LA VID Y LOS SARMIENTOS
(Reflexión. Quinto Domingo de Pascua. B.)
En los Hechos de los apóstoles 9,26-31 se nos narra el desarrollo de la comunidad cristiana. San Pablo después de su conversión se retira al desierto para orar y comienza a predicar a Jesús. Él siente que debe ir a Jerusalén donde están los principales de los apóstoles para entrar en comunión con ellos y predicar el evangelio en Jerusalén pero siente en seguida la persecución y se retira a Tarso, ciudad donde nació en la zona de lo que hoy es Turquía. Así la Iglesia crecía y se multiplicaba dando testimonio de Jesús.
En el Evangelio de Juan 15,1-8 encontramos algunas catequesis de Jesús en la última cena. En Palestina había mucha gente que tenía sembrado cepas de uvas exquisitas de donde brota el vino. La gente estaba acostumbrada a ver el desarrollo de estas plantas. Se sembraba una planta y con el crecimiento se iba desarrollado los sarmientos, es decir, las ramas en donde nacía y crecía el racimo de uvas. Los agricultores estaban acostumbrados que a veces esas ramas solo echaban hojas; otras veces, los frutos eran uvas agrias que no se podían comer ni usar para el vino. Había uvas buenas dedicadas a pisotearlas en el lagar y que del mosto naciera el vino bueno. Todas estas ramas estaban unidas a la cepa. Después de la cosecha se hacia la poda. Unas ramas que no habían dado fruto eran cortadas y echadas al fuego; otras ramas se podaban, quitando la parte mala de las ramas y dejando el resto para que nacieran con más fuerza otras ramas para dar buenos racimos.
Jesús nos da su enseñanza. Yo soy la verdadera vid, exquisita, anunciada por los profetas y trasplantada por Dios Padre que la cultivaba con amor. De esa Cepa que es Jesús han crecido sarmientos que somos nosotros los que hemos oído la Palabra de Jesús, los que nos hemos nutrido con sus sacramentos. Todos estamos llamados a permanecer dentro de Jesús. Ahora Jesús espera de nosotros que demos uvas dulces que son el amor, la justicia social, el perdón, la misericordia. Espera que nosotros estemos atentos a conocer la voluntad del Padre. No podemos ser verdaderos cristianos si un día estamos unidos a Jesús y otro día lo rechazamos con nuestros hechos. ¿Permanecemos nosotros con Jesús, escuchando su Palabra, haciendo lo que Dios quiere? ¿Permanecemos nosotros en Jesús cuando estamos en nuestra familia, nos respetamos, dialogamos, nos perdonamos? Esta unión con Jesús hará brillar en nosotros su rostro de amor. La permanencia en Jesús exige de nosotros fidelidad de todos los días. Un cristiano reza para escuchar a Jesús, escucha su Palabra, recibe los sacramentos, transmite la fe a sus hijos de manera que Jesús está con nosotros y nosotros permanezcamos con Jesús pues sin Él no podemos hacer nada bueno. Fidelidad a Jesús, a la Iglesia, a la comunidad cristiana. Quien ha sentido que estar con Jesús le llena el corazón, no lo suelta. Encontré el amor de mi vida y no lo soltaré, decía el cantar de los cantares. Mira que estoy a la puerta de tu corazón. Si tú me abres, comeré contigo y le llenaré de dones, dice el Apocalipsis.
Si nosotros somos cristianos porque pensamos que hemos sido bautizados, hemos recibido la primera comunión, nos hemos confirmado, esto no basta para ser cristianos. Toda rama que no da fruto, será cortada por Jesús. Mira qué fruto das de vida cristiana y a veces has dejado a Jesús a un lado, Por eso hay muchos que se sienten indiferentes ante Jesús y se dejan arrastrar hacia el pecado. Estas ramas serán cortadas, es decir, separadas de Cristo y se secan y no sirven sino para quemarlas, No sirven para algo bueno. Te sientes vacío, sin amor, sin ilusión y como consecuencia la desilusión, y por eso vemos a muchos cristianos alejados de Jesús
Hay otros cristianos que dan algunos frutos pero raquíticos, Necesitan ser podados, es decir, Dios, porque nos ama, nos manda la cruz, la humillación, la enfermedad para que sintamos su amor y nos convirtamos de nuestros pecados y empecemos a tomar en serio a Dios. Demos gracias a Dios si nos poda con el dolor para que Él y su Palabra permanezcan en nosotros y nosotros en El. ¡Qué bien estamos cuando esto se da y hay vida en nosotros! Hemos sido creados para la vida del amor, de la convivencia amorosa en la familia, la sociedad.
Aquí no se trata de decir que somos buenos cristianos. En la primera carta de Juan 3, 18-24 se nos dice que no amemos de palabra, sin hipocresía sino con hechos y según la verdad de Dios. Entonces aunque sintamos que el pecado nos remuerde, sentiremos que Dios nos ama y la misericordia de Dios es más grande que nuestros pecados. Si somos conscientes de esto, reconoceremos nuestros pecados frente a Jesús que está en medio de su asamblea, le pediremos perdón a Él que nos amó hasta dar la vida por nosotros y por eso podemos acercarnos a Dios con confianza, sabiendo que seremos escuchados en nuestras necesidades. Por eso se nos dice que creamos en Jesús y fruto de esta fe nos amemos con sinceridad. El mundo necesita amor. Quien guarda este doble mandamiento de la fe y el amor, permanece en Dios y Dios en Él y daremos muchos frutos de vida eterna. Que esta eucaristía nos ayude a Cristo como nuestra vida, lo descubramos todos los días, nos entreguemos a Él y lo sigamos.
P. Vicente Pérez.
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