JESÚS RECHAZADO EN SU TIERRA
Reflexión. Decimocuarto Domingo del tiempo ordinario. B.
El pueblo de Israel se había dejado llevar por la idolatría, daba culto a los dioses falsos. Esto es un gran pecado. Dios, sin embargo, tiene misericordia y manda al profeta Ezequiel. Le manda a un pueblo duro de corazón, que no le escuchará por más bondades que tenga el profeta. Estamos en la época en que Israel va a ser llevado al destierro para que tome conciencia de su pecado. Allá en el destierro de Babilonia tendrá que sufrir pero a través de este sufrimiento recapacitará y volverá a Dios. Ezequiel, frente al llamado de Dios, se pone en pie en señal de disponibilidad para ir a Babilonia y predicar a los israelitas. Sabe que va a ser rechazado y tendrá que sufrir mucho pero cumpliendo la misión que Dios le ha encomendado, él se realizará como persona. Los israelitas se darán cuenta que Dios les ha mandado un profeta porque los ama aunque ellos sean duros de corazón y no quieran escuchar.
Dios nos manda también a nosotros mensajeros en su nombre. Deben anunciar a este pueblo la Palabra de Dios aunque la gente no quiera oírla. También a nosotros nos manda mensajeros aunque tengamos un corazón duro y no queramos escuchar. El pecado endurece nuestra inteligencia y no queremos escuchar la voz de Dios ni obedecer sus mandamientos, hasta somos capaces de dudar de la existencia de Dios. Pero esos mensajeros de Dios aunque sean despreciados por este mundo, son signos de que Dios sigue amando a este mundo, también a nosotros y le da una palabra de salvación para que no se aparten de Dios ni sigan los mandados del mundo. Escuchemos a Ezequiel 2, 2-5.
En el Evangelio según san Marcos 6, 1-6 nos presenta a Jesús que después de haber predicado en distintos lugares la llegada del reino y la conversión a Dios y, conforme a la fe de la gente, ha curado a muchas personas. Jesús vuelve a Nazaret donde se había criado y vivido casi toda su vida. Llega el día sábado, día sagrado para los judíos y va a la sinagoga. Allí el jefe de la sinagoga le invita a predicar y ante esta predicación muchos quedan escandalizados y se hacen muchas preguntas. Han visto a Jesús toda la vida en Nazaret, trabajando como carpintero. Conocen a su madre, a sus familiares. Ninguna cosa extraordinaria han visto en Él. Ahora viene después haber estado predicando. Lee un texto del profeta Isaías en que anuncia que los pobres son evangelizados, los leprosos son curados, los ciegos ven y dichosos quien no se escandalice de él. No anuncia juicios ni condenas para nadie sino la llegada del año de la gracia, del perdón de Dios.
Todo esto choca con la mentalidad de la gente. ¿De dónde viene esta sabiduría, estos milagros? ¿No es uno de nosotros? ¿Dónde ha estudiado? Sólo ven en Jesús uno de ellos y no pueden percibir el misterio de su vida como enviado de Dios para salvar a los hombres. No perciben el amor de Dios en sus vidas. Lo desprecian, no quieren creer en El. Hasta quieren apedrearlo y botarlo por una quebrada. Quisieran verle hacer algún milagro pero como una novelería pero Jesús sabe discernir y no consiente. No tienen fe en Jesús para penetrar en su misterio y no pudo hacer milagros por su falta de fe. Es que la fe es un don de Dios. Juan 6, 36 Pero ya les he dicho: ustedes [me] han visto y sin embargo no creen. 37 Los que el Padre me ha confiado vendrán a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera; 38 porque no bajé del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y ésta es la voluntad del que me envió, que no pierda a ninguno de los que me confió, sino que los resucite [en] el último día. 40 Porque ésta es la voluntad de mi Padre, que todo el que contempla al Hijo y crea en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Jesús viene también a nosotros. Viene en la persona de sus mensajeros pero también nosotros podemos quedarnos en el semblante exterior y no penetramos en la persona de Jesús porque no leemos la Palabra de Dios, porque no rezamos ni tenemos un dialogo con él en la oración. Vamos a la Iglesia y si el sacerdote nos dice alguna cosa que no nos agrada, lo criticamos. Si nos denuncia algunos pecados, dejamos de ir la Iglesia y buscamos razonamientos para decir que tenemos la razón para obrar como lo hacemos, dejando a un lado la Palabra de Dios que nos ha dejado en la Biblia, abandonamos la fe. El pecado no nos deja escuchar ni creer la palabra que nos da la Iglesia. Luchemos contra el pecado y dejemos que la mente esté limpia. Veremos a Dios, a Jesucristo en su misterio. Creemos en la vida eterna.
A veces vamos a bautizar a los hijos como una costumbre, para hacer una fiesta, para decir que hemos cumplido con la voluntad de la iglesia pero no nos convertimos. Somos duros porque no queremos dejar el pecado. Bautizamos, mandamos a los hijos al catecismo para hacer la primera comunión o la confirmación pero no enseñamos a los hijos el camino de Dios ni en la Palabra ni en los hechos y si nos molestan mucho, dejamos de mandar al catecismo a los hijos. No tenemos fe ni queremos obedecer a Jesús. A Jesús y a sus mensajeros debemos acogerlos con fe, sin críticas. Hay que recibir la Palabra de Dios con alegría que viene del Espíritu, dejándose iluminar por Él. I Tesalonicenses 1, 6 Y ustedes siguieron nuestro ejemplo y el del Señor, recibiendo el mensaje con el gozo del Espíritu Santo en medio de graves dificultades. 9 Ellos mismos, cuentan cómo ustedes me han recibido y cómo, dejando los ídolos, se convirtieron a Dios para servir al Dios vivo y verdadero, 10 y esperar la venida desde el cielo de su Hijo, al que resucitó de la muerte: Jesús, que nos libra de la condena futura.
Un profeta solo es despreciado en su tierra, entre los suyos, es la palabra de Jesús. ¿Sientes que has despreciado a la Iglesia de Jesús, a sus ministros, al mismo Jesús a quien olvidas cuando no te interesa?
Estaba sorprendido de su falta de fe. Quizás Jesús está sorprendido de tu falta de fe, de tu repuesta a Dios. Ponte ante Dios, examina tú vida, ¿cómo es mi fe, estoy seguro de Jesús y procuro conocerle mejor, obedecerle en todo lo que me diga su Palabra? ¿Me siento miembro vivo de la Iglesia?
San Pablo en su II corintos 12, 7-10 nos recuerda los dones que ha recibido de Dios en algunas visiones. Esto le podía llevar a enorgullecerse, sentirse superior a los demás y despreciarlos. Dios le quiere curar esta soberbia y le ha puesto algunas cruces para humillarlo y no se engría. Serán enfermedades, persecuciones, humillaciones. Le pidió a Dios que le librara de estos sufrimientos pero Dios le contestó que no lo hacía pero podría aguantar todo esto agarrándose a Dios todos los días. Mi gracia te basta y su fuerza está en la debilidad y siente que la gracia de Jesús está con Él.
Dios permite dolores, humillaciones, pobreza y una serie de cruces. Pero todo esto son las cruces que nos acompañan todos los días de nuestra vida porque esto es la sabiduría de Dios y la fuerza de Dios como el mismo Pablo nos dice (I Corintios 1, 18-25).
El mundo alaba el orgullo, el afán de dinero, la fuerza, el poder. Dios pone como sabiduría la humildad, la entrega serena a los demás y a veces el Señor nos manda enfermedades, humillaciones. Todo esto nos estabiliza y nos hace más mansos, capaces de descubrir a Dios y ser más buenos con los demás, más compasivos, más dóciles. Así aprendemos a estimar también a los demás sin juzgarlos ni criticarlos. Aceptemos la historia de nuestra vida que Dios nos manda.
P. Vicente Pérez.
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