo ser entregado a la muerte en manos de los pecadores que lo matarían pero vencería la muerte por la resurrección. Nos habla en este anuncio de humillaciones, golpes, rechazos y desprecios y nosotros tratamos de cambiar de rumbo, de tener otras actitudes. 

En el evangelio de este Domingo se nos presenta a dos discípulos que de manos de su madre, se acercan a Jesús para pedirle que los haga sentar en su reino, uno a la derecha y otro a la izquierda. ¿Qué significa esto? Es la tentación de buscar el poder, el triunfo, de sobresalir por encima de los demás, mandar, es la tentación del éxito, la fuerza de imponernos a los demás. Así nos construimos y nos realizamos. Es la tentación de pensar que el reino de los cielos es de este mundo. ¿Para que estudia una persona? Para sobresalir, tener dinero, mandar, para ser alguien y ser estimado. El mundo nos quiere llevar por el camino del poder, del dinero, de la fama humana. 

¿A dónde nos lleva esto? Nos dice el evangelio que los otros discípulos, al oír esto, se llenan de ira, y esto los enfrenta a unos con otros, nos lleva a la envidia, acusamos y levantamos calumnias para humillar al otro. Nace así la humillación, la lucha, la división. Ya no podemos estar juntos. Esto nos lleva, dice Jesús, a tiranizar a otros, al caudillismo, a defender nuestros intereses, a oprimir a otras personas. Desterramos el amor en nuestra sociedad, la justicia y surge la avaricia, la injusticia. Dios está lejos de nosotros, de nuestra sociedad. 

¿Qué nos enseña Jesús? Quien quiere ser el primero sea el último de todos y servidor de todos. La grandeza está en servir, en salir al encuentro de las necesidades de los demás, en realizar la justicia, en dar la vida por los otros. Nos realizamos en el amor. Jesús ha entregado su vida como el último de todos para salvar a todos los hombres. Jesús nos amó y se entregó por nosotros hasta la cruz. Jesús quiere crear en nuestro mundo una sociedad que es la del amor. Para esto se necesita que cada uno de nosotros muramos al hombre viejo de pecado, de orgullo, de vanidad. No podemos realizarlo por nuestras propias fuerzas pero el Señor que nos ha mostrado el camino con su ejemplo, nos dará la fuerza para realizarlo. Debemos pedírselo a Dios y pedirle significa quererlo y renunciar a nuestro hombre pervertido. Dios nos dará esta gracia, nosotros al recibirla nos dejaremos guiar por el Señor sin importarnos que otros nos desprecien, se burlen de nosotros. Jesús humillado, abatido, escupido, despojado hasta de sus vestidos ha salvado a los hombres, ha resucitado. Quien acepta esto experimentará el mundo nuevo que nace en él, en su familia, en la sociedad.
 
Jesús se ha hecho hombre para el rescate de sus vicios y pecados para todos los hombres. Hoy celebramos el día del Domund, es decir, el día del anuncio de Jesucristo, de su salvación para todos los hombres. ¿Qué hago yo por la salvación de los demás? ¿Acepto en primer lugar que Jesús entre en mi vida, la cambie para llevar a Cristo en mí? ¿Rezo yo para que Jesús sea conocido, amado por todos los hombres?¿Ofrezco a Jesús mis dolores, humillaciones, desprecios para completar en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo por la salvación de todos? Ofrezcamos nuestras oraciones para que Dios mande misioneros a todos los rincones de la tierra para que anuncien a Jesús y si Dios quiere mandarme a mí, o algún familiar amigo, ¡bendito sea! y pongámonos en disponibilidad.
 
Mucha gente anda en camino de perdición porque no tienen fe y nadie le ha anunciado a Jesús, nadie se ha sacrificado por él. Hoy se necesitan pescadores como los apóstoles, gente humilde que escuchando la voz el Señor que le dice que vaya a pescar en el mundo del hombre pecador. Los hombres tienen los oídos cerrados y se quedan tranquilos en su casa, en sus negocios. En la hora de la muerte seremos examinados por lo que hayamos hecho en esta vida por los demás. Se oyen los gritos de los que tuvieron hambre de Cristo pero nadie se lo anunció. Jesús nos dirá que nos hemos avergonzado de Él y no lo hemos anunciado. No nos avergonzamos de nuestros negocios pero de Cristo sí lo hacemos y Jesús se avergonzará de nosotros ante su Padre del Cielo. Preguntémonos hoy ante Jesús: ¿Qué hago yo por anunciar a Jesús? ¿Estoy dispuesto a sacrificarme por anunciar a Jesús? San Pablo sufrió inmensos sufrimientos por anunciar a Jesús: cárceles, piedrazos, humillaciones, peligros en el mar pero todo lo soportaba porque se sentía amado por Jesús y él respondía a su amor. ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio que es fuerza de Dios para salvación de los hombres. Que el Señor abra nuestros corazones al camino de Dios y de los hombres.
 
P. Vicente Pérez.

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