Parábolas del reino

Marcos 4, 26-34

Reflexión. Undécimo Domingo del tiempo ordinario. B.
 
Entramos en un grupo de parábolas para indicarnos lo que es el reino de los cielos. El evangelio de san Marcos nos lo indicará en el capítulo 4, 26-34. Parábola es un género literario que existía en Palestina, es como una comparación.
 
El primer ejemplo es un campesino que siembra en su campo una semilla y después se retira a su casa. La semilla que ha caído en la tierra tiene en sí misma su fuerza: nacerá, crecerá y después se la recogerá. Mientras tanto el dueño, que es sembrador, no se preocupa hasta que no llegue la siega, la hora de recoger sus frutos.
 
Dios se hace presente en nuestras vidas para darnos el anuncio del reino de Dios, es decir, que Dios quiere ser el dueño de la vida, porque nos da la vida. Nosotros debemos dejar a Dios que siga actuando en nuestra vida con la luz del Espíritu santo, con la Palabra de Dios, con los sacramentos, principalmente la Eucaristía y sentiremos que nuestra vida cambia porque se hace presente el señorío de Dios y arroja el señorío del demonio, del egoísmo, de la maldad. Llega un momento que este señorío de Dios reina. Ha llegado la hora de la recogida de los frutos. Nosotros solamente hemos sido perdonados porque hemos sido fieles a Dios.
 
Nosotros no entramos en el señorío de Dios por nuestras fuerzas sino dejándonos transformar por el Señor. ¿Hacemos esto, nos dejamos transformar? A veces podrá darse el caso que nosotros no aparentamos el cambio de nuestra vida pero se da en la medida que somos dóciles a Dios y estamos dispuestos a morir por el reinado de Dios.
 
Hay otra parábola que se llama grano de mostaza. La mostaza es una sustancia que sirve para el condimento en ciertas comidas. Es una cosa pequeña pero que después de sembrar se hace grande y puede albergar hasta pájaros. El reino de Dios ha nacido de lo insignificante pero está destinado a que todos los seres humanos sean alcanzados por este reino y todos reconozcan a Dios como Señor de la historia y le den culto. Pero este reino de Dios ha empezado a anunciarse de parte de Jesús cuando nos dice que se acerca el reino de los cielos, arrepintámonos de nuestros pecados. Este reino ha sido anunciado cuando Jesús ha curado a los enfermos, ha perdonado a los pecadores, ha dado la vida en la cruz como un delincuente pero al mismo tiempo ha amado a todos nosotros. Dios lo ha resucitado. La Iglesia ha ido anunciándolo por todas partes. Unos aceptan este reino y otros lo rechazan pero está llamado a acogernos a todos como el grano de mostaza cuando se hace grande y cobija a los pájaros. Nosotros debemos pedir que venga este reino y pedir esto significa que nosotros entramos en actitud de conversión, que creemos en este reinado de Dios que es la felicidad para todos los hombres. Estamos llamados a vivir en actitud de oración, en actitud de hacer la voluntad de Dios, en actitud de reconciliación con nuestros hermanos. Entonces sentiremos que estamos posesionados por Dios y sentiremos en el corazón esta alegría.
 
Para entender esto hace falta que Jesús nos explique estas parábolas porque a los que no quieren aceptar es porque tienen ojos para ver y no ven, tienen oídos para oír y no oyen porque su corazón se ha embotado y no quieren aceptar el reinado de Dios. Se las saben todas y no necesitan de Dios. Hoy el Señor nos llama a abrirnos a su acción y que nos quite la autosuficiencia, nos dé la humildad y sencillez como lo tuvo la Virgen María y sentiremos que Dios reina y nos hace reinar con Él. Debemos preguntarnos si tenemos los oídos abiertos a Dios o al mundo, si vemos con los ojos y los tenemos cerrados para no ver las maravillas de Dios. Preguntémonos si nuestro corazón está abierto y sensible a la acción de Dios.
 
Por otra parte en san Pablo en la segunda a los Corintios 5,6-10 se nos dice que ahora en esta vida estamos como desterrados, lejos del Señor. No frenemos la experiencia de Dios en nosotros. Por eso el Señor nos llama a desear estar con Él pero sea que estemos en la vida o si morimos, lo principal es agradar a Dios, preguntándonos siempre qué quiere Dios de mí. Invoquemos al Espíritu Santo para que nos dé los dones suyos para entender su amor. Estamos llamados a vivir preparados al encuentro con Él en la hora de la muerte y entonces veremos lo que hay en nuestro corazón si hemos optado por Dios o por los poderes de las tinieblas del pecado o del rechazo de Dios pues vamos recibir premio o el castigo según lo que hayamos hecho mientras hemos estado en este valle de lágrimas.
 
Este domingo celebramos el día del padre. Una persona es padre porque se une a una madre y juntos educan a sus hijos en el amor. Por eso nosotros tenemos que honrar a nuestro padre no solo cuando vivimos con él sino cuando nos salimos de la casa para formar otro hogar. Ama a tu padre aun cuando siendo viejo, haga cosas raras y a veces tenemos que soportar algunas cosas que las hace pero no por mala voluntad. El padre quiere que sus hijos lo honren pero también el padre debe honrar a su propio padre y al mismo tiempo sabiendo que es padre porque hay una mujer que es madre, deben respetar a la madre.
 
Padre deben mirar a Dios que es el Padre misericordioso, bueno, que cuida de nosotros vela para que todos tengamos lo necesario. Por eso hoy es el día de Dios nuestro Padre. Quien honra a Dios Padre, honra a aquel que es nuestro padre porque participa de la paternidad de Dios.
 
P. Vicente Pérez.

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