Amor fiel hasta la muerte
Reflexión. Vigésimo séptimo Domingo del tiempo ordinario. B.
Este domingo 7 de octubre celebramos el Domingo 27 del tiempo ordinario.-Estas son las lecturas de la misa:
Primera lectura: Génesis 2, 18-24. Respondemos con el Salmo 127, 1-6.- Hebreos 2, 9-11 y Marcos 10, 2-16.
La primera lectura y el evangelio tratan del matrimonio, un tema tan actual. Dios ha tomado la iniciativa. Creó al hombre pero vio que no podía estar solo. Con un lenguaje simbólico nos dice que Dios durmió a Adán y le sacó de la costilla una mujer. Es una forma de decirnos que Dios creó a la mujer de lo más íntimo del hombre, el corazón. El hombre ve a la mujer y lleno de alegría exclama: Esta sí que es carne de mi carne. Esto significa que mientras los animales eran de raza diferente, la mujer es de la misma naturaleza, igual en dignidad al hombre, llamada a compartir la misma vida del hombre porque estaba llamados a entenderse en el amor, sale del corazón del hombre, compartiendo todo lo que son: sentimientos, voluntad, afectividad.
Esta palabra nos dice que cada hombre o mujer forman parte del proyecto de Dios. Desde toda la eternidad Dios ha pensado en cada uno de los hombres para que se unan a aquella mujer que Dios pensó desde toda la eternidad para Él. La mujer será el regalo de Dios al hombre y el hombre será el regalo de Dios para la mujer. ¡Ojalá cada pareja se miran el uno a la otra de esta manera! Esto les lleva a vivir en el amor de Dios manifestado en la otra parte para compartir la vida.
Dios ha querido que los esposos vivan en la felicidad dándose porque Dios al crearlos los hecho participes de su naturaleza y la naturaleza de Dios es el amor total, para siempre. El amor que llena el corazón para hacerlos felices. Sin embargo el demonio se mete dentro de las parejas para decirles que ellos son libres para rebelarse contra Dios, para rebelarse contra el propio cónyuge. El egoísmo, el orgullo, la vanidad matan el amor y en consecuencia matan la felicidad. En la Biblia se nos dice que Dios sale al encuentro de Adán para preguntarle sobre su esposa pero en seguida se defiende y la acusa. Esta es la actitud de muchas parejas; acusar al otro o la otra. Esto es obra del demonio, acusador. Ahí empieza la muerte del amor. El amor tiene otras características; excusa, perdona siempre como Dios que es misericordioso, que hace salir el sol sobre buenos y malos. No perderá el amor si todos los días ni le piden al Señor la gracia de reconocer cada uno su error y de pedir perdón sinceramente a la otra parte. El perdón reconstruye lo que el pecado ha roto. Si el demonio tiene envidia de las familias felices, comprensivas, Dios da la gracia para superar si se lo pedimos en la oración, si reconocemos nuestros pecados ante Dios y le pedimos perdón en la confesión. Cada uno de los esposos es responsable del otro y tiene que dar cuentas a Dios de lo que ha hecho o dejado de hacer. Pregúntense si cada uno de ustedes es responsable del otro y no al revés.
A Jesús en el evangelio le preguntan si era posible el divorcio y Jesús nos da la respuesta. Dios ha hecho de los esposos una sola carne. No son dos y esa es la voluntad de Dios. Por tanto el hombre, la mujer, la autoridad no tiene poder para separar lo que Dios ha unido. Romper el matrimonio y casarse con otro cónyuge es vivir en adulterio porque ha roto la alianza entre los esposos y esa alianza es participación de la alianza de Dios son su pueblo. Las Iglesia hace presente en medio de la humanidad esta alianza y por eso debemos acercarnos a la Iglesia, al sacerdote para reconstruir esta alianza entre los esposos. Cuando una pareja se pone en disponibilidad ante Dios, Dios le da su ayuda y lo que era imposible para los hombres, Dios lo hace posible. El matrimonio se puede llevar invocando a Dios, pidiéndole su ayuda en la oración, en la confesión, en la comunión. ¡Qué bello cuando una pareja se han dejado reconciliar y se abrazan, se dan un beso de perdón y amor! No juguemos con la vida, con el amor. Tenemos que dar cuenta a Dios de nuestros actos pero sepamos que ya en esta vida seremos felices si tenemos a Dios.
P. Vicente Pérez.
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