Dios es amor

católico, ciclo b, homilía dominical, domingo, Juan 15 9-17, dios es amor, misa, sexto domingo de pascua, reflexión lecturas misa, vicente perez

(Reflexión. Sexto Domingo de Pascua. B.)

En este domingo sexto de pascua vamos a dejarnos iluminar por el evangelio según san Juan 15, 9-17. En la última cena Jesús ha descubierto su corazón como también el Corazón de Dios-Padre. En la primera carta de san Juan se atreve a decir que Dios es amor. En el evangelio Jesús nos dice que Él participa del amor del Padre de manera que este amor engendra a Jesús como Dios y como hombre y entre el Padre y el Hijo hay una mutua relación de amor infinito, eterno. El amor del Padre a Jesús es total: es el Hijo único (Jn 1,14), al que comunicó su Espíritu (Jn 1,32-33); lo tienen todo en común (Jn 17,10); son uno (Jn 17,21-23). El amor de Jesús a los suyos es idéntico al que el Padre le ha mostrado a él. Los gestos del lavatorio de los pies, la institución de la eucaristía, la insistencia en el mandamiento del amor..., ¿no son pruebas evidentes de un amor sin límites?

Pero hay algo más. Este amor de Dios que pasa por el Hijo Unigénito, llega a nosotros porque Jesús no solo se ha hecho hombre por amor sino que se ha entregado a la muerte y muerte de Cruz por amor a nosotros para rescatarnos de nuestra maldad y hacer de nosotros nuevas criaturas. No solo esto sino que Jesús no ha quedado en la muerte. Ha resucitado para resucitarnos a nosotros también a una vida nueva. 

Por esto la advertencia de Jesús de permanecer en su amor, dejándonos amar, experimentando su amor hacia nosotros de manera que nada nos pueda separar del amor de Cristo. El cristiano siente dentro de si el amor del Padre que pasa por el Hijo y llega a nosotros y cuando nosotros lo experimentamos, es tan grande la fuerza de este amor que ninguna cosa nos aleja. Así lo han experimentado los santos hasta llegar también como Jesús, a dar la vida por Jesús, por Dios, guiados por el Espíritu santo. Hay cristianos que han experimentado esto y dan la vida sacrificándose gratuitamente por los hermanos enfermos, abandonados, rechazados. Así el amor de Dios debe pasar por el cristiano hacia el hermano siempre. Jesús ha dado la vida por nosotros para demostrar que amaba al Padre y ha permanecido unido al Padre. Amo al Padre como el Padre me ha amado. La palabra como no es una comparación sino una participación del amor del Padre. Así el Padre ama a los pecadores, a los leprosos, a los enfermos, a los enemigos que lo rechazan y esto lo vemos hacer a Jesús. Así el amor de Dios nos lleva a darnos a nuestros hermanos necesitados, vecinos o lejanos, a los hermanos que no nos aman. Santa Teresa de Calcuta que falleció hace unos 20 años, antes de salir a la calle se quedaba con Jesús en el Sagrario y se llenaba de su amor y con alegría iba a visitar a los necesitados. Este es el ejemplo que debemos seguir. No basta con decir que somos cristianos sino que hay que vivir esta realidad amando a Dios y a nuestros hermanos siempre y en todo momento.

Este amor así nos lleva a la alegría del corazón. No hay mayor alegría que amar. Quien no ama aunque trate de distraerse, divertirse como sea, sentirá el vacío de su corazón. Pero quien ha hecho el bien a los demás siente una alegría grande. Solo el amor nos convierte en personas alegres y nos da la plenitud de nuestro ser. Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus hermanos

Este amor provoca una amistad total entre personas. Jesús que se dio a nosotros nos ha llamado amigos porque ha descubierto su corazón a nosotros y ha sentido el don de estar con nosotros. Ustedes son mis amigos porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Cuando un cristiano siente la llamada de Jesús a la amistad, se queda con El algún rato largo, siente que la luz de Jesús le llega, le ilumina su vida y siente que Jesús no es un extraño. Puede contar con Jesús en las dificultades y sentirá que Jesús no le abandona. Jesús nos ha elegido no por nuestros méritos sino por su bondad. Ahora toca a nosotros permanecer junto a Él, no traicionarlo, descubrirle nuestros problemas, ser dóciles a Él cuando nos habla aunque a nosotros no nos guste lo que nos dice Jesús pero todo esto es fruto del amor de Jesús hacia nosotros. Donde alguien ama, allí está Jesús. Donde hay ausencia de amor, él no puede estar. Sin amor no sirven para nada (I Cor 13,1-3). 

Por eso nos dice san Juan en la primera carta 4, 7-10 que nos amemos porque solo quien ama, ha nacido de Dios, le ha conocido y se ha llenado de amor. DIOS ES AMOR y solo podemos amar estando unidos a Dios y experimentando su amor.

Hagamos la experiencia de un Dios que nos ama y nos da la existencia todos los días, nos da la paz, la alegría. No nos traiciona y con Él podremos superar todas las dificultades que encontremos.

En los Hechos de los apóstoles 10,25-26, 34-35,44-48 vamos a encontrar la llamada de los gentiles al seguimiento como discípulos de Jesús. Es la llama que todos nosotros hemos recibido. Los judíos como también san Pedro, que era judío, habían recibido unas ideas equivocadas pero que se habían fijado en la cabeza. Solo los judíos se salvaban, no los paganos. Pedro está rezando y allí aparece una sábana con animales prohibidos por la ley para que los mate y coma. Él se resiste por obedecer a la ley. No consideres impuro lo que Dios ha hecho, le dice un Ángel. Pedro entiende que todo es puro. También son puras las convivencias con los paganos, la entrada en la casa de estos. 

En ese instante algunos emisarios de un tal Cornelio, centurión romano, llegan para pedirle que baje a Cesárea que allí estaba su señor. Ya no se resiste Pedro y se dirige Cesárea. Al llegar le anuncia a Cristo y como consecuencia baja el Espíritu santo sobre Cornelio y es bautizado con su familia. Dios no hace distinción de personas. Acepta al que lo teme y practica la justicia.

Es la apertura de los paganos a la fe. Todos nosotros estábamos incluidos en esa llamada y en este don del Espíritu Santo. Por eso debemos dar gracias a Dios por el don de la fe, por conocer a Jesús y amarle con todas nuestras fuerzas. 

Pero también debemos reflexionar que nosotros no debemos tener recelos de los que aún no han conocido a Jesús. Dios nos llama a nosotros para anunciar también a los millones de personas que no han conocido a Jesús. Debemos anunciarlo para que crean y se bautizan con sus familias. Quizás haya también muchos que son cristianos de nombre pero no conocen a Jesús ni están posesionados por el Espíritu santo. Nosotros debemos anunciarles a Cristo. No tengamos miedo. Debemos dejar nuestras comodidades como lo han hecho muchos santos, apóstoles, mártires que no han dudado en dejar sus cosas para llevar el Nombre de Jesús a tantos millones de perdonas. Pensemos en san Francisco Javier que deja todo para ir a la India primero, después al Japón y más tarde a China donde murió. Un cristiano ha conocido el amor de Dios y lo anuncia a los demás.

En este domingo queremos honrar a la Madre de Jesús y madre nuestra. Hagamos alguna oración a María, sobre todo rezando el rosario. Este amor a María nos llevará a amar a nuestra madre terrena, que nos dio la vida, que se sacrifica por nosotros con amor tierno. Es un amor de los hijos a la madre pero también es un amor del esposo a la esposa pues solo juntos uno es padre y la otra es madre. Que los esposos honren a sus esposas y las traten con amor, aunque a veces tengan que perdonarse.

P. Vicente Pérez.

Comentarios

Entradas populares